La actualidad de la política británica durante el último año y medio es un sinfín de giros de guión inesperados, tramas que se desarrollan en paralelo y estallen en el último instante y personajes que surgen y resurgen de sus cenizas al modo trágico griego. De modo que es normal enfrentarse a los acontecimientos de ayer con sorpresa y estupor. Reino Unido va a tener otras elecciones en mes y medio. ¿Pero qué les pasa esta vez?
En teoría, habíamos llegado hasta el artículo 50 del Tratado de Lisboa, la activación que formalizaba la salida de Reino Unido de la Unión Europea, con todo atado: Theresa May, heredera de David Cameron en Westminster tras su dimisión posterior al Brexit, controlaba a su partido; el país se dirigía inexorablemente hacia la puerta de salida de Europa; las incertidumbres sobre el inicio del proceso, a finalizar en un plazo de dos años, se acababan.
Pero en el Reino Unido post-Brexit nada es tan sencillo como parece.
De modo que para entender a qué se debe la convocatoria electoral de un partido en el gobierno con mayoría absoluta (los conservadores de May) hay que fijarse en la intrahistoria. O lo que es lo mismo: en las encuestas. En concreto, en un gráfico que recorrió las cuatro esquinas de la red ayer por la mañana y que deja en mal lugar a la oposición británica. Este:
With the PM calling for a general election on 8 June, 50% say she would be make the best PM, 14% for Jeremy Corbyn, 36% don't know pic.twitter.com/qhhdCe5nFe
— YouGov (@YouGov) 18 de abril de 2017
La imagen de más arriba representa al porcentaje de votantes que tienen claro cuál quieren que sea su primer ministro. May se impone abrumadoramente, pero lo importante no es ella, sino Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista: sólo un 14% de los votantes británicos desean que gobierne su próximo gobierno. Es una cifra bajísima para el líder de uno de los dos tradicionales partidos ingleses desde la Primera Guerra Mundial, una hecatombe.
Sólo se trata de aplastar a tu rival
El resto de las encuestas no pintan mejor para Corbyn: los laboristas andan ahora mismo unos veinte puntos por debajo de las encuestas, y su posición es precaria. May convoca las elecciones porque, amparada en el sistema mayoritario y uninominal del país (cada circunscripción elige al candidato más votado: todos los demás votos se van por el fondo del retrete), sabe que tiene una oportunidad histórica no sólo para revalidar su mayoría absoluta, algo que se da por sentado, sino para aplastar a su histórico rival.
Corbyn tiene otros problemas. Su posición frente al Brexit ha sido ambigua: ha apostado por la permanencia pero con la boca pequeña y sin entusiasmo, y su euroescepticismo ha descabezado la oposición a la salida de la Unión Europea. ¿El motivo? Puede haber razones ideológicas, pero también demográficas: una mayoría de diputados laboristas se encuentran en circunscripciones que votaron a favor del Leave.
La circunstancia ha provocado que el Partido Laborista se haya partido en dos: no puede alinearse con el gobierno pero tampoco ir en contra de sus votantes, por lo que las batallas internas para hacerse con el poder han sido incesantes durante el último año. La quasi-implosión laborista y su situación al filo del abismo en las encuestas era una perita en dulce para Theresa May, que, de paso, puede dominar mejor a los tories radicales de su partido.
De paso, por cierto, los Lib-Dem, un partido liberal que apuesta con firmeza por un Brexit suave y de caracter europeísta, aspiran a capitalizar todo el voto Remain de Inglaterra y Gales, comiendo aún más parte de la base demográfica laborista.
El comunicado de los Lib-Dem sobre las nuevas elecciones: o Brexit o nosotros. A minar la base laborista. pic.twitter.com/oA50e6UF1X
— magnet (@magnet_es) 18 de abril de 2017
¿Las elecciones? Pura clave política interna. El más chocante capítulo del Brexit, por lo inesperado y aparentemente incomprensible, se juega en los despachos de Westminster y tiene como objeto no sólo afianzar la posición de May al frente de su partido de cara a las duras negociaciones con la Unión Europea, sino sentar las bases de una posible larga hegemonía conservadora. Y para ello, May necesita pisar la cabeza a Corbyn vía elecciones.