El escándalo sexual de la Academia Sueca que podría dejarnos sin Nobel de Literatura

Abril es un mes clave para la alección del Nobel de Literatura, uno de los galardones culturales más antiguos y prestigiosos de todo el planeta. Es entonces cuando los 18 académicos encargados de seleccionar a un escritor o escritora por sus evidentes virtudes y aportaciones a la humanidad se reúnen para deliberar entre una terna de elegidos. Sin embargo, 117 años después, abril puede ser el mes que entierre al premio y que lo sumerja en la incertidumbre. Todo por un escándalo sexual.

¿Qué ha pasado? Que no hay quorum para elegir al Nobel de Literatura de 2018. No por carencia de acuerdo entre los miembros de la Academia, sino por la ausencia de ellos mismos. La comisión encargada de entregar el galardón se compone de 18 expertos de cargo vitalicio. Los estatutos estipulan que debe existir al menos el acuerdo de 12 de ellos para entregar el Nobel. Sin embargo, una serie de alocadas dimisiones y renuncias ha dejado ocupadas únicamente 11 plazas.

Por lo que, de momento, no puede haber Nobel.

¿Por qué dimiten? El origen del problema es un escándalo sexual, otro más, surgido al albur del movimiento #MeToo. No afecta directamente a uno de los académicos, pero sí al marido de una de ellas, Jean-Claude Arnault. Esposo de Katarina Frostenson, Arnault fue acusado hace unos meses de acosos y abusos sexuales por 18 mujeres diferentes. Según reveló la prensa sueca, los rumores sobre el carácter controvertido y abusador de Arnault eran bien conocidos en la Academia.

Abusos y filtraciones. Al parecer, Arnault también habría colaborado para filtrar el nombre de los ganadores del Nobel hasta en tres ediciones distintas. Tanto él como su mujer dirigían una organización cultural estrechamente vinculada a la Academia. Cuando el escándalo sexual salió a la luz, manchó por asimilación el prestigio de la antiquísima institución. Un grupo de académicos pidió expulsar a Frostenson en el seno de la Academia, pero su moción no prosperó.

Dimisiones como presión. En respuesta, tres de sus críticos (Klas Östergren, Peter Englund y Kjell Espmark) presentaron su dimisión. Dado el carácter vitalicio del cargo, las renuncias tenían un alto componente simbólico. Pero también de presión: los tres académicos buscaban invitar a otros miembros críticos para dejar la Academia y bloquear la elección del Nobel. Ayer mismo, Frostenson, presionada, declaraba su marcha, pero también Sara Danius, la encargada de anunciar el premio.

Sin quórum. Si sumamos la catarata de renuncias de los últimos meses a dos académicas que boicotean el galardón desde hace años, el resultado es que nos hemos quedado sin Nobel: sólo 11 de los 18 asientos están ocupados, lo que hace imposible el quórum. El problema paralelo es otro: dado que los cargos son vitalicios, la institución encuentra gravísimas dificultades para encontrar miembros reputados que deseen sacrificar su carrera laboral por un trabajo de por vida.

El Nobel de Literatura está bloqueado. Y por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial nos podemos quedar sin él.

Imagen | Jonas Ekstramer/AP

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