El plan de la CUP para una Cataluña independiente: del control de capitales a la salida de la UE

En el inmenso jaleo organizado en torno a la posible independencia de Cataluña hay un actor que, si bien capital para entender el desarrollo de los acontecimientos desde 2015, ha pasado algo desapercibido durante los últimos meses: la Candidatura de Unidad Popular. La CUP.

La CUP es un animal exótico dentro del ecosistema político del estado. Municipalista, surgió a principios de la pasada década como la suma de diversas iniciativas locales desperdigadas por la geografía catalana, y se configuró como candidatura electoral nacional de cara a las elecciones autonómicas de 2012. Fue entonces cuando obtuvo tres escaños e irrumpió de forma sensacional en la vida política diaria de la Cataluña del procés.

Tres años después, la suma de sus diputados se disparó a los diez, y fue clave para investir al actual Govern de Carles Puigdemont. Su carácter radical, férreamente independentista, marxista, ecologista, feminista y en muchas ocasiones extravagante ha marcado parte de la dirección de Cataluña durante los últimos años, y presiona con firmeza hoy a Junts pel Sí para una DUI dura que abra paso al nuevo estado catalán.

¿Pero qué haría la CUP si gobernara en solitario una Cataluña independiente? A modo de pinceladas, estas son algunas de sus ideas.

Gobierno participativo y democracia directa

Es un aspecto capital para entender el funcionamiento de la CUP y que está férreamente unido a su origen horizontal y municipalista: cuanto mayor grado de decisión tenga el votante en las políticas que le afectan, mejor. De ahí que priorice la política local (la más cercana al ciudadano) como elemento central del futuro de Cataluña. Y de ahí que su estructura orgánica y jerárquica sea tan asamblearia y horizontal.

Gran parte de España pudo asistir con algo de estupor al notorio espectáculo que la CUP ofreció cuando hubo de investir a Artur Mas. Aquella asamblea se saldó con un increíble empate a varios miles de votos, echó por tierra para siempre las posibilidades de Mas de ser president y aupó a Puigdemont. Para las CUP, el refrendo, las asambleas, el voto popular son las mejores herramientas para decidir las políticas del país. Y su mecanismo de decisión interno predica con el ejemplo.

Es decir, pasar de la democracia representativa a la participativa, directa.

Intervención de la economía y corralito

En otro aspecto crucial a su espíritu, la CUP es un partido marxista. Línea dura y en absoluto posibilista: aboga por la intervención de la economía a distintos niveles, nacionalizando los medios de producción, estatalizando los consejos de dirección de aquellas empresas intervenidas por el estado, creando una banca pública social y colectivizando los recursos públicos. El objetivo, una revolución de abajo a arriba que entregue el poder y la soberanía a las clases populares.

La CUP es anticapitalista, y como tal tiene pocos reparos en proponer una economía dirigista y planificada que revierta por completo el sistema. Y en este contexto, no es de extrañar que una de sus dirigentes, Eulàlia Reguant, planteara el otro día un control de capitales activado por el gobierno catalán. Es decir, un corralito forzado por el estado que limite la circulación de dinero.

La idea es psicodélica por muchos motivos. Primero, porque la CUP no tendría el control (o el gobierno de turno post-independencia) sobre los principales bancos catalanes, que ya han trasladado su sede a España (y cuyos depósitos estarían cubiertos y garantizados por el BCE y por el Banco de España). Y segundo, porque una cuenta espejo al otro lado de la frontera (como las que ya se están creando) anularía el efecto, permitiendo sacar su dinero en Fraga o Castellón.

Revela, sin embargo, el ambicioso carácter económico de la CUP. Uno en el que la banca es nacional, las empresas están colectivizadas y el gobierno controla y dirige la economía.

La gestión de los recursos destinada a los trabajadores

La CUP plantea que la economía, una vez desarbolada de su armazón capitalista, coloque a las "necesidades humanas" en su epicentro, en un "entorno que posibilite la vida". Por ello, la construcción de la nueva economía plantea una equidad y una igualdad real y modelos de relación laboral y económica que pongan por delante del beneficio el bienestar de las personas. El "bien común", colectivo, debe primar sobre el interés económico de las empresas.

¿Cómo lograrlo? Primero, dotando de un impulso radical a las empresas públicas y a los servicios públicos, configurándolos como un motor de la economía básico. Segundo, estructurando la realidad productiva hacia un modelo cooperativo, donde los trabajadores tengan mucho más control sobre sus empresas del que poseen actualmente. La idea es fortalecer la toma de decisión colectiva (que a largo plazo redundaría en una mejor distribución de los recursos).

De fondo, una reconversión industrial radical que convierta a la economía del futuro en un hecho sostenible y no agresivo con el medio ambiente, y que por tanto pase obligatoriamente por el decrecimiento.

Anna Gabriel, portavoz parlamentaria de la CUP, saluda a Puigdeomnt. (Manu Fernández/AP)

El programa también incluye la estandarización de la jornada laboral de 30 horas semanales sin que se resientan los salarios, y una dirección inequívoca hacia la igualdad salarial real. De forma explícita, habla de "el incremento acelerado de las rentas del trabajo a costa de las ganancias empresariales", o lo que es lo mismo, de asegurar la distribución de la riqueza limando a lo grande los beneficios empresariales.

La CUP incluye un programa de Renta Básica Universal, derogaría toda reforma laboral, jubilación a los 60 años, "peaje social" para los proveedores de servicios básicos, remodelación total del Estatuto de los Trabajadores reafirmando y ampliando los derechos laborales y sindicales, prohibición de las empresas de trabajo temporal, protección del derecho a la huelga y un largo, muy largo etcétera.

