El fantasma del secesionismo recorre Europa

Europa es un continente repleto de muchas naciones y pocos estados. La formación de los actuales estados-nación dejó por el camino a diversos movimientos políticos regionalistas que no lograron desligar su camino del de otros pueblos europeos. Es el caso del nacionalismo catalán, hoy más fuerte que nunca, o del vasco, pero también de muchos otros repartidos por el continente que atacan de raíz la idea de toda excepcionalidad española. El secesionismo es una cuestión europea.

Que afecta a muchos, muchos estados. No todos los movimientos tienen tanta preponderancia social como el catalán a día de hoy, como es lógico, y muchos de ellos sólo tienen representación real en el imaginario de pequeños grupos políticos. Casi todos están lejos de lograr la independencia de sus países, o siquiera mayor autonomía o derechos sobre sus lenguas. Pero existen, tienen recorrido histórico y merecen un comentario algo más profundo. ¿Dónde están, en qué situación actual se encuentran y por qué surgen los movimientos secesionistas en Europa? Este es un breve repaso.

1. Flandes

El de mayor preponderancia social, superior incluso al catalán. La comunidad flamenca del norte de Bélgica cuenta con parlamento propio y un gobierno de claro corte nacionalista que coquetea de forma ocasional con la independencia. Hablan flamenco, emparentado con el neerlandés, y son católicos, al contrario que sus vecinos de los Países Bajos. Nunca han contado con su propio estado (fueron parte de las propiedades de la Corona española durante dos siglos), y conviven en Bélgica con la comunidad francófona del sur (Valonia) desde mediados del siglo XIX.

Flandes es la región más dinámica, poblada y rica de Bélgica, y sus habitantes cuentan con competencias exclusivas en un sinfín de materias, incluyendo educación y fiscalidad. Las tensiones entre las región flamencófona y la francófona a menudo provocan que Bélgica pase largas temporadas sin gobierno. El país continúa funcionando, de forma un tanto milagrosa.

2. Escocia

Como vimos, Escocia celebró el último referéndum por la independencia en Europa. El país cuenta con una historia y cultura diferenciada a la de Inglaterra, nación preponderante y dominante dentro del Reino Unido desde su creación a principios del siglo XVIII. Escocia tiene una lengua propia, el gaélico escocés, pero es hablado por una diminuta porción de la población (en las Islas Hébridas, al oeste de las Highlands). El Partido Nacionalista Escocés (SNP) promovió el referéndum, lo perdió y arrasó en las últimas elecciones generales. Obtuvo todos menos uno de los escaños escoceses.

Pese a la derrota, el SNP continúa más fuerte que nunca, con un apoyo mayoritario por parte de la población. Es posible que dentro de algunos años, si la situación y la devolución de competencias por parte del Gobierno de Londres continúa estancada, se celebre otro.

3. Bretaña

Una de las seis naciones celtas y una de las muchas comunidades lingüísticas debilitadas en Francia. La actual región administrativa de Bretaña representa a duras penas las reivindicaciones históricas de los nacionalistas bretones, que cuentan con su propia cultura y lengua (el bretón, con alrededor de 200.000 hablantes, la mayor parte de ellos en edad muy avanzada). Dada la centralización de Francia, la principal reivindicación actual del nacionalismo bretón es recuperar a nivel administrativo los límites históricos de Bretaña, incluyendo Nantes (capital, hoy fuera).

Sin poder autónomo, sin el bretón como lengua co-oficial, sin apenas representación política en organismos oficiales, el nacionalismo bretón es débil. Sin embargo, han contado con varios movimientos insurreccionales armados (con algunos atentados causando víctimas mortales: el último, en el año 2000). En cualquier caso, su vitalidad a día de hoy es pequeña.

4. Occitania

Quizá el movimiento nacionalista más significativo dentro de Francia. Occitania engloba vagamente a gran parte del sur del país donde, antes de la Revolución Francesa, se hablaba mayoritariamente alguna variante dialectal del occitano. La asimilación del francés por parte de la población local y los nuevos límites políticos y regionales impuestos desde París desactivaron su lengua y sentido de comunidad. Pese a ello, diversos grupos políticos han reivindicado durante las últimas décadas más competencias autónomas y, en sus casos más extremos, la independencia de Francia.

A día de hoy la vitalidad del occitano es mejor que la del resto de lenguas minoritarias francesas, pero no tiene reconocimiento oficial ni se enseña en escuela alguna. La representación política del nacionalismo occitano también es minoritaria. Occitania, por cierto, incluye al Valle de Arán.

5. Baviera

Al contrario que la mayor parte de movimientos secesionistas de Europa, el bávaro no se articula en torno a una lengua propia (aunque la variante dialectal del sur de Alemania cuente con diferencias notables con la septentrional). Al contrario, Baviera fue uno de los estados de habla germánica más poderosos durante siglos, manteniendo la independencia hasta la unificación de Alemania en 1870. El Reino de Baviera permaneció como ente diferenciada dentro de los dos imperios alemanes hasta su disolución definitiva tras la Primera Guerra Mundial (previo escarceo comunista en 1918).

Mientras la familia real bávara mantiene su linaje, la región es boyante y una de las más ricas (y conservadoras) de Alemania. Es fervientemente católica (el norte del país es protestante). A nivel político tuvo cierto protagonismo durante los años 50 (alrededor del 20% de los votos en las elecciones federales), pero se ha ido apagando con el paso de los años y el ascenso de la CSU.

