¿Quién es Martin Shkreli? Es el “pharma bro”. El niño rico que jugó con la vida de miles de personas. El que subió de un día para otro medicamentos contra la malaria, la tosmoplamoxis y el SIDA en un 5.500%. Te contamos por qué suscitó las iras de medio mundo hace un par de años aquí.
Conexión Shaolin: porque también fue conocido por ser el mayor pujador para llevarse el álbum especial de una sola copia del grupo de raperos Wu-Tang Clan, una performance que, según ellos, buscaba concienciar en la dignidad económica que merecen los músicos perdida en la era del streaming y las descargas. Los Wu se dieron cuenta demasiado tarde de que tal vez el “hombre más odiado del mundo” no era su mejor opción como comprador. O eso decían, porque también hubo rumores de que le habían dado una copia falsa (¿se puede dar una copia falsa de una obra única?). Cuando intentaron cancelar la compra, éste dio largas y secuestró el álbum, amenazando con destruirlo primero, poniéndolo más tarde a la venta en Ebay y quitándolo antes de venderlo como mofa hacia sus seguidores. No esperes jugar con los Wu y salir ileso.
Sueños de Hillary: el chico era un bufón, el tipo de millonario excéntrico con ganas de llamar la atención que lo mismo tuitea insultando a la prensa que da charlas junto a la tóxica figura de Milos Yiannopoulos for the lols. Entre sus méritos se encuentran difamar a periodistas comprando dominios con su nombre y llenándolas de basura, acosar por la red a una informadora y ofrecer 50.000 dólares a la primera persona que le trajese un mechón de pelo de Hillary Clinton.
¿Y por qué es noticia ahora? Porque por fin la justicia le ha condenado a una pena de cárcel (tendrá que pasar siete años entre rejas) y la gente está viviendo una liturgia schadenfréudica con cada titular que aparece en los últimos días. El capullo de insolente sonrisa perpetua hace pucheros cuando le leen la sentencia. Cuentan allá que tendrá que ceder una parte de sus activos, valorados en siete millones y medio de dólares y entre los que se incluyen un Picasso y el famoso disco de Wu-Tang Clan. Vice entrevista a distintos presos para saber qué le harán cuando entre en prisión.
Shkreli, otro Al Capone: he aquí lo importante. A Shkreli no se le ha condenado por su especulación farmacéutica, como a muchos les gustaría, sino por conspiración y fraude. Por darle información falsa sobre el estado de las cuentas de sus depósitos a los inversores de sus fondos. Éstos consiguieron recuperar su inversión y la empresa no se fue a pique, pero el mero hecho de falsear la situación de la empresa ya es un delito en sí mismo.
Sufre, mamón: como sabemos, buena parte del sistema judicial estadounidense funciona mediante jurado popular. Por eso ha sido especialmente divertido (desde nuestro punto de vista, pernicioso para el de su defensa) ver cómo intentaban sin éxito congregar un jurado que le juzgase de forma justa y atendiendo sólo a las razones por las que se le procesaba. Leíamos cómo a algunos les ofendía su pasado como especulador de un bien de primera necesidad, pero también cómo otros le juzgaban por su pinta de culebra, su cara de capullo o su falta de respeto hacia los Wu-Tang Clan. No se le ha sentenciado culpable por ser un mal empresario, sino por ser un imbécil.
Y al final gana la banca: la triste lección que también se recoge de todo este asunto es que sólo se ha condenado públicamente a este personaje por cantearse demasiado. Las tácticas especuladoras con fármacos esenciales para la vida humana están a la orden del día en el sector farmacéutico estadounidense. Como recordaba el propio Shkreli años atrás, sus tácticas eran perfectamente lícitas. Por muchos odios que despierte entre los afectados, el mercado no entiende de remordimientos, sólo de oferta y demanda. El encarcelamiento del empresario no va a cambiar la política de precios sanitaria de EE.UU.
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