El CETA, el acuerdo de libre comercio entre Canadá y la Unión Europea, ya está más cerca de ser una realidad. El Senado español ha aprobado hoy el texto firmado con anterioridad por el gobierno de Justin Trudeau y el Parlamento Europeo. La aprobación de ayer se enmarca dentro del ciclo de firmas por parte de los parlamentos nacionales. En el plazo de algunos meses, Europa y Canadá podrían estar comerciando bajo su paraguas.
La noticia ha sido recogida por los diversos grupos políticos del ambivalente modo que cabe esperar, desde la crítica a las condiciones del tratado y a la pérdida de "soberanía" por parte de la izquierda y la extrema derecha europeas, extraños compañeros de cama, hasta el aplauso unánime de los dos grandes bloques políticos del continente, los populares y los socialdemócratas. ¿Su defensa? Más riqueza con un país que "comparte" el espíritu europeo.
De hecho, y al margen del futuro boom exportador e importador entre ambos bloques que favorecerá el CETA, esta ha sido un argumento común durante toda la mañana para defender el tratado. El acuerdo es "progresista" porque Canadá, al contrario que EEUU y el TTIP, es un socio natural de Europa: tolerante, de tradición demócrata, con un modelo sanitario y un estado del bienestar similares a los europeos, y de talante negociador.
La firma del CETA y la prominente figura mediática y memística de Justin Trudeau, su flamante primer ministro, hablan de Canadá como un lugar benevolente y sin tacha (al uso nórdico). Sin embargo, como cualquier otro estado, Canadá tiene su lado oscuro: tanto a nivel económico como desde el punto de vista de los derechos humanos. Estas son las sombras del país con el que la Unión Europea ha firmado el tratado.
1. Las "oil sands" y la degradación del terreno
Pese a su abierta defensa de políticas que protejan al medio ambiente, Canadá continúa fomentando una economía que dependa de los combustibles fósiles. Es productor y exportador de productos derivados del petróleo. El ejemplo más paradigmático es el de las "oil sands", grandes explotaciones al aire libre en Alberta que representan una terrible degradación del terreno y que emiten un 12% de CO2 más que otras extracciones convencionales de petróleo.
¿Me afecta bajo el CETA? → Improbable. Las "oil sands" son muy caras de extraer y aún más de transportar y exportar a la Unión Europea desde Canadá. Desde Canadá se teme que el tratado pueda aumentar la presión sobre el gobierno canadiense para limitar las regulaciones. Pero el CETA cambia virtualmente poco. En cualquier caso, su extracción te afecta globalmente, y continuará se apruebe o no el tratado.
2. Un modelo regulatorio distinto (y no mejor)
Es uno de los principales temores de los reacios al CETA: las regulaciones canadienses en materia ambiental o de salud alimenticia son diferentes, y no siempre mejores, a las europeas, al que podrían aprovechar las grandes corporaciones estadounidenses (vía sus filiales) para operar sin tarifas dentro de los mercados locales. Un ejemplo de la disparidad de regulaciones: la leche, que en Canadá está fuertemente regulada y controlada, mientras en Europa no.
¿Me afecta bajo el CETA? → Sí, pero no siempre. Dependerá de cómo se articulen finalmente los tribunales de arbitraje estipulados en el acuerdo y que, para preocupación de sus opositores, operan en un nivel diferente a las legislaciones de los estados miembros. La armonización regulatoria será el principal problema del acuerdo.
3. Procesos industriales ajenos a las normas europeas
Pensemos en los estándares alimenticios de la Unión Europea, tan pulcros y meticulosos que llevaron a la propaganda británica pro-Brexit a criticar la infinidad de regulaciones sobre las almohadas (un argumento, por cierto, desmontable). ¿Qué sucede en Canadá? Que las regulaciones y las normativas son más laxas. Especialmente en materia alimentaria: los productores canadienses pueden lavar sus pollos y terneras en cloro para desinfectarles (prohibido en Europa) o pueden comercializar con carnes hormonadas.