6. Islas Åland

Finlandia cuenta con una pequeña pero significativa comunidad de hablantes suecos repartidos por toda la costa occidental del país. En las Islas Åland esa minoría torna en abrumadora mayoría: el pequeño archipiélago forma parte del estado finlandés, pero casi la totalidad de su escasa población habla sueco. Cuenta con cierta representación política. En las últimas elecciones, el partido Ålands Framtid, independentista, obtuvo casi el 10% de los votos y tres escaños en el parlamento regional.

Su particular situación dentro de Finlandia (geográficamente, además, está muy cerca de la costa sueca) le ha otorgado algunas excepcionalidades. Su origen como parte del Gran Ducado de Finlandia se remonta al Tratado de Fredrikshamn (1809), en el que fueron cedidas por la Corona sueca a la Rusia imperial. Por aquel entonces, Finlandia pertenecía a Rusia. Tras su independencia en 1917, el país finés las retuvo dentro del nuevo estado. La zona está desde entonces desmilitarizada, y sus habitantes no tienen la obligación de hacer el servicio militar.

7. Cerdeña

El sentimiento identitario sardo ha permanecido fuerte entre la población de Cerdeña durante los dos últimos siglos. A finales de los ochenta, contaron con un presidente regional nacionalista. El movimiento independentista, de hecho, tiene cierto apoyo entre la población local, pero está muy fragmentado a nivel político. Si se sumaran todas las candidaturas de las últimas elecciones regionales, el nacionalismo habría obtenido el 26% de los votos. Una cifra respetable, y que no representa siquiera el techo del movimiento político sardo en la isla.

Sin embargo, al igual que en casi todo lo relativo a la política italiana, las fricciones internas impiden la unión, y por tanto una mayor posición de fuerza política y mediática. La cultura de Cerdeña, alejada de la península itálica, es diferenciada y se ha preservado con cierto celo. La lengua romance de Cerdeña, el sardo, es hablado por alrededor de un millón de personas. Al contrario que sus homólogos italianos o franceses, cuenta con protección y amparo institucional.

8. Véneto

Hace un año, el nacionalismo véneto contó con un espacio mediático internacional sin precedentes gracias a una ocurrencia, en el fondo, muy italiana. La organización Plebiscito 2013 puso en marcha un referéndum por la independencia llevado a cabo de forma íntegra online. Los resultados ofrecían un apoyo inequívoco del pueblo véneto a la independencia, pero fueron puestos en duda de inmediato por todas las fuerzas políticas ajenas al proceso. La consulta, no en vano, no era oficial, ni mucho menos vinculante. Sin embargo, daba protagonismo al nacionalismo del Véneto.

Amparado en el pasado de la República de Venecia, la región del Véneto es una de las más ricas de Italia, y cuenta con una lengua propia (el véneto) hablada por gran parte de la población. Hay varios partidos que apoyan un diverso rango de ideas, desde mayor autonomía hasta la independencia. El partido más votado de la región es la Lega Veneta, ligada a la Lega Norte, cuya aspiración no es tanto la independencia del Veneto como la de Padania, una imaginada comunidad del norte de Italia.

9. República Srpska

Bosnia y Herzegovina es una confederación formada por la República Srpska y por la Federación de Bosnia y Herzegovina. La primera sirve como ente autónomo de la población serbia (ortodoxa) viviendo dentro del estado bosnio-herzegovino. La segunda engloba a los bosnios (musulmanes) y a los croatas (católicos). Dentro de Bosnia y Herzegovina hay, pues, dos tipos distintos de separatismo: por un lado, el de los serbios étnicos de la República Srpska, y por otro el de los croatas étnicos de la Federación de Bosnia y Herzegovina. Ambos pueden optar por unirse a Serbia o Croacia.

Sí, es posiblemente el entramado de relaciones identitarias más complejo de todo el continente europeo. Tanto los serbios de Bosnia y Herzegovina como los croatas de Bosnia y Herzegovina cuentan con amplia representación en sus respectivas instituciones (tanto las comunes a las dos entidades que forman ByH como las que les son autónomas).

10. Un sinfín más de separatismos

Un listado de todos los movimientos separatistas de Europa nos llevaría días, semanas, meses. Sólo observar la Wikipedia en inglés es un ejercicio agotador. Desde los silesios que pueblan tanto parte del este de República Checa como parte del oeste de Polonia hasta los frisios, que se reparten entre el noreste de Países Bajos como por el noroeste y norte de Alemania, pasando por Cornualles, Sicilia, Istria, los húngaros de Eslovaquia y de Rumania (la región de Székely), la Vojvodina serbia, la pequeña región de Jura, Tirol del Sur, Aragón, Asturias o las Islas Canarias.

La mayor parte de ellos son diminutos, cuentan con comunidades culturales o lingüísticas muy reducidas y apenas tienen representación parlamentaria. Exceptuando Cataluña, Flandes y Escocia, ninguno, hoy en día, tiene la voluntad popular y política de forzar la separación. Sin embargo, perviven como muestra de la increíble riqueza política y cultural del continente. Y, para quienes adoran estos temas, como un vivero permanente de sorpresas y fascinación.

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