Por lo visto, un joven aspirante a escritor se encontró Flaubert en una de sus visitas a París. "Maestro, — le dijo— deme el argumento para una tragedia". Flaubert, con algo de pereza, lo miró a través del cristal de sus gafas thug life y le dijo: "un hombre conoce a una mujer". Llevaba razón: Así empieza.
Chico conoce a chica, chica conoce a chica, chico conoce a chico. Da un poco igual: alguien conoce a alguien y, boom, el amor. Y no una versión low cost del amor, qué va, el pack completo: las mariposas en el estómago, los "eres el amor de mi vida" y los "te regalaría el mundo si pudiera".
Ay, el amor. Una pena que, muchas veces, sea mentira.
Una estrategia que se repite una y otra vez
Porque sí: hoy por hoy, cuanto más exagerado y decimonónico es el amor, más debemos sospechar. Aunque no lo hacemos. Y eso, lo saben perfectamente nuestros protagonistas de hoy. Son gente amabilísima, cariñosa y muy atenta. Hasta que no lo son; hasta que dejan de serlo y, bueno, acaba el sueño y empieza la pesadilla.
No es un accidente, no están pasando un mal momento, no van a volver a ser lo que fueron. Es lo que los psicólogos llaman 'bombardeo amoroso'. Un término que, curiosamente, se acuñó en el seno de una secta: la secta Moon.
Sun Myung Moon, el fundador de la Iglesia de la Unificación, explicaba que "los miembros de la Iglesia están sonriendo todo el tiempo, incluso a las cuatro de la mañana. El hombre que está lleno de amor debe vivir de esta manera [...] ¿Qué rostro podría representar mejor el amor que un rostro sonriente? Por eso hablamos de bomba de amor". Suena raro. Pero la profesora Geri-Ann Galanti lo explica mejor: "la gente necesita reforzar su autoestima... el bombardeo amoroso consiste en usar esa necesidad".
A lo largo de la historia de las sectas muchos líderes han usado esta estrategia: prestar atención, dar amor y reforzar desmesuradamente el autoestima para cazar personas que, después, cuando ya es demasiado tarde, zas, cambiarlo todo. De ahí pasó de forma natural primero a las tácticas que utilizan algunas organizaciones criminales (como las pandillas) y después para designar la estrategia para instrumentalizar las relaciones personales.
De vueltas al amor
Ahí es donde vuelve el amor. Y Dale Archer lo ha investigado con profundidad. Según este profesor de psiquiatría, 'bombardear con amor' es "un intento de influenciar a otra persona con exhibiciones exageradas de atención y afecto".
Y vaya que si funciona. "Un montón de conversaciones románticas, las conversaciones sobre 'nuestro futuro' y largos periodos de mirar a los ojos", explica Archer. Y un montón de mensajes, claro: "las tecnologías actuales han facilitado este tipo de prácticas". Ahora es más fácil 'exhibir exageradamente atención y afecto".
Pero quizá el mayor problema que presenta este tipo de estrategias es que son muy difíciles de distinguir de un enamoramiento real. La idealización es algo común en los primeros tiempos de las relaciones de pareja y, en esos momentos, todo es color de rosa. Lo hemos dicho muchas veces, somos malísimos pillando mentiras. Así que caemos.
No sé, Rick, parece falso
¿Entonces no hay forma de escapar? Los expertos señalan dos ideas fundamentales: la primera es tomárselo con tiempo. Las estrategias de 'bombardeo amoroso' son muy costosas y requieren mucho tiempo y recursos por parte del 'bombardero'. Y, si no nos apresuramos, la estrategia acabará por hacerse demasiado cara antes de que pueda 'engañarnos'.
La otra idea es que hay que hacer un buen trabajo en, hablando de Flaubert, la 'educación sentimental'; es decir, en hacer pedagogía de las formas culturales del amor, enseñar a pensar críticamente sobre ellas.
Como decía el gran Hank Moody, "las cosas que parecen románticas raramente lo son". Muchos elementos de amor romántico tradicional fueron vías culturales para expresar el amor, sí; pero cuando cambia la sociedad, si seguimos idealizando esas vías que ya no se usan, estamos abonando el terreno para gente sin escrúpulos.
Gente que las usa para cubrir sus necesidades afectivas, sociales o sexuales sin pensar en la otra persona. Esto, no hace falta decirlo, no es amor en ninguna cultura del mundo. Y lo digo con conocimiento de causa: hemos hablado largamente sobre el amor en Magnet, sobre sus bases biológicas y sobre sus características culturales.
Y tras todo eso, la conclusión siempre es la misma, la intimidad es algo que cambia, que muta, que se adapta a nosotros y a nuestro mundo. En términos sociológicos, perpetuar concepciones clásicas del amor no es la clave de la felicidad (o la satisfacción personal); es una forma de atarnos al pasado. Es una opción legítima, claro. Pero una opción con fecha de caducidad.
Imágenes | Dimitar Belchev