Los daneses no han adquirido la pasión por la bicicleta en los tiempos modernos: en realidad este pueblo siempre ha sido un fanático de las dos ruedas y en los años 30 era habitual ver las calles concurridas de mujeres y hombres pedaleando de camino a su trabajo.
La bici, por cierto, también es sinónimo de independencia. Para las jóvenes generaciones por tener un medio de transporte veloz y barato, pero para los más mayores significa autonomía, capacidad física de ir a donde tú quieras con el poder de tu vista y tus piernas, cosas que van progresivamente perdiendo su influjo hasta los 70, la edad en la que la mayoría de la gente aparca su biciclo para siempre. Resulta que éste es también, de entre todos los disponibles, el método de viaje que más feliz hace a los daneses.
Darse cuenta de que los mayores tienen mucho que ver (y mucho que contarnos)
Ole Kassow cayó en la cuenta de todas estas cuestiones después de ver a un anciano sentado en un banco junto a su andador en el parque por el que el joven pasaba todas las mañanas en bici mientras el hombre le daba siempre los buenos días.
Un día, Kassow optó por aparecer por el asilo que tenía cerca de su casa. Había alquilado una bici con un carro, al estilo de los sidecares, y quería ofrecerle un viaje a algún mayor del centro, sólo por comprobar qué tal funcionaría esta extraña proposición. Aunque pensaba que los gerentes le echarían a patadas, una enfermera aceptó gustosamente, y ella y Gertrud se montaron en la cabina movida por el pedaleo de Kassow.
“¿A dónde queréis ir?”, dijo el chico. Gertrud, de más de 80 años, lo tenía claro. Quería volver a Langelinie, una zona de recreo a la orilla de más báltico donde todos los kobmendenses suelen terminar sus paseos para descansar y tomarse un helado. Allí también es de donde encallaban la mayoría de cruceros, cosa que le recordaba a la anciana a los tiempos en los que veía llegar a sus nietos desde Groenlandia.
Durante la hora que duró el trayecto Gertrud revitalizó sus fuerzas y abrió los recuerdos de tiempos muy felices. Y por supuesto, al llegar de vuelta al centro no tardó en contarle la maravillosa experiencia a los demás residentes.
Como explicó Kassow en una charla para TED, dos años después de empezar a pedalear para los mayores, esto no sólo le dio a ellos la oportunidad de recuperar la movilidad y las calles. También le permitió al conductor a aprender muchísimo sobre la historia local de su ciudad, también la posibilidad de hacer un montón de amigos nuevos.
"Cycling without age": una iniciativa social que toda ciudad debería implantar
Los efectos fueron inmediatos. No sólo a nivel organizativo, ya que esta bicitaxi se convirtió rápidamente en Copenhague (más tarde también ha llegado a otros 30 países del mundo) en otras cuatro y más de 20 voluntarios dispuestos a pasearlas durante un par de horas a la semana. También a nivel emocional. Un esfuerzo que en realidad le cuesta muy poco a esos jóvenes consiguió que algunos mayores hablasen después de años en silencio, que curasen algunos de sus tics causados por la demencia, que perdiesen esa sensación de abandono que sufren muchas de las personas de la tercera edad.
Sentir el viento fresco en el pelo es uno de los sentimientos más citados por los pasajeros de la iniciativa Cycling without age. La otra es contarle a alguien todas esas historias que todos atesoramos y que probablemente desaparezcan cuando ya no estamos aquí.
Montar en bici es dejar una huella tanto en el espacio como en la sociedad, una labor que bien se ha ganado el cariño de sus participantes y el respeto de la ciudad escandinava. Algo que, además, podemos empezar a implantar nosotros mismos en nuestra ciudad: desde su página web tienes todos los consejos necesarios para conducir este tipo de vehículos así como para cambiar las ruedas o fabricar cinturones perfectos para los pasajeros. Las piernas, los ojos, el tiempo y el cariño es casi lo único que deberás poner de tu parte.
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