Las encuestas lo tenían meridianamente claro y, en esta ocasión, no fallaron: el Moviminto 5 Stelle ha vuelto a imponer su ley en el siempre volátil escenario electoral italiano. El partido populista ha acumulado más de diez millones de votos, superando con mucho tanto al Partido Demócrata como a la Lega. Es la rúbrica quizá definitiva a un proyecto surgido de la boca de un alborotado cómico y que ha roto para siempre la política italiana, la más rota de cuantas existan en Europa.
Los datos no engañan. Es sencillo entender la magnitud de su victoria: en menos de diez años, el Movimento 5 Stelle ha pasado de no existir a ganar alcaldías tan importantes como Roma, a arrasar el sur de Italia como una fuerza telúrica y a hipotecar por completo la gobernabilidad del país. Las llaves de Italia, y en gran medida las de Europa, pasan ahora por las manos de Luigi di Magio y Beppe Grillo. Sólo su acción u omisión devolverán un gobierno al país.
En el origen, Grillo. Si hay un hombre al que responsabilizar del crecimiento exponencial del Movimento 5 Stelle, ese es Beppe Grillo. Cómico desaforado primero, político desaforado después, Grillo fundó la formación en 2009 poco antes de lanzarla a la arena pública como una respuesta radical, anti-establishment y directa a la eterna crisis de la república italiana. Grillo entendió el enfado de la gente, lo recogió y rajó por la mitad la tradicional dicotomía izquierda-derecha.
En cada elección cosechó una nueva victoria, hasta dominar el escenario. Lo hizo al modo populista, pero sin los tics identitarios y xenófobos del norte de Europa.
Qué quiere el Movimento. Fumigar la política italiana primero, reconstruir el país después. ¿Cómo? Es un partido arraigado a la democracia directa, hostil a toda conciliación o negociación con las formaciones tradicionales, tan simpático a las políticas empresario-friendly como a programas sociales de diverso calado, con cierta receptividad al discurso anti-inmigración (clave en Italia) y descaradamente beligerante con la Unión Europea.
Y quién le está votando. Si miramos un mapa, el sur. Si miramos los datos demográficos, varones jóvenes, en paro y con estudios. Es decir, desencantados con el inestable y caótico sistema político y económico italiano carente de oportunidades. Sin ideología definida, el voto al Movimento se ha interpretado como un voto de enmienda al sistema. Un "estamos hartos" (abajo vs. arriba) que ha encontrado acomodo en el eternamente mísero e irreformable sur del país, menos afín a los partidos tradicionales.
Una ruptura total. El M5S ha ilustrado que el sistema de partidos posterior a Tangentopoli ha reventado. Una vez Grillo y compañía aparecieron en escena, fue obvio que había alternativas de gran escala a la coalición de centro-derecha (capitalizada por Berlusconi) y a la de centro-izquierda (por la enésima mutación de la social-democracia). ¿El resultado hoy? El PD ha obtenido los peores resultados de su historia y en la derecha la Lega ha dado el sorpasso a Silvio y compañía.
Ahora, los dos grandes agentes de la política italiana son el M5S y la Lega, dos euroescépticos. Italia ha vuelto a estallar, y ahora la metralla se dirige a la UE.
Imagen | Niccolò Caranti/Wikipedia
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