¿Y si os dijera que en la mitad de operaciones se producen errores médicos, que éstos son ya la tercera causa de muerte más común en Estados Unidos o que en Inglaterra, si no se hubieran ignorado las negligencias durante años, hoy más de 20.000 personas seguirían con vida?
Olvidad las grandes pandemias, las bacterias multiresistentes e, incluso, las pseudociencias. El mayor reto de la medicina del siglo XXI son los errores médicos. Y sería un error no empezar a pensar seriamente en ellos.
El primer estudio general se realizó el año pasado
Karen Nanji es anestesista del Hospital General de Massachusetts (el Mass General) y hace poco más de un año coordinó el primer estudio perioperatorio sobre los errores médicos que se realizaba en el mundo; es decir, realizó la primera investigación sistemática de todo el proceso operatorio antes, durante y después de entrar a quirófano.
Durante 8 meses, ella y su equipo examinaron hasta 277 operaciones seleccionadas al azar. Documentaron, midieron y catalogaron hasta el más mínimo detalle. En total, evaluaron más de 3600 administraciones de distintos medicamentos en distintos tipos de operaciones.
Según sus conclusiones, se producen errores en una de cada dos operaciones que se realizan y en un 5% de las medicaciones que se administran. Por si esto no era, ya de por sí, preocupante, Nanji y su equipo comprobaron que esos errores no eran inocuos: un tercio de ellos causaban daños en los pacientes. Algunos muy serios.
En EEUU las cifras son escandalosas...
Efectivamente, las cifras son escandalosas. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el Mass General no es un modesto hospital de provincias. No sólo es el centro de referencia de la Universidad de Harvard (y uno de los más grandes y antiguos de todo el país) sino que ha sido señalado como el número uno de EEUU en numerosos rankings a lo largo de los años.
Está claro que no es una oveja negra. Las últimas estimaciones hablan de 251.454 muertes de este tipo al año en Estados Unidos, aunque lo más probable es que la cifra real se encuentre en la horquilla de entre 48.000 y 98.000 muertes anuales que da el Committee on Quality of Healthcare in America (una entidad creada para monitorizar este tipo de sucesos).
Sean cuales sean las cifras exactas, lo que está claro es que estos datos dejan obsoletas las antiguas estimaciones anuales que hablaban de entre 90.000 y 140.000 en todo el mundo durante la década de los noventa. Ay, qué inocentes éramos.
...pero los datos del resto del mundo no son mucho mejores
En septiembre de 2007, la madre de Julie Bailey entró en el Hospital de Stafford por una hernia. Casi dos meses después, el 8 de noviembre de ese mismo año, murió. Insatisfecha con las explicaciones, Bailey inició una pequeña campaña que acabó sacando a la luz uno de los mayores escándalos médicos de Gran Bretaña.
Entre 2005 y 2008, y sólo en el hospital de Stafford, murieron entre 400 y 1200 personas por la incompetencia del servicio de urgencias. En 2010, el parlamento inició una investigación de más de tres años que dejó negro sobre blanco que el sistema había fallado.Había fallado mucho. 20.000 fallos mortales para ser exactos y otros cientos de miles de negligencias que, afortunadamente, no acabaron con la muerte de los pacientes.
Da igual dónde vayamos o qué país analicemos. En Alemania, se registran casi 19.000 muertos al año por diversos errores médicos. En países como Australia o Francia han creado órganos para monitorizar este problema y en España... bueno, en España no tenemos ni idea.
Aunque pueda sorprendernos, no, no hay ningún registro digno de ese nombre. Se pueden conocer el número de demandas que se tramitan en los juzgados (274 al día en 2009) o las estimaciones que realizan algunas asociaciones de enfermos pero como os podéis imaginar, estos datos no permiten estimar correctamente el número de errores que se dan en nuestros hospitales.
El error de ignorar los errores médicos
Si vamos un paso más allá, nos damos cuenta de que los errores médicos no son, en realidad, el problema. Los errores médicos son un síntoma de la confluencia de dos crisis en las que se encuentran los sistemas sanitarios de medio mundo: una legal y económica; y otra ética y social.
Una crisis legal y económica porque, sin lugar a dudas, de todos los problemas que se pueden presentar desde estos flancos, los errores y las negligencias son uno de los más importantes. Y cada vez más. En España, la actualización del Real Decreto que se usa para determinar la cuantía de las indemnizaciones puede acabar doblándolas. Se pone fin a la 'peculiaridad' española en este ámbito (hasta ahora, la media era hasta un 75% inferior a las otorgadas en Europa) y, de paso, se compromete el futuro de todo el sistema sanitario.
Esta es una tendencia legal que se está replicando en todos los países de nuestro entorno (una transición desde la medicina basada en la beneficencia a la medicina basada en la autonomía) porque es la contrapartida judicial de los esfuerzos mundiales por poner al paciente en el centro del sistema.
La crisis ética y social viene por otro lado: por las dificultades de los sistemas sanitarios para relacionarse con los pacientes, pero sobre todo con los profesionales. No es sencillo equilibrar la necesaria fiscalización de la medicina y la defensa de los derechos de los pacientes con la seguridad laboral, física y mental del personal sanitario. Y, a día de hoy, si tengo que ser sincero ningún país ha conseguido dar con la clave para solucionar este problema.
Los retos de la sanidad, el futuro de la salud
Pocos lugares en el mundo son más complejos que un hospital. No solo hay innumerables patologías, necesidades y problemáticas, sino que los protocolos y las prácticas están cambiando constantemente para adaptarse a los nuevos conocimientos médicos y la realidad presupuestaria y social en la que se mueve el centro. Un lío de tres mil pares de narices.
Y en ese lío, los errores médicos siguen siendo una gran incógnita. A día de hoy ni siquiera tenemos una idea clara y contrastada de cuáles son los más frecuentes, los más evitables o los más dañinos. Sabemos extremadamente poco de ellos pese a que son una amenaza muy seria para la salud y para el sistema en su conjunto. Es hora de colocar este tema en el centro del debate, donde le corresponde.
Aquí toca entonar el mea culpa. Los periodistas científicos y sanitarios dedicamos una desproporcionada atención a la pseudociencia (homeopatía, hipersensibilidad electromagnética, cupping...) cuando hay problemas mucho más serios que pasan desapercibidos. Es por estas grietas del sistema por donde se cuelan los charlatanes y los enemigos de la salud. Demasiado a menudo, olvidamos que son los consensos sociales sobre la salud los que cimientan el mundo en que vivimos y que, si nunca salimos de nuestra zona de confort, le estamos haciendo un flaco favor a la ciencia y la salud.
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