Los veintiocho ejecutivos de la Unión Europea y el gobierno turco alcanzaron ayer un acuerdo presumiblemente histórico que, a priori, pondrá fin al constante flujo de refugiados entre Grecia y Alemania, siguiendo la ruta de los Balcanes. Las conversaciones y los términos de la declaración conjunta se cerraron pasada la medianoche y suponen la devolución a Turquía de todos cuantos inmigrantes irregulares y refugiados lleguen a partir de ahora a las islas griegas del Egeo. La Unión Europea, convulsionada políticamente por una crisis que nunca ha sabido manejar, cierra de golpe sus fronteras a los solicitantes de asilo.
El pacto es de momento provisional, y tendrá que ser pulido en la próxima cubre entre los miembros de la Unión Europea y Turquía, prevista para la semana que viene. Pero la sintonía ya ha quedado fijada, y supone un importante varapalo, de dudosa legalidad internacional, para las millones de personas huyendo de Siria, Irak, Afganistán o Eritrea, cuatro países en un permanente estado de guerra. No sólo eso: también ofrece cuantiosas ventajas y beneficios a Turquía, que a partir de ahora se hará cargo de todas las personas que lleguen a las costas griegas. ¿Pero cuáles son los términos exactos del acuerdo?
Empecemos, primero, por lo que estaba en juego en la cumbre.
¿Por qué estaba negociando la UE con Turquía?
Desde el inicio de la crisis de los refugiados, la más importante a la que ha hecho frente el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial, Turquía ha tenido un papel preferencial: como país de obligatorio paso entre las zonas de conflicto y la Unión Europea, su acción por omisión ha permitido en numerosas ocasiones la llegada de más y más refugiados a las costas griegas y a las islas del Egeo. Entre tanto, la Unión Europea se ha descosido internamente: la mayor parte de estados eran reacios a la recepción de nuevos refugiados, especialmente en el este, y los planes de realojo han sido claramente insuficientes.
Dada la escasa voluntad política para encontrar solución negociada a una crisis de posibles consecuencias electorales para muchos gobiernos europeos, la UE ha optado por atajar el problema acudiendo a la raíz: Turquía. ¿Qué hacer con los más de 2.000 refugiados que pisan suelo griego a diario? Sólo las conversaciones con Turquía podían poner parcial fin al problema, ya fuera estableciendo mayores restricciones al tránsito de refugiados o, como ha sucedido finalmente, aceptando realojar a todos ellos. Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, había dejado clara la posición comunitaria: "No vengáis".
¿Qué pasa con los refugiados que lleguen a Grecia?
Todos y cada uno de ellos son devueltos automáticamente a territorio turco. Como explica Pablo Suanzes en El Mundo, aquellos que ya están en Grecia (se calcula que la cifra podría alcanzar los 40.000) no entran dentro del programa de intercambio articulado entre Turquía y los gobiernos europeos, pero aquellos que lleguen a partir de ahora sí. Ya sean refugiados o inmigrantes irregulares (de carácter económico; esto es, aquellos que cuyas solicitudes de asilo no son tenidas en cuenta), serán entregados a Turquía por las autoridades fronterizas de la Unión Europea. Llegar a Lesbos ya no garantiza nada.
A cambio, el ejecutivo turco ha obtenido de las negociaciones el compromiso de los estados miembros de realojar a un refugiado en la Unión Europea por cada uno que sea devuelto de Grecia a Turquía. Es decir: los veintiocho tendrán que organizar un programa de acogida de asilo para aquellos que lo sigan solicitando, pero directamente desde Turquía, asegurando la estabilidad en sus fronteras. El objetivo, según ha explicado Juncker, es desincentivar el viaje por el Egeo, dado que aquellos refugiados que lo hagan y sean devueltos a Turquía se pondrán los últimos a la cola de las solicitudes de asilo en la UE.
Esto, naturalmente, ha causado varios problemas internos en las negociaciones, porque países como Hungría, muy beligerantes con cualquier posibilidad de alojar a refugiados en el interior de sus fronteras, han manifestado su oposición a cualquier sistema de cuotas. Ese ya no será un problema de Turquía. ¿Qué gana la Unión Europea, entonces, si sigue realojando a los refugiados? Que sólo lo hará con los sirios, los únicos aceptados como tales tras el acuerdo: iraquíes, afganos y otros no podrán acceder a la lista de espera para ser aceptados en Europa. Sus condiciones de acogida ya se habían endurecido, ahora se cierran.
