O mejor dicho: ha comenzado a descongelarse mucho más rápido de lo previsto. El permafrost, capas de suelo en permanente estado de congelación, cubre el 24% de la superficie del hemisferio norte (en Alaska, Canadá y Rusia, principalmente), y contiene altísimas cantidades de metano y dióxido de carbono. Hasta ahora, esto último no había sido un problema. Sin embargo, el aumento de las temperaturas registrado durante las últimas décadas ha provocado su progresivo, inexorable descongelamiento, y de forma consecuente, para desgracia del planeta, la liberación de parte de los gases contaminantes que alberga.
El último hallazgo, publicado por la revista Nature en su último número, es la sorprendente velocidad a la que el permafrost ha comenzado a derretirse. Hasta ahora, la comunidad científica tenía la esperanza de que el calentamiento global no afectara de manera drástica al suelo congelado. Sin embargo, su gozo se ha revelado decepcionante dado el drástico aumento de las temperaturas: 2015 fue el año más cálido desde que contamos con registros, y, pese a los acuerdos globales como la Cumbre de París, parece improbable que a corto plazo la humanidad sea capaz de cumplir sus propios objetivos y ralentizar el proceso.
Entre tanto, el permafrost continuará descongelándose. ¿Qué han observado los científicos exactamente? Que tanto las capas superficiales de las cuñas de hielo como las más adentradas en la tierra se están convirtiendo, cada vez en mayor medida, en agua. En las regiones árticas, el hielo invernal agrieta y contrae el terreno rocoso. Cuando llega el verano, parte del hielo se descongela y forma riachuelos a lo largo y ancho de las húmedas llanuras. Cuando se vuelve a congelar, en un proceso que ha durado millones de años, el agua filtrada a través de la tierra se congela de nuevo, y se adentra helada en la tierra.
Cómo se está derritiendo el permafrost
De forma simple, el proceso se ha repetido en las tierras árticas durante años, sin que haya habido mayores alteraciones. Ahora, sin embargo, algo ha cambiado: mientras antes sólo las capas superficiales se derretían y se transformaban en agua, ahora las más profundas también lo han comenzado a hacer. Son señales de una tendencia que a largo plazo es alarmante, no sólo por la alteración en sí de un ecosistema tan particular, sino por lo que el permafrost almacena en su interior: gases de efecto invernadero.
Como se explica aquí, en otro proceso de millones de años, el permafrost está lleno de residuos de carbono. En su mayoría, plantas y animales que quedaron atrapados en un momento dado por las glaciaciones y la congelación del terreno, y que se han ido descomponiendo. Se calcula que la cantidad de carbono almacenado en el permafrost supera al ya existente en la capa de ozono. Al estar atrapado en suelo congelado, no hay mayor problema. Sin embargo, si ese suelo se descongela, también lo hace su materia orgánica, que se libera en forma de partículas de dióxido de carbono y de metano, muy contaminantes.
¿Qué porcentaje de esos gases son capaces de llegar, en caso de ser liberados, a la atmósfera? No se sabe. Hay varias teorías al respecto. Algunos especialistas, por un lado, opinan que el calentamiento global tiene un efecto pernicioso y otro beneficioso: mientras el dióxido de carbono se libera, también crecen las plantas (mejor clima, menos hielo), capaces de absorberlas. La teoría optimista es que por el momento acaban con más CO2 del que el derretimiento emite. Por otro lado, otros científicos no dan validez a esta idea, y son más pesimistas: ese CO2 se está liberando y nada lo va a neutralizar.
¿En qué se basan? Por un lado, el aumento de las temperaturas también provocará un mayor número de incendios, que no sólo terminarán con parte de la flora surgida tras el descongelamiento, sino que supondrán nuevas fuentes de emisiones a la atmósfera. Por otro lado, el crecimiento de las aguas y la transformación de las costas eliminará parte del territorio florecido. En su escenario a corto plazo, calculan que para 2100 podríamos quintuplicar el volumen de emisiones. ¿El único modo de frenar todo esto? Uno, que, como ya hemos visto, es muy complicado: reducir drásticamente las emisiones.
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