Encontrar la pareja de tu vida puede resultar en un proceso tedioso y frustrante. ¿Por qué no simplificarlo? Ahí está tu primo, alto, guapo, elegante y con un buen trabajo. Compartís familia, os conocéis desde hace años, tenéis intereses comunes. ¿Qué podría salir mal? Tic: se activa el resorte social que penaliza el matrimonio entre primos. Los primos no se casan entre ellos, nadie quiere terminar como Carlos II. Y sin embargo, el 10% de los matrimonios del mundo es entre primos.
Lo anterior lleva a una pregunta inevitable: ¿en qué países del mundo es más probable que termines casándote con tu primo? Pese a lo extravagante de la misma, un repaso al estado del matrimonio entre primos a lo largo de los cinco continentes revela que la práctica es más habitual de lo que parece, y que no en todos los lugares existen los mismos impedimentos sociales para realizarlo (de forma voluntaria o involuntaria).
Empezando por un sospechoso poco habitual.
Islandia: cuidado con quién ligas en Tinder
Tomemos como ejemplo Islandia. El pequeño país nórdico vive aislado del resto del continente con apenas un puñado de habitantes (300.000, la totalidad de la ciudad de Alicante). Su lengua es arcana y remota, totalmente desligada ya de la evolución posterior de las lenguas germánicas, y su cultura particular, pese a lo muy igualitario y avanzado de sus instituciones sociales y culturales. En Islandia, como en el resto de Europa, casarse con primos es raro. Así que los islandeses van con cuidado a la hora de ligar.
Lo cuenta el Wall Street Journal en este reportaje: a la hora de ligar en Tinder, es común que un islandés se encuentre con su primo o prima. Sucede que los islandeses tienen un particular sistema de apellidos, incapaz de predecir a primera vista si ese robusto hombre tan atractivo comparte tía-abuela contigo. De modo que las confusiones y toparse con matchs que más tarde puedes encontrarte en la reunión del clan familiar es algo posible. ¿Solución? Tener a mano siempre el libro genealógico de los islandeses.
¿El qué? Íslendingabók, un libro (ahora también app) que contiene información familiar de más de 700.000 islandeses, vivos y muertos. El invento ha resultado ser crucial para un país tan endogámico y pequeño como Islandia, una extravagancia a ojos del resto de europeos (Luxemburgo o Lietchenstein pueden ser pequeños, pero también están en el centro del continente, lo que permite mudanzas, traslados y conocer gente).
En Íslendingabók un islandés puede repasar si la persona con la que está flirteando es su prima o no, evitando así terminar en la cama con un familiar en cuarto grado. En el fondo, para Islandia es un problema de escala: dado que todos los islandeses están relacionados familiarmente de un modo u otro, provenientes de una familia originaria que llegó al gigantesco islote hace siglos, es muy sencillo acostarse con algún primo lejano. Hay relatos de islandeses emparejados que se han topado con familiares muy comunes tan atrás como en el siglo XVIII.
El fenómeno no es raro en absoluto.
De cuando casarse con primos era ilegal y ya no
"Vale, pero esto es Islandia, no hay modo de que otro europeo termine casado con su primo, ¿verdad?". No es tan sencillo.
Preguntemos en Italia, por ejemplo, donde las radicales diferencias económicas y culturales entre el norte y sur también se manifiestan en la frecuencia con que los italianos se casan con familiares cercanos. Lo descubrimos ayer gracias a este tuit de Amazing Maps, que rápidamente causó sensación en Twitter como forma de explicar las atávicas e irreconciliables disidencias entre el Mezzogiorno y la Alta Italia (que dejan las desigualdades económicas entre Andalucía y Euskadi como un juego de niños).
El mapa es abrumador, especialmente en Sicilia, donde a mediados de los años sesenta aún el 40% de los matrimonios era entre primos. Es una isla, pero no es tan pequeña como Islandia: en la actualidad, hay más de 5.000.000 de sicilianos sólo en Sicilia (sin contar la extensa inmigración que se ha repartido por todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos). Es probable que, desde entonces, el porcentaje haya bajado.
En general, los europeos no se casan con sus primos. En España o en Italia, pese a la rareza siciliana, los matrimonios entre familiares al 5% de la población, cifras similares a las de Bélgica. En Francia, Reino Unido o Países Bajos oscilan entre el 1% y el 3% de los enlaces registrados. Son cifras, si lo pensamos, bastante altas. Pese a que el casamiento entre primos tiene connotaciones sociales muy negativas, no es una rareza histórica: en comunidades aisladas y poco comunicadas, ofrecían una salida más que evidente.
También entre la nobleza, donde el cliché apunta a los Habsburgo, familia endogámica donde las haya. En el siglo XIX, Charles Darwin, casado con su prima, estimaba que alrededor del 3,5% de los británicos llanos había contraído nupcias con un familiar cercano, y que más del 4% de los nobles había hecho lo propio. Históricamente, la Iglesia lo había prohibido, pero dado lo acuciante de asegurar enlaces políticos (Luis XIV se casó con su prima española), utilizó las bulas papales como forma de generar beneficios.
Hoy, casi todos los países europeos permiten el matrimonio entre primos hermanos, aunque sea poco común. En Estados Unidos la mayor parte de los estados (incluidos algunos sureños, pese a las bromas recurrentes sobre su endogamia) lo prohíben, dado el fuerte rechazo generado en el siglo XIX. Con todo, alrededor de 250.000 se han casado con sus primos, según FiveThirtyEight, cifra que puede ser mucho mayor dado el estigma social asociado, y la necesidad de mantenerlo en privado de muchas parejas.
Si quieres casarte con tu primo, hazte musulmán
De modo que casarse con un primo siendo cristiano y europeo es, cuanto menos, una tarea que conllevará numerosas objeciones familiares. En caso de que el matrimonio desee estar libre de pecado, debería convertirse al Islam.
La mayor parte del mundo árabe permite, acepta e incentiva el casamiento entre primos. Las cifras son abrumadoras: casi el 50% de los casamientos en Pakistán se producen entre primos hermanos o lejanos, así como en Sudán, Jordania, Yemen o Afganistán. Desde Marruecos hasta Bangladesh, pasando por Burkina Faso, Mauritania o Egipto, los musulmanes están más que habituados a casarse entre ellos. Son los responsables de ese 10% de matrimonios mundiales totales entre primos.
Esto puede traer problemas desde el punto de vista genético (los fetos concebidos entre primos, por su alta consanguineidad, tienden a tener más defectos de nacimiento que otros), por lo que en Qatar o Irak se han iniciado pruebas para asegurar la viabilidad y la sana fertilidad del matrimonio. ¿Pero por qué está tan extendido si puede ser problemático? Aquí se especula con la tradición tribal de los países árabes y por la necesidad y querencia de mantener lazos con familias dentro del mismo estatus económico y social.
Sea como fuere, hay un amplio debate sobre si esto es una buena idea o no. En Reino Unido, las familias de inmigrantes pakistaníes han causado la habitual alarma en los medios sensacionalistas sobre el incesto. Sin embargo, hay quien discute nuestro tabú occidental, como William Saletan en Slate, para quien los riesgos genéticos no son lo suficientemente altos como para mantener una prohibición literal como la estadounidense. Aquí y aquí se defienden casos semejantes. Quizá Islandia no tenga un problema tan grande.