Esto último es cuestionable: tanto Irak como Afganistán como Eritrea viven en sempiternos conflictos bélicos, comparables al de Siria. Para la Unión Europea, sin embargo, es un quebradero de cabeza menos. Uno grande: desde el 1 de enero, el 41% de las personas que han llegado a las playas europeas (Grecia, fundamentalmente) eran afganas o iraquíes. En 2015, 300.000 personas provenientes de ambos países solicitaron asilo en estados miembros. Los sirios, pese a ser mayoritarios, sólo representaron un tercio de los refugiados. Todos los demás no podrán salir de Turquía dentro del programa a negociar.
¿La base del acuerdo es legal?
No está claro que las condiciones del acuerdo sean legales. Como explican Alex Barker y Duncan Robinson en el Financial Times, las devoluciones de solicitantes de asilo a un tercer país que no les ofrezca igual protección no son admisibles según la Convención de Ginebra, más aún a un estado que no es miembro pleno de la misma. La UE encaja la decisión, sin embargo, declarando a Turquía como lugar seguro para los refugiados. Es una defensa dudosa: hay motivos fundados para creer que Turquía no entra dentro de la definición de "país seguro" según la Convención de Ginebra. Con todo, sólo ampararía legalmente la devolución de solicitantes de asilo, pero no la de miles y miles de otros inmigrantes económicos.
Según Human Right Watch, para los refugiados es un mal trato: ni siquiera están seguros físicamente en Turquía.
De forma paralela, la propia Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, en su artículo 19, estipula que las expulsiones colectivas están prohibidas en el interior de la Unión Europea. Sea como fuere, todo lo expuesto anteriormente sólo se puede realizar con la aceptación voluntaria del tercer país involucrado, en este caso Turquía, que ahora se tendrá que hacer cargo de todos los refugiados (pese al plan de intercambio previsto). Es una decisión arriesgada a nivel político que Erdoğan y su primer ministro, Ahmet Davutoğlu, sólo han tomado en previsión de jugosas concesiones por parte de los veintiocho.
¿Qué gana Turquía con el acuerdo con la UE?
Mucho, pese a que a partir de ahora tendrá que hacerse cargo de centenares de miles de refugiados en su territorio (a sumar a los 2.000.000 que actualmente acoge en campos informales o gubernamentales).
Por un lado, Davutoğlu ha conseguido arrancar a los ejecutivos europeos más financiación para gestionar la crisis de refugiados. La cuantía aún es inexacta, y tendrá que formularse formalmente en la siguiente cumbre, pero se cree que podría doblar los 3.000 millones de euros ya destinados con anterioridad por la Unión Europea. Davutoğlu ha defendido este último punto indicando que el dinero irá a parar única y exclusivamente a los refugiados, y que por tanto la UE no está ofreciendo financiación alguna a Turquía.
Por otro, y aquí reside gran parte de la victoria de Erdoğan y su primer ministro, los ciudadanos turcos ya no requerirán de visado para acceder al espacio Schengen. 75 millones de turcos podrán circular por las fronteras interiores de la Unión Europea sin apenas restricciones a partir de junio. Es un acuerdo sumamente favorable para los intereses de Turquía y permite al actual gobierno turco presentar el acuerdo de forma positiva a su electorado. El gobierno de Erdoğan arranca de este modo a los veintiocho una importantísima concesión que acerca al estado turco, mayoritariamente musulmán, a la membresía de la UE.
Esto último, al fin y al cabo, es un objetivo declarado de Turquía desde hace décadas, frenado de forma sucesiva por las reticencias de otros miembros de la Unión Europea. Para lograr el "sí" de Turquía, sin embargo, los veintiocho han tenido que prometer la agilización de los trámites de admisión de Turquía en la unión. No sólo eso: las condiciones previas dibujadas por Tusk y Juncker en las que el gobierno turco debía comprometerse a proteger la libertad de prensa y de opinión, más que en entredicho a raíz del autoritarismo de Erdoğan, han desaparecido por completo. Para su gobierno, el acuerdo es bueno.