¿Me afecta bajo el CETA? → No, según las autoridades europeas todos aquellos alimentos que no hayan sido tratados según las regulaciones vigentes de la Unión no podrán ser vendidos libremente en el mercado. O lo que es lo mismo: si Canadá quiere vender sus pollos o terneras, tendrá que atenerse a las normas europeas.
4. No es país para (adorables) focas
Consideremos a las focas: blandas, peluches andantes, tiernas, simpáticas. ¿Quién podría tener nada en contra de ellas? Canadá, claro: el país las lleva cazando durante décadas, y a menudo de los modos más abominables que se puedan imaginar. El país ha rechazado históricamente prohibir la práctica porque, en teoría, es un buen negocio (la venta de pieles). Sin embargo, ya no es así, y Canadá gasta más en subvenciones de lo que recibe en exportaciones (por lo que podría tener los días contados).
¿Me afecta bajo el CETA? → Sólo si compras piel de foca. La industria ha operado históricamente al margen del acuerdo, y la Unión Europea ha prohibido su importación con anteriores ocasiones. El texto no habla específicamente de ella.
5. Keystone y los oleoductos firmados con Trump
Relacionado con el primer punto: cuando Trump desempolvó los dos oleoductos proyectados y cancelados por la administración Obama, entre ellos Keystone, un proyecto transversal al territorio estadounidense y canadiense que pasa por encima de terrenos indígenas, se ensombreció el papel de Canadá. Es crucial: Trudeau está muy interesado en su construcción, pese a sus enormes costes ambientales, por cuestiones económicas.
¿Me afecta bajo el CETA? → Sólo en la medida en la que Keystone se emplee para exportar el petróleo extraido de las oil sands a Europa, lo que ahora mismo no parece un objetivo estratégico de los estados miembros. Te afecta en tanto que revitaliza las oil sands (las hace más rentables) y en que eres un ciudadano/a del mundo afectado por el cambio climático.
6. Su lucrativo negocio de armas
Canadá es el segundo exportador mundial de armas al polvorín por antonomasia de las dos primeras décadas del siglo XXI, Oriente Medio. Trudeau ha revivido los lazos económicos relativamente congelados por la anterior administración, la de Harper, y ha posicionado a su país, de nuevo, al frente de la siempre rentable industira armamentística (en apoyo a países como Arabia Saudí, con certificables crímenes de guerra a sus espaldas en Yemen). Es algo que EEUU y otros países europeos, por otro lado, también hacen.
¿Me afecta bajo el CETA? → No. El negocio armamentístico de Canadá no está en Europa. Está en los mismos lugares donde Europa tiene sus negocios armamentísticos.
7. Su censurable historial contra los nativos canadienses
Al igual que Estados Unidos, Canadá ha marginado y discriminado históricamente a los pobladores nativos de las tierras posteriormente colonizadas por británicos y franceses. Hoy, los nativos canadienses sufren más suicidios que sus compatriotas y, dada la escasez de infraestructuras, tienen dificultades para acceder a elementos tan básicos como agua potable. Trudeau ha manifestado interés en dar visibilidad pública a sus problemas y su situación podría mejorar.
¿Me afecta bajo el CETA? → Obviamente, no.
Ok, ¿entonces el CETA es malo?
Como hemos visto, no todas las cuestiones anteriores están relacionadas con el tratado firmado por la Unión Europea y Canadá. Los aspectos oscuros del país norteamericano son similares a los de sus colegas europeos (España, por ejemplo, es una de las potencias exportadoras de armas). Hay argumentos tanto para estar a favor como en contra del CETA (aquí hay un buen resumen), aunque ambas posturas estén exacerbadas.
Es tentador defender el tratado en base a la simpática imagen de Canadá, pero es un error. Hay buenos motivos para defender el CETA del mismo modo que los hay para oponerse. Pero en ningún caso los clichés entran en esa categoría.
Puedes leer el texto completo del CETA (más de 400 páginas) aquí. Versión extendida en inglés (más de 1.500 páginas) aquí.
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