Adiós a la Unión Europea y al euro

Dada la naturaleza anticapitalista de la CUP, no es de extrañar que uno de sus puntos programáticos claves sea la salida de la Unión Europea. Para el partido, "el ejercicio de la plena soberanía requiere no solo romper con las imposiciones del Estado español, sino también de la UE y de la Troika, instituciones antidemocráticas que actualmente dictan las políticas neoliberales de austeridad".

Dicho de otro modo: la recuperación total de la soberanía para las clases populares pasa por escapar a los controles de una institución supranacional, alejada de la realidad diaria de los ciudadanos y fuera del control de los organismos económicos capitalistas que la amparan. En el alegato anti-UE de la CUP hay un profundo poso municipalista y anticapitalista, pero también social, al considerar que las políticas de austeridad perjudican a las clases populares.

Una protesta de la CUP el día de referéndum, ante la petición de registro de la policía. (GTRES)

Escapar de la Unión Europea es escapar del euro, como es lógico. Para la CUP, esa recuperación total de la soberanía sólo es explicable reventando desde dentro las estructuras de estado y de gobierno actuales (para construir otras distintas). En consecuencia, la CUP también plantea el impago de la deuda (por ilegítima), el rechazo a la OTAN, a los tratados de libre comercio y un largo etcétera.

La potencial unión de los Països Catalans

Si hay repliegue nacional en el ideario de la CUP, y ciertamente lo hay, no se articula del mismo modo que en los partidos de ultraderecha del resto de Europa. Para la CUP, el desarbolamiento de las supraestructuras de estado capitalistas es el paso previo a una unión municipalista y federal, intersolidaria, entre los diversos pueblos oprimidos (y aquí es donde se conjuga el profundo carácter de clase del partido con sus ambiciones nacionalistas).

Sólo en este contexto se puede entender la reivindicación del partido sobre los Països Catalans, una vieja ambición de parte del nacionalismo catalán sobre todos los territorios de habla catalana, y entre los que se incluyen a la Comunidad Valenciana, a las Islas Baleares, a la Franja de Aragón y al Rosellón francés (amén de El Carche murciano y la ciudad de l'Alguer).

El mapa de los Països, el radio de acción hipotético de la CUP.

Para la CUP, la soberanía de los Països Catalans es innegociable, y aparece explícita tanto en sus logotipos como en su programa como en sus manifestaciones. Su idea de fondo es la creación de un estado organizado a través del modelo federal y arraigado de base en las estructuras municipales, de modo similar al propio funcionamiento del partido en Cataluña. Un futuro (nacional) disgregado del estado-nación clásico y orientado al asamblearismo comarcal.

Es una idea de obvias reminiscencias nacionalistas (el catalán sería oficial junto al occitano, no así el castellano), pero también es muy original en su formulación dentro de los partidos catalanistas o pancatalanistas (como ERC).

Tierra, feminismo y ecologismo para todos

El programa de la CUP habla de la nacionalización de todos los los recursos básicos y naturales de la futura Cataluña independiente en favor de las clases trabajadoras y populares. Grosso modo, la idea pasa por estatalizar todo aquello que pueda ser considerado de índole público y que hasta ahora no pertenezca al estado. Los recursos hídricos, la tierra, los recursos energéticos, las redes de infraestructuras, etcétera.

Del mismo modo, la CUP plantea una sociedad a futuro profundamente antipatriarcal y eminentemente ecologista, en la que las políticas de igualdad social y las de sostenibilidad ambiental primen sobre las demás. En el caso del futuro feminista e igualitario de la república catalana, la CUP incluye entre otras medidas el reconocimiento a las minorías LGBT, la mayor protección contra la violencia de género y el reconocimiento del trabajo asistencial que realizan las mujeres.

De forma paralela y enmarcada dentro de su gran proyecto de estado, la cultura juega un papel fundamental, tanto en el aspecto educativo como en el de la creación de una infraestructura cultural a cargo de la república que asegure el igual acceso de los ciudadanos a la misma. Dentro de este epígrafe podríamos incluir la cita explícita a los servicios sociales, sanitarios y educativos no mermados por los recortes y de capitalización 100% pública.

Se trata, en esencia, de todo para el pueblo y con el pueblo.

Fin al modelo penal, fin de la Ley Mordaza, políticas migratorias basadas en los DDHH

El proyecto de la CUP es amplio y abarca la totalidad de las esferas públicas, de las aristas que afectan al día a día de los ciudadanos.

Entre otras cuestiones, aboga por el cierre definitivo de los CIEs y plantea soluciones humanitarias al problema de la migración. La CUP apuesta por una política muy inclusiva en materia migratoria, asegurando el derecho a la movilidad de las personas de todo el mundo y entendiendo al ciudadanía de un modo inclusivo, tanto en lo simbólico como en lo legal.

En materia de derechos adquiridos y represiva, la CUP, obviamente, también cuenta con ideas radicales. La más destacable es la revolución casi total del modelo penal, tanto a nivel jurídico (desfondando al Código Penal de numerosos artículos y eliminando el "derecho penal" de los conflictos en la medida de lo posible) como coercitivo (limitando el papel de las prisiones y haciendo hincapié en políticas de salud mental o de pobreza mucho antes que represivas).

La CUP aboliría la Ley Mordaza y convertiría a los Mossos d'Esquadra en un cuerpo mucho más "comunitario" que "militarizado", reorientando sus labores del actual clima de "inseguridad" ciudadana hacia uno donde la seguridad no se intercambie por derechos personales. En este sentido, la CUP también fortalecería el derecho a la libertad de expresión y limaría las, a su juicio, medidas represivas del entramado legal actual contra la misma.

Imagen | Manu Fernández/AP

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