¿Qué gana la Unión Europea con el acuerdo?
Salvar el espacio Schengen.
La crisis de refugiados había puesto en peligro el ideal del fin de las fronteras articulado durante décadas por la Unión Europea. Como vimos en su momento, estados como Dinamarca, Austria, Hungría o Suecia habían articulado ya restricciones al libre movimiento de personas dentro de la unión, uno de sus principios definitorios tanto a nivel formal como simbólico. Para sostener uno de los pilares fundamentales del proyecto europeo, los ejecutivos europeos han necesitado de la devolución sistemática de todos los refugiados o inmigrantes económicos que lleguen a las costas griegas. Schengen volverá a la normalidad este año.
El acuerdo con Turquía permite liberar de presión a los estados europeos. De presión política, que no logística: países mucho más pequeños y con muchos menos recursos como Jordania o Líbano acogen en la actualidad a millones de refugiados. El pasado septiembre, la Unión Europea se había comprometido a relocalizar y acoger a tan sólo 160.000, cifras que ya encontraron con numerosas resistencias por parte de casi todos los gobiernos del continente. Tres meses después, sólo 80 habían salido de Italia y Grecia, los países receptores netos de refugiados. España, por su parte, sólo ha acogido a 18 solicitantes de asilo.
El caos del Egeo, en cualquier caso, parece llegar a su fin. Grecia, un país aún en serios problemas económicos, sigue teniendo por delante la complicada tarea de gestionar a decenas de miles refugiados en sus fronteras internas, pero la ruta de los Balcanes se aliviará, y las solicitudes de asilo se realizarán de forma ordenada desde Turquía, así como los desplazamientos. ¿Es el fin de las terribles imágenes de Lesbos?
¿Qué obstáculos tiene por delante el acuerdo?
Numerosos. Por un lado, y pese a las condiciones anunciadas por Juncker, no es del todo improbable que miles de refugiados sigan tratando de llegar a las costas griegas. Como explicaba ayer Patrick Kingsley, periodista dedicado a emigración de The Guardian, en Twitter, el acuerdo uno-por-uno entre Turquía y la Unión Europea hace entrever que sólo los refugiados sirios devueltos de Grecia al país turco tendrán posibilidades de ser acogidos por los estados europeos. Por tanto, siguen teniendo grandes incentivos para llegar a pisar suelo griego: aunque sean devueltos y últimos en el listado, podrían llegar a ser admitidos.
Por otro, no hay ninguna esperanza ni para afganos ni para iraquíes, que de forma sistemática también habían tratado de cruzar las aguas del Egeo para solicitar asilo en Europa. Ellos y otros sirios, pese al cierre de la frontera entre Macedonia y Grecia, quizá traten de entrar en Europa central por otras vías, como la albana, hasta ahora inexplorada pero que permite cruzar el Adriático. O como Bulgaria, o como el Mar Negro, dirección Ucrania. Si el acuerdo bloquea a Grecia, España e Italia también pasan a ser destinos posibles.
A nivel político, por lo demás, Turquía no lo va a tener demasiado fácil. Durante años, tanto Chipre como Grecia han bloqueado cualquier paso al frente del país en su proceso de admisión en la Unión Europea: el gobierno turco aún no reconoce oficialmente al país chipriota, y ocupa militartamente la mitad de la isla desde la Operación Atila de 1974. Chipre, isla invadida por Turquía desde entonces, tiene veto en cualquier proceso de admisión. Otros países y mandatarios, como Francia, tampoco ven con buenos ojos que un país musulmán que sería el segundo más representado en el parlamento se una al club europeo.
En última instancia, por lo demás, diversos organismos internacionales podrían oponerse al acuerdo a corto plazo. Desde ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ya se ha afirmado que las bases del mismo vulneran el derecho internacional. Otras organizaciones no gubernamentales, como la ya citada Human Rights Watch, se han postulado en la misma línea. Incluso la plena libertad de movimientos de los turcos dentro de Schengen tiene limitaciones técnicas. En cualquier caso, todos los detalles se concretarán en la próxima cumbre, programada para el siguiente jueves de marzo, el día 17.
Imagen | European Union 2016 - European Parliament, Fotomovimiento, Steve Evans, Number 10, Fynn Krämer & Fabian Hüske
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