A pocos días de enteraros de que ciertas ciudades españolas están alcanzando los máximos históricos de los últimos 80 años (desde que se empezaron a registrar las temperaturas), un niño aparecía en nuestras redes. Sereno, posiblemente feliz y disfrutando del regalo que alguno de los adultos de la casa le ha preparado: su próxima piscina en la terraza. Forrar las paredes del balcón y crear tu Hawaii Bombay es automáticamente vivir en 3017. Tú te mueres de calor y él juega en su feudo helado. Con vistas.
Pero tras la sorpresa, las dudas. La ansiedad empieza a sobrevolar nuestras mentes. Sacamos las matemáticas de secundaria y la calculadora del móvil se pone a medir centímetros cúbicos de aguas y jugar a técnicos de infraestructuras. A adivinar a ojímetro el soporte de carga de un balcón levantino de vivienda obrera estándar (no tenemos ni idea de si la foto se tomó en España, Brasil o Irán, pero eso tiene poca importancia en este caso, ya que pocos códigos de habitabilidad permitirán que pongas toneladas de agua en un voladizo).
Como sabemos, hay varios tuiteros que se han puesto manos a la obra:
Pero nosotros también hemos querido aportar nuestra visión.
Escuadra y cartabón: calculando la resistencia de la piscina balconera
En efecto, lo importante en este caso es calcular la profundidad del agua. “Si es de unos 35 centímetros, como parece que es, estaríamos hablando de una presión de unos 350 kilos de peso por metro cuadrado que se reparte por igual en toda la superficie de la ‘piscina’”, nos cuenta Modesto Espeso, veterano arquitecto por la escuela de Valladolid.
“Según el Código Técnico de Edificación que está vigente en España, las terrazas están preparadas para soportar 200 kilos de peso por metro cuadrado, aunque gracias al coeficiente de seguridad que se aplica y que muchas de estas construcciones llevan sobrearmado, en la práctica una vivienda media podría resistir en ese caso más peso, unos 300-400 kilos el metro cuadrado. Pero insisto, dependerá mucho de la edificación y del caso al que nos estemos refiriendo”.
Y si te estás preguntando por qué no es lo mismo un balcón lleno de agua que la estantería que tienes a reventar de libros, es porque dentro de la vivienda el suelo y su capa de compresión que lleva el forjado que redistribuyen la carga de forma más uniforme por la superficie. Lo grave en ese caso sería que toda tu casa estuviese llena de bibliotecas o de bañeras llenas de agua.
Es decir, que aunque el niño sólo estuviera en una piscina de 30 centímetros de altura de agua (cuando en realidad parece que es más), está jugando con verdadero fuego. Pero como nos explica Espeso, la cosa no acaba aquí, porque la parte más frágil de esta estructura es su barandilla, la carga lateral. Como podemos imaginar, no tiene la misma capacidad de aguante un suelo de cemento con vigas transversales que una capa de vidrio, y además “la normativa sobre los coeficientes de seguridad de los laterales son más laxos, aunque suelen rondar los 100 kilos por metro lineal en su borde superior”.
Según cálculos orientativos de Espeso, si suponemos que cristal de esa barandilla está laminado y tiene un grosor superior a 6 centímetros, todo va bien, pero si tiene un grosos menor o se le vuelca un poco más de agua, el riesgo de colapso por empuje del líquido es altísimo.
La estampa graciosísima que puede terminar en el telediario
Esta es la otra cara de esta anécdota salvaje, que los arquitectos están cansados de advertir a las familias de que el peso con el que cargamos los balcones o las piscinas improvisadas no son ninguna tontería. En varias páginas se recomienda que los padres ansiosos por refrescar a sus niños en temporadas calurosas que consulten primero con un técnico o un arquitecto antes de poner una piscina infantil de más de unos centímetros de altura.
Una noticia circuló en 2007 después de que una niña muriese en Barcelona por las mismas circunstancias que tememos: cedió el suelo de la terraza donde había instalado una piscina de capacidad de hasta 3.000 litros de agua.
Más común que las piscinas, pero siguiendo el mismo proceso, han muerto en años anteriores grupos de personas al asomarse a balcones volados de edificios antiguos o que no cumplían con las exigencias de la normativa actual.
“Para empezar, se dan casos en los que hay una armadura que no está colocada como se debiera, porque la mano de obra no es demasiado eficaz o los controles de su país no son tan estrictos como en España. También, hace 40 o 50 años, cuando los conocimientos matemáticos no eran tan amplios, se exigían estructuras que soportasen 150 kilos por metro cuadrado, no 200. Y antes de esos años lo determinaba el constructor según su propio interés”, dice Espeso.
Todavía no sabemos nada sobre el protagonista de esta noticia. No sabemos ni siquiera su país de origen y si las normativas a las que se somete el edificio donde juega plácidamente son lo suficientemente estrictas. Pero esperamos sinceramente que esté bien. Y, desde luego, no lo intentes en casa.
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