“Quiero revivir los sufrimientos y satisfacciones del caballero de la triste figura, la sensación de aventura de la andante caballería, luchar contra desaforados gigantes, desfacer entuertos y agravios,… para finalmente reencontrarme con mi amada Ducinea. ¿Me acompañan vuestras mercedes?”
Así abre la primera entrada del Wordpress Tras los pasos del Quijote, pero lo normal es que hayas llegado hasta aquí por haber visto el increíble Instagram que nutre cada tres o cuatro días José Ramón Gándara Alonso, un joven diseñador gráfico que quedó tan prendado de la obra magna de la literatura española que el verano pasado se convirtió en el Quijote de la Mancha del siglo XXI, simulando el viaje que haría cuatro siglos atrás aquel hombre delirante e imaginario de la novela de Cervantes. Sí, hay quien diría que este chico está loco, pero su aventura nos parece maravillosa.
Jose es un caballero andante real, como los que podrían recorrer el continente europeo entre los siglos XIV y XV. Él y su cantimplora de calabaza seca, él y su pan con queso y vino, bellotas, avellanas y tocino. Aunque de vez en cuando también cae alguna coca-cola, este joven puso mucho esmero en su réplica, para darle toda la autenticidad que puede. Casi se diría que su historia se ubica en un tiempo similar al de la novela de Cervantes: mientras España pasaba a comienzos del siglo XVII (durante el reinado de Felipe III) de la grandeza del imperio a su decadencia, hoy tenemos también crisis política y económica en nuestro paisaje nacional. Y si Don Quijote era un hombre capturado entre dos mundos, el viejo y el nuevo, un chico que decide dejarlo todo para pasarse al “mundo real” y retratarlo todo en redes sociales, no deja de ser algo bastante parecido.
Aunque sigue actualizando con las fotos su viaje, su expedición terminó hace tiempo. Su Instagram marca el inicio: hace 36 semanas José tenía ya listo su casco (“un bol de cocina”), su armadura (“de metal galvanizado”), su escudo (“una bandeja de camarero”) y su espada de madera. Se los calzó y por fiel Rocinante encontró como sustituta una bicicleta de montaña. En sus estados se refiere continuamente a Sancho, al que no vemos nunca y, sospechamos, se trata de otra de las típicas alucinaciones que asaltan a los caballeros más entusiastas.
“Ancha es Castilla, tan ancha que sin un mapa hasta don Quijote estaría más perdido que un pulpo en un garaje”, dice en una fotografía en la que persigue (o eso simula) elaborar su ruta desde un mapa físico, lejos de modernas aplicaciones para smartphone. Pero en su travesía marcó unas cuantas visitas quijotescas en el plano. Estuvo en Almagro, en Puerto Lápice, en El Toboso y, por supuesto, en Campo de Criptana donde le esperaban como al ingenioso hidalgo los gigantes de viento. Contra ellos arremetió subido a su bici, sin éxito en su combativo menester, pero con muchísima gracia, como así le hacen saber sus seguidores en la red de fotografía. Es lógico: una aventura así sólo puede despertar simpatías.
Un mes en la piel del caballero de La Mancha. Ahora... ¿a por la segunda novela?
Durante su aventura Jose hizo salidas de 80 kilómetros al día. Ha conocido el paisaje castellano, eso queda claro por sus fotografías, pero no conocemos exactamente su ruta, sólo sabemos que subió de Almagro a Ciudad Real para pasar por Daimiel hacia el Toboso. Se cuentan como 38 los días y dos las salidas en las que el Quijote viajó de La Mancha hasta Sierra Morena en el primer volumen de la novela; para la segunda, Casasayas estima el viaje que va del Ebro al mar de Barcelona en unos 89. Quién sabe si se animará ahora a hacer la segunda parte del viaje.
“Cuando el año pasado empecé esta aventura, ¡no tenía ni idea de que se acercaba el aniversario de la muerte de Cervantes! Simplemente necesitaba hacerlo”. Eso dice nuestro nuevo Quijote en su última actualización de Instagram, que se ha visto recorriendo los parajes manchegos en el 400 aniversario de la obra. Tal vez es la mejor forma de celebrar el legado de Cervantes. Inmerso en tu propia aventura, dándole la espalda a los avatares de la actualidad. Confiamos en que ahora otros muchos caballeros se animen a adentrarse en sus propias rutas. A seguir caminando.
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