En estos años los idiomas de las dos Coreas han cambiado tanto que sus ciudadanos a veces no se entienden

En estos años los idiomas de las dos Coreas han cambiado tanto que sus ciudadanos a veces no se entienden
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Los bruscos cambios políticos, las traumáticas medidas impuestas a fuerza de mandato militar sobre un pueblo, pueden tener efectos inesperados visibles a corto plazo y dejar heridas que no cicatricen hasta mucho después del fin de la discordia. Lo vimos muy claramente en las dos alemanias que nos dejó la Guerra Fría. Viajando al presenta, y aunque conocemos la huella que está dejando en la población coreana la batalla entre los bloques capitalista y comunista, hay una dimensión de desigualdad cultural que puede haber pasado más desapercibida: la idiomática.

Como evidenció un estudio reciente, y tras poco más de siete décadas de separación, el coreano ya no es el mismo entre el norte y el sur. El 45% de la población encuestada tenía problemas para entender los diálogos de coreanos de la zona contraria, y en un 1% de los casos los norcoreanos no entendían en absoluto lo que los surcoreanos les decían. En conclusión, y como han afirmado los lingüistas dedicados a esta empresa, al menos un tercio del vocabulario cotidiano ya no es el mismo, especialmente el referido a temas profesionales y empresariales.

Así han variado sus vocabularios

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La principal diferencia entre ambos territorios es que en Corea del Norte el idioma ha permanecido más puro, con ligeras incursiones gramaticales del chino y el ruso, mientras que el surcoreano ha abrazado sin remilgos muchos neologismos provenientes del inglés.

  • Mientras con el tiempo en Corea del Sur las compañías han ido creando diversos términos para decir “papel”, adaptándose a los nuevos y distintos formatos y materiales, en el norte se mantiene el término original en exclusiva, que deben usar para todas las variantes.

  • En el sur, y para hablar de la terminología del fútbol, los goles de penalti se meten con una “penalty kick”, expresado literalmente en inglés, mientras que en el norte los coreanos triunfan haciendo un “castigo de 11 metros”.

  • Los sureños, cuando quieren tomar un zumo, piden un “juice”, mientras que los norteños hablan del “agua dulce de la fruta”.

  • Para desearle “buena suerte” a alguien, los del sur han adoptado en el habla coloquial una expresión angloparlante, “hi-team”, cosa que los del norte no entienden en absoluto.

  • A los coreanos del norte les “duele la cabeza”, mientras que los del sur, que en estas décadas han descubierto el concepto del estrés, hablan mucho más del dolor de “sutureso”, estrés en el corrupto slang konglish.

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Los nuevos léxicos también evidencian la transformación ideológica entre las dos naciones, entre sus sistemas políticos y sus estructuras sociales.

  • Desde la separación, la palabra “dongmu”, que significaba amigo, se dejó de usar en el norte en favor del término soviético товарищ, “camarada”.

  • “Sun-mul”, término que significa “la acción de presentar a tu amigo”, tiene ahora prohibida su utilización entre la población general, y se reservó su uso privilegiado para Kim Il Sung y Kim Jong il.

La problemática vida oral de los desertores

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Estos cambios han tenido ya consecuencias reconocibles y lo lógico es que se convierta cada día en un problema más acuciante. Durante los Juegos Olímpicos de este año, por ejemplo, los dos países decidieron lanzar un mensaje de reconciliación al mundo permitiendo que sus equipos de hockey femenino compitiesen en la misma agrupación mano a mano. Como comentaron después las atletas del sur hubo bastantes problemas de comunicación que perjudicaron a su estrategia final: al parecer, la entrenadora, de Corea del Sur, empleaba palabras técnicas en inglés, algo de lo más habitual en disciplinas deportivas en cualquier parte del mundo, pero las jugadoras del norte no eran capaces de seguir sus lecciones por culpa de este vocabulario que, para ellas, era indescifrable.

Algo más grave que la falta de coordinación para un evento deportivo es lo que les ha tocado vivir a muchos de los 28.000 desertores que viajaron del norte al sur en los últimos años. Su lengua les delata involuntariamente en su nuevo país de residencia. En el mejor de los casos los locales se ríen de su dialecto desfasado. De que no sepan adaptarse a la jerga de una realidad posbélica y globalizada. En el peor, pueden tener muchos problemas para entrar en las escuelas o para conseguir empleos y vivir una segunda vida tan sacrificada como la que intentaron dejar atrás.

Preservación del lenguaje: un trauma nacional profundo

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Porque, además, el coreano atesora una gran relevancia emocional e identitaria para los 75 millones de ciudadanos que acumulan los dos frentes. Después de la dramática ocupación de la península por parte de las fuerzas niponas entre 1910 y 1945 los locales fueron sometidos a las normas lingüísticas japonesas como una estrategia para controlar a la población y erradicar su cultura.

Se impusieron discursos "científicos" que defendían su idioma era poco más que un dialecto descendiente del japonés (una afirmación controvertida para cualquier lingüista con una visión neutral), y que por tanto no merecía la pena preservar un uso pervertido de un idioma superior en su pureza. Tras la Guerra del Pacífico se prohibió terminantemente la enseñanza en coreano, se extinguía su vocabulario, se amonestaba a las gentes que lo hablaban cotidianamente y se ejecutaba a los intelectuales que intentasen preservar su legado. Con el final de la Segunda Guerra Mundial las dos naciones resultantes tuvieron en parte que reempoderar su lengua.

Hay intentos de reunificación del lenguaje para cuando también se reunifiquen las coreas

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Ambos gobiernos trabajan bidireccionalmente desde hace varios años en un proyecto de glosario unificado. Se lo conoce como el Gyeoremal-kunsajeon, o el Diccionario para la comprensión del pueblo del coreano, y es el plan bajo el que, en el futuro, se educará a las siguientes generaciones. Estos 70 años de cambio lingüístico han ido mucho más allá que la transformación de algunos términos. Hay incluso estructuras conversacionales que han sido modificadas. Sería un cambio tan brusco como unir a las gentes de un idioma con las que usen uno de sus dialectos.

No está sólo el hecho de que ninguno de los dos Estados quiera dar su brazo a torcer, es que toda modificación de las estructuras lingüísticas que no sean atentas podrían cimentar inconsistencias sintácticas o fonéticas en el futuro.

Los objetivos de la empresa, además, se consiguen a ritmos irregulares, ya que las relaciones entre ambas naciones se han enfriado y calentado varias veces en las últimas décadas. Pero los esfuerzos se mantienen, ya que saben que es muy probable que haya una nueva unión en el horizonte.

"Ha pasado el tiempo y, en consecuencia, el lenguaje ha evolucionado", ha comentado Han Yong-un, el director del proyecto idiomático referido, “y esos cambios seguirán ocurriendo hasta que llegue la reunificación. Para entonces deberemos estar preparados”.

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