Si la violencia permea todas las capas de la vida política mexicana, era cuestión de tiempo que también se trasladara al ámbito cibernético.
Y qué mejor red social para ello que Twitter. Como ha venido denunciando de forma recurrente el periodista y escritor Héctor de Mauleón, la retahíla de amenazas de muerte y acoso de todo tipo a diversos periodistas y personalidades célebres de determinada cuerda política ha sido una constante. Lo sistemático de las amenazas indicaban la existencia una red. Red, hoy, ya desarticulada.
Tras meses de investigación, fue la La Policía Cibernética de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México quién finalmente identificaó al sujeto detrás de las amenazas a principios del pasado enero. Y si bien resultó que un sólo hombre operadaba bajo diversos pseudónimos amedrentando y presionando a diversas personalidades, los hallazgos de la policía indican la posible existencia de una red y de apoyos últimos más profundos.
Vivir de las amenazas: el caso de @slayden
El origen de la historia hay que rastrearlo en la cuenta hoy desaparecida de @slayden.
Según la investigación policial, José Castrejón Aguilar, un universitario residente en Puebla que había cursado sus estudios de Ingeniería en Ciencias de la Comunicación e Ingeniería en Desarrollo de Software en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), gestionaba desde su cuenta principal (a la que tenía asociada un Ask.fm donde respondía preguntas de las formas más altivas) varias decenas de cuentas dedicadas al ciberacoso.
Las autoridades mexicanas llevaban tras su búsqueda varios meses, identificando también otros grupos organizados dedicados a las amenazas de muerte digitales desde Querétaro o Ecatepec, como cuenta Leo Augusto en El Gráfico.
@slayden ejecutaba amenazas a diversas personas que, de forma general, o bien criticaban aspectos relativos a la narcocultura o bien se posicionaban en contra del gobernador de Puebla, Rafael Moreno, o bien contra el presidente de México, Enrique Peña Nieto. Castrejón organizaba sistemáticas fórmula de cyberbulling entre las que se encontraban frases recurrentes y pegadizas como "el patrón ya dio la orden", adosadas a listas de periodistas junto a pistolas.
La muletilla se utiliza de forma habitual en Twitter contra periodistas.
Las amenazas tenían un carácter sistemático pero fueron trazadas por la polícia, que logró detener al autor. @slayden tenía relación con otro tipo de cuentas que, como se cuenta aquí, incitaban "al feminicidio, al racismo, a la pornografía infantil y otras conductas delincuenciales". Esas cuentas, enumeradas por Héctor de Mauleón, correspondían a otras identidades y pseudónimos de Twitter repartidos por toda la geografía mexicana.
Entre todas, pero muy especialmente @slayden, habían amenazado de muerte, incluso con audios, a periodistas como Raúl Pérez Gay, Denise Maerker, el caricaturista Alarcón, u Olivia Zerón.
¿La motivación? Una incógnita. Pese a que Castrejón ha afirmado en varias ocasiones vivir de la red de amenazas, atar cabos y probarlo es más complejo. Existía una defensa común de políticos del PRI o de perfil priista (el padre de Moreno fue un histórico dirigente del PRI), como los ya citados Peña Nieto o Moreno (según interpreta de Mauleón, "el patrón" que daba la orden era una referencia alegórica a Moreno), pero el pasado de Castrejón apuntaba hacia otra dirección. En concreto, hacia Morena.
Morena (Movimiento Regeneración Nacional) es la plataforma política levantada por Andrés Manuel López Obrador, ex candidato presidencial, en 2014, ahora con representación parlamentaria. Castrejón intentó afiliarse a Morena antes incluso de su fundación formal, según el rastreo del histórico digital del acosador, pero en ningún momento logró formar parte del mismo como afiliado, ni sus acciones, según ha defendido el partido, estaban sancionadas a posteriori. Es decir, podía simpatizar, pero poco más.
México: cuando ser periodista te cuesta la vida
El caso de @slayden y las amenazas de muerte se enmarca dentro del tradicional estado de alerta permanente en el que los periodistas realizan su trabajo en México, ya sea por motivaciones política, como podría ser en este caso o relacionados con el narcotráfico.
Ser periodista en México es un trabajo arriesgado. El Comité para la Protección de los Periodistas calcula más de una treintena de profesionales muertos en dos décadas y media por la única razón de realizar su trabajo (nueve en 2016). Por contrastar, el mismo comité sólo contabiliza a un periodista muerto en el mismo periodo de tiempo por motivos políticos en España (José Luis López de la Calle, asesinado por ETA). Las amenazas de muerte, aunque provengan de Twitter, son una cuestión seria en México.
La escala de los asesinatos va desde lo nacional hasta lo local. Casos como el de Francisco Pacheco Beltrán muestran que la muerte de los profesionales tiene motivos variados y no siempre fundamentados: desde la interrelación en una región, Guerrero, donde los cárteles de la droga y la violencia armada son la nota común hasta críticas a las autoridades locales por su carencia de actuación. El resultado final es una voz incómoda en un entorno hostil que, demasiado a menudo, depara en asesinatos sin resolver.
Sólo un 6% de los crímenes contra periodistas en México acaban con un autor identificado y convicto. Otros medios, como la jornada, disparan el recuento de periodistas muertos a más de 100 en quince años.
Las cifras se cuentan entre las más altas del continente americano. A nivel global, como recuerda Univisión, es el país sin guerra más peligroso del mundo. La mezcla de instituciones corruptas y desinteresadas en proteger la pluralidad de voces que investiguen sobre sus maneras políticas, intereses del narcotráfico e impunidad ante los crímenes ha provocado que México sea un país muy peligroso donde ejercer el periodismo.