Es parte del ritual y de las exigencias que nos impone la sociedad, cada vez que salimos de viaje tenemos que llevar cámara y sacar muchas fotos, ya que es una excelente manera de tener recuerdos a la mano de los lugares que visitamos, donde las fotografías se vuelven testigos que indican que eso sí sucedió y no fue un sueño, además de que algunos no confían en la capacidad de almacenamiento de su cerebro, así que la mejor forma de tener un recuerdo vivo, tal y como pasó, es una foto.
A pesar de esto, aún existen románticos que viajan sin cámara, quieren vivir y presenciar el momento sólo con y a través de sus ojos, no importa que nuestro cerebro después lo olvide o lo recordemos vagamente, ya que el punto principal fue estar ahí y vivirlo. Pero ahora conoceremos un curioso giro a esto de guardar recuerdos, ya que se trata de una mezcla de ambas formas, pero en lugar de una foto, es un dibujo basado en nuestra percepción del lugar y presentado a partir de la habilidad de nuestras manos.
El mejor recuerdo es el que tenemos en la cabeza
Todos conocemos o hemos escuchado de esos proyectos, que suceden mayormente en Instagram que consisten en presentar una foto diaria, una especie de reto/juego donde se involucran familiares, amigos y por supuesto los seguidores, donde la idea principal es tener un tema y hacer, por ejemplo, 365 fotos de comida, donde no se vale repetir platillos, y así existen de arquitectura, playas, nubes, y lo que se nos ocurra.
Ieva Ozola es un joven diseñador gráfico e ilustrador nacido en Letonia, pero que ha vivido en Noruega y actualmente radica en Praga. Actualmente es el autor de uno de los proyectos en Instagram más atractivos que hemos visto bajo temáticas de fotos diarias, ya que no se trata del método que usan todos, sino que aprovecha su capacidad para dibujar y nos presenta imágenes del lugar que está visitando, junto a un dibujo inspirado en lo que está viendo.
Los bocetos se crean de forma diaria e inmediata en el lugar donde está, no son preparados y sólo le toma un par de minutos, para ello sólo utiliza una pequeña libreta, un par de bolígrafos, lápices de colores y acuarelas. La intención de hacer esto es tener un archivo tangible y creado por él de los lugares que ha visitado, una especie de bitácora de viaje, ya que menciona que las fotografías digitales son muy prácticas, pero no retratan la percepción de cada persona, además de que se pierden entre todo lo que tenemos almacenado en smartphones y discos duros.
La idea de tener dibujos como diario de sus viajes, es que en el dibujo se muestra una representación creada a partir de su percepción, vamos, no es una representación fiel, pero es como él lo imaginó en ese momento, y eso le da un valor adicional a la obra.
En Magnet | Quién hubiera dicho que un par de recortes darían nueva vida a las clásicas fotos de turista