El médico que usaba su propio semen para inseminar pacientes y fue cazado por un test de "Ancestry.com"

El año pasado, Kelli Rowlette decidió hacerse una prueba genética para conocer más detalles de la historia de su familia. En Estados Unidos este tipo de tests se han hecho muy populares en los últimos años, pero cuando le llegaron los resultados, estaba claro que se trataba de un error.

Según el informe de Ancestry.com, el padre de Rowlette se llamaba Gerald E. Mortimer, un nombre que nunca había escuchado, y vivía a casi 1000 kilómetros de distancia. Llamó a su madre y le comentó “decepción por la falta de fiabilidad del servicio”. La cosa hubiera quedado así, pero la madre de Rowlette sí reconoció el nombre.

Un padre perdido en Idaho

Acto seguido, llamó a su ya ex-marido, Howard Fowler, y no hizo falta mucho más para entender qué había pasado. En 1979, Howard Fowler y Sally Ashby se casaron en la ciudad de Idaho Falls.Tras muchos intentos, y ante la imposibilidad de tener hijos, la pareja acudió al médico.

El médico les confirmó que los dos tenían problemas que hacían muy poco probable la reproducción natural. Fowler tenía azoospermia (un trastorno orgánico que reduce la cantidad y la calidad de los espermatozoides) y a Ashby, una retroversión uterina.

La propuesta del doctor fue realizar una inseminación artificial con esperma del marido y de un donante anónimo. Era la fórmula que más garantías ofrecía y, además, permitiría a la pareja escoger el donante que ellos quisieran. Fowler y Ashby siguieron el consejo del médico, un médico que se llamaba Gerald E. Mortimer.

Mortimer realizó la inseminación, asistió el parto y fue el médico de la familia hasta que, años después, se mudaron al estado de Washington, a casi mil kilómetros de la clínica de fertilidad de Idaho Falls. Lo que nadie podía sospechar es que, aunque el donante seleccionado no tenía nada que ver con el perfil de Mortimer, éste hubiera usado su propio esperma para inseminar a Sally Ashby.

La verdad siempre llama dos veces

Con la sospecha detrás de la oreja, Fowler y Ashby dudaron si debían decirle a su hija la verdad. Parecía lo correcto, pero ella lo había achacado a un error y no parecía necesario. Un día, meses después, Rowlette llamó a sus padres para contarles algo.

Revisando su certificado de nacimiento, se había percatado de que aparecía la firma del médico que había estado en el parto. Se llamaba Gerald Mortimer y ella no entendía absolutamente nada. La respuesta era tan sencilla como siniestra: Mortimer era su padre.

Rowlette ha demandado a Gerald E. Mortimer, ya jubilado, por fraude y negligencia médica. Pronto sabremos qué decide la justicia, pero lo que parece cada vez más claro es que las tecnologías genéticas van a sacar muchas cosas a la luz y van a cambiar la forma en que pensábamos nuestra historia.

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