Twitter es una parte importante de la presidencia de Donald J. Trump. Desde su cuenta, en la que acumula más de 41 millones de expectantes seguidores, Trump anuncia políticas que nunca se implementan, denuncia el permanente estado fraudulento de la prensa, e insulta sin mayores cortapisas a enemigos políticos, celebridades y periodistas de toda condición.
De modo que es sencillo imaginar la cara que puso cuando ayer por la mañana su cuenta había desaparecido. No había rastro de ella. Durante once minutos, el mundo respiró entre el alivio y la indignación sin la coexistencia del altavoz más utilizado por el presidente de los Estados Unidos. Durante once minutos, Donald Trump fue víctima de la peculiar venganza de un empleado de Twitter que afrontaba su último día en el trabajo.
Como casi todo lo que rodea a la presidencia de Trump, los hechos son un tanto psicodélicos. Resulta que hay una amplia parte de la plantilla de Twitter que puede virtualmente suspender una cuenta cualquiera, incluida la del presidente de los Estados Unidos. Y resulta que una porción aún más pequeña, entre la que podía encontrarse el empleado ya fuera de la empresa, puede desactivarla. Tirarla abajo. Hacerla desaparecer de un plumazo.
El asunto ha sido debatido hasta la extenuación durante el último día entre los medios de comunicación americanos. Al margen de la opinión que uno pueda tener sobre Donald Trump, el hecho de que continúe utilizando su cuenta de Twitter personal o el absoluto indecoro con el que bucea a través de ella, lo cierto es que es inquietante que un señor cualquiera, en un día de rabia, pueda manipular o desactivar su perfil personal. El del presidente.
En última instancia, es un problema de seguridad. Al principio y tras once minutos en los que el genio de vuelta de todo privó al universo de las esenciales opiniones de Trump, la compañía notificó que se había tratado de un error técnico. Dos horas después cambió su versión: el fallo era humano, era consciente y recaía sobre un ex-empleado (del que no se ha revelado el nombre).
En permanente contacto con la Casa Blanca, la red social, cuyo papel en las últimas elecciones está en entredicho (al igual que el de Facebook), ha abierto una investigación completa para saber si se ha roto algún protocolo de seguridad, si de algún modo han fallado los sistemas de alerta que deberían haberlo identificado, y de qué manera el empleado había obtenido acceso a la cuenta personal del presidente.
Según BuzzFeed, este ha sido un asunto central a Twitter desde hace años, pero los mayores controles de seguridad jamás se han implementado.
De forma poco sutil, en Twitter y en Trump se han juntado el hambre con las ganas de comer. Por el lado del presidente, los problemas de utilizar tan a la ligera una red social cualquiera son varios. Por un lado, su capacidad detonante en la agenda política estadounidense. Un mero tuit enfurecido de Trump puede servir para aviviar absurdas polémicas o para marcar el debate político del país durante toda una semana. En ocasiones, de forma beneficiosa para él mismo.
Sin embargo, la utilización de Twitter desde un dispositivo Android cualquiera por parte del nada menos que presidente de los Estados Unidos ha causado algún que otro quebradero de cabeza en el pasado a los encargados de su seguridad. Pocos meses después de mudarse a la Casa Blanca, Trump continuaba utilizando un teléfono no encriptado y, por tanto, fácilmente rastreable o hackeable por sus enemigos, razón por la que su equipo de seguridad le conminó a utilizar dispositivos encriptados y seguros.
Para Twitter, la polémica vuelve a ilustrar hasta qué punto nada parece funcionar bien en la compañía. Ya sea en su incapacidad para reportar a los acosadores y a las cuentas que abusan psicológicamente de personalidades célebres o anónimas, en su nula habilidad para leer y solucionar las necesidades y problemas de sus usuarios o, en este caso, para contar con un efectivo sistema de seguridad que impida trollear al presidente, la compañía sale de un charco para aterrizar en otro.
Más allá de la anécdota y de los millones de tuits dedicados al asunto, el gesto del empleado, probablemente un mero trolleo sin mayor intención, ha puesto de manifiesto tanto los problemas internos de Twitter... Como los del propio presidente.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario