Facebook es ese mundo virtual paralelo a la realidad en el que pasamos más tiempo del que deberíamos. La adicción a la información, a la desinformación y a las nuevas tecnologías nos han hecho magnificar una red que tiene implicaciones sociales reales, aunque la interacción sea a través de una pantalla. 2.000 millones de usuarios mensuales. ¿Por qué no podemos dejar Facebook?
Creating Facebook es un proyecto impulsado por el CREET, el Centro para la Investigación en Educación y la Tecnología Educativa que ha investigado la conciencia de las personas sobre cómo funciona la comunicación a través de Facebook y las implicaciones sociales de su comunicación. Encontraron que a pesar de que sentimos frecuentemente ofensa y odio por lo que vemos, no dejamos de entrar en el universo Zuckerberg. ¿Qué nos pasa?
Más de un cuarto de la población mundial usa esta plataforma al menos una vez al mes. Así lo anunció el fundador de la red social el pasado 27 de junio. "Lo que realmente nos importa es ser capaces de conectar a todo el mundo", dijo. Una vez que esos usuarios están conectados, ¿son conscientes de cómo funciona la comunicación a través de Facebook y de cómo les afecta?
¿Cuántas veces te has parado en un contenido que sabes de antemano que no te va a gustar? ¿O te has metido a leer los comentarios de una noticia que te remueve las entrañas para saber si alguien más opina como tú? O mejor aún, para leer los comentarios de quien opina distinto a ti. Esa sensación de repulsa, o de poder juzgar lo que tus amigos publican es lo que alimenta la fidelización a Facebook.
Así lo han publicado los investigadores Philip Seargeant, Amy Aisha Brown y Caroline Tagg. "Para muchos, la experiencia de usar el sitio fluctúa en algún punto entre la adicción y lo molesto", afirman en The Conversation. Y es que todo tiene que ver con los otros y lo que sentimos hacia ellos.
El estudio nos retrata como L. B. Jefferies en La Ventana Indiscreta
Si lo que vemos nos ofende o nos molesta, ¿por qué seguimos usando la plataforma? A través de encuestas y entrevistas selectivas a más de 100 usuarios de Facebook, los investigadores descubrieron que seguimos conectados incluso a personas que nos molestan porque, simplemente, queremos seguir observando.
"En lugar de desafiarlos o cortar lazos, seguimos usando Facebook para observarlos en silencio y quizás hasta disfrutar juzgándolos", afirman. De hecho, encontraron que un gran número de personas afirmaron que se sentían frecuentemente ofendidos por lo que sus amigos publicaban.
¿Y qué cosas pueden ofendernos? Desde opiniones políticas extremistas o fuertemente sostenidas hasta la simple rutina de colgar imágenes de del tipo "aquí, desayunando", "en el trabajo", de bebés, gatitos, perritos, y un largo y tedioso etcétera. Puede incluso que la segunda llegue a sacar más de quicio que la primera.
Se convierte Facebook así en una ventana a través de la que podemos odiar en silencio y retroalimentar nuestra ira sin que nadie nos vea. Sin embargo, a la hora de compartir algo en la plataforma, lo estamos haciendo de una forma mucho más pública de lo que podemos llegar a imaginar. "Amigos de amigos" puede significar cientos de miles de personas.
Y a más lectores, más respuestas a lo que expresamos en la plataforma. En Facebook podrás bloquear o ignorar las interacciones que no te interesan o eludir temas a los que no te quieres enfrentar, pero en la vida real no podrás hacerlo.
Esto nos lleva a una de las principales conclusiones del estudio: tendemos a crear una burbuja de opiniones unilaterales con las que estamos de acuerdo. ¿Problema? La información no se cuestiona, dejando campo libre a los bulos y la información falsa.
El estudio encontró que ninguna de las personas que se sentían ofendidas o contrariadas frecuentemente habían reducido su uso de la red social. Sin embargo, otro estudio de The Happiness Research Institute publicado en 2016, concluyó que que en solo una semana, las personas que dejaban de utilizar Facebook se sentían más felices y menos preocupadas. Al fin y al cabo, dejaban de vivir en un mundo irreal, rodeado de postureo.
Foto | Flickr/zeevveez.
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