El lobo está regresando a la mayoría de países de Europa. Pero no son buenas noticias para todos

El retroceso generalizado de la agricultura y la preocupación por la conservación de la fauna y flora de nuestro entorno está favoreciendo una amplia repoblación de grandes especies en el continente europeo. El ejemplo más simbólico es el oso: ausente durante decenios en puntos como la península ibérica, ha regresado a la misma vía especímenes eslovenos. Al igual que en otros puntos de Europa, sobrevive en la misma en precariedad y bajo control.

De forma paralela también ha regresado el lobo. El emblemático animal había quedado confinado a las llanuras boscosas de Europa del Este, en los páramos infinitos de Rusia y Bielorrusia, donde procreaba y disfrutaba de sus días en libertad. Para el resto de Europa era una rara avis, un exotismo sólo presente en algunos puntos remotos del continente. Y sin embargo, durante las últimas décadas una combinación de factores ha permitido su regreso a un amplio abanico de países.

¿El último en darle la bienvenida? Dinamarca.

El país escandinavo ha dado la bienvenida a la semana con su primera pareja de lobos hembra y macho en más de dos siglos. Las tibias llanuras de la península danesa se habían impuesto a los elementos. Mediado el siglo XIX, la evolución de las técnicas de cultivo y de la industria, al igual que en el resto de Europa, impusieron la ley del ser humano sobre la de la naturaleza, y el lobo se marchó para siempre.

Hermano lobo, doscientos años después

Hasta 2012. Entonces, investigadores y biólogos del país detectaron la presencia de un lobo macho en la parte central del país, rica en bosques y tierras de cultivo. Si bien un nutrido grupo de amigos peludos se fue instalando progresivamente en la península de Jutlandia, ninguno de ellos era hembra, lo que dificultaba la viabilidad a corto plazo de la especie en el país. El problema se ha resuelto con la llegada de un ejemplar femenino que, según los científicos, podría dar a luz a sus primeros retoños en un año.

Un lobo noruego. (Tom Bech/Flickr)

La loba había recorrido más de 500 kilómetros desde Alemania, donde el animal está teniendo otro impactante revival. Su trayecto fue natural, no inducido por los investigadores: los lobos son capaces de recorrer vastas superficies de terreno en pocos días y en solitario, lo que explica su gran rango a lo largo y ancho del continente.

¿Buenas noticias, no? A priori, sí: el regreso de uno de los últimos depredadores de Europa implica que la fauna del continente recuperará parte de su biodiversidad, en un tiempo en el que las amenazas son constantes por doquier (sin ir más lejos, la población y el abanico de especies de pájaro están decayendo de forma progresiva). El lobo había sido cazado hasta la extinción por el impacto que podía tener en los rebaños de los ganaderos, por aquel entonces, en el siglo XIX, pilar fundamental de la economía danesa.

Sucedió algo similar en el resto de Europa: el empeño de cazadores y de la población civil por limitar las acciones del lobo, a menudo perniciosas para sus economías, terminaron expulsando al animal de sus hábitats naturales. El lobo pasó así a engrosas el imaginario popular europeo de forma tenebrosa, inspirando leyendas e historias nefandas de todo tipo, y contribuyendo a alimentar una fama que, como Félix Rodríguez de la Fuente acertó a identificar y atacar, terminaría con sus ejemplares desde Portugal hasta Grecia.

Lobos ibéricos. (Juan José González Vega/Wikipedia)

Pero del mismo modo que el ser humano luchó contra el lobo hasta llevarlo al borde de la extinción en multitud de países, ahora sus problemas de reinserción podrían ser similares.

Algo ha cambiado de forma dramática, sin embargo: si cuando el lobo desapareció de Europa la agricultura y la ganadería eran los sectores sobre los que se asentaba mayoritariamente la población, hoy la suma de ambos tan sólo representa una parte marginal de las economías europeas. El cultivo y el pastoreo sobreviven en el continente de forma un tanto artificial, gracias a los importantes subsidios repartidos por la Unión Europea que favorecen el consumo local y que imponen un proteccionismo light de facto sobre sus productos.

La circunstancia ha permitido, entre otras cosas, que Europa ahora sea un continente más repleto de árboles. Las mejoras técnicas (que priorizan la concentración de cultivos, al hacerlos más productivos) y el abandono de los europeos del campo (es el continente más urbano que existe) ha hecho que la masa forestal de todos los países de Europa se dispare, tras años de dominio humano sobre las colinas, los valles y las mesetas.

La nueva lucha contra el lobo

Y al igual que los árboles, los lobos también han vuelto, sólo que generando un conflicto olvidado por Europa durante los últimos dos siglos. En España, la abundancia del animal, del que se cuentan más de dos millares, ha provocado que el gobierno haya permitido su caza una vez más, noticia positiva para los ganaderos, quienes dicen contabilizar más de 800 ataques al año. En Finlandia, el gobierno permite "redadas" de lobos anuales ante el temor de la población local a su peligrosa presencia, y el gobierno noruego aspira a eliminar al 70% de sus ejemplares por idénticos motivos.

En Finlandia y en Noruega el propio gobierno autoriza cazas anuales para reducir a la población, y en lugares tan lejanos como Grecia el lobo representa una amenaza

Como contaba The Economist en este fantástico reportaje, en lugares tan remotos como Grecia, tan al sur, el lobo había vuelto a hacer suya la ley del bosque y del monte. Ganaderos que subsisten a duras penas se ven atemorizados ante la posibilidad que su renovado vecino, cansado de cazar ciervos en las colinas mediterráneas, se lance a por los jugosos rebaños de ovejas y cabras. La solución para los escuetos y vetustos pastores griegos era la de sus antepasados: rifle al hombro y en la búsqueda del culpable de sus males.

La conflictiva convivencia se repite en todos los rincones del continente, y es previsible que incluso allí donde el animal aún es residual, como en la muy urbanizada Países Bajos, suceda lo mismo con los exiguos agricultores y ganadores que aún se ganan la vida con el campo. En Dinamarca los investigadores que monitorizan las actividades de sus lobos son cautos a la hora de predecir un futuro pacífico entre lobo y hombre, dado que los predadores se sienten cómodos incluso en entornos urbanos tan densos como 3.000 habitantes por kilómetro cuadrado.

De Grecia a Noruega, el regreso del lobo atrae consigo diversos problemas para las comunidades locales. (Pixabay)

"Siempre y cuando no les molestemos, estarán bien en estos paisajes dominados por el ser humano. En Dinamarca no hay razón por la que el lobo no puede florecer. La cuestión es, ¿la gente va a aceptarlo?", se plantea en The Guardian Guillaume Chapron, investigador sueco en la materia. "El lobo necesita comer algo. Cuando se den cuenta de que las ovejas danesas no saben mal, quizá sea problemático. Será interesante ver hasta qué punto podemos convivir con grandes predadores".

Si hemos de obedecer a la historia, el planteamiento de Chapron tiene una respuesta: no podemos, no sabemos, no queremos. Pero dos siglos después, la historia es muy distinta, y el lobo, un animal más que habituado a la presencia humana (encantado con ella, en realidad) crece a ritmos vertiginosos en lugares tan civilizados y urbanizados como Alemania, con tasas del 25%. ¿Podremos aprender, esta vez sí, a vivir junto a él, de igual modo que junto al oso en las montañas?

La respuesta quizá no sea tanto "sí" como que hoy, en el siglo XXI, las zonas de conflicto entre ambos son marginales. Y por tanto, el lobo vuelve.

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