La humanidad produjo 36.000 millones de toneladas de CO2 a lo largo de 2019, aproximadamente 98 millones de toneladas al día. Es una escala sin parangón en la historia del planeta, y una que, marginalmente, crece cada año. ¿Es posible revertir el cambio climático dadas estas cifras? Sí, pero necesitaremos algo más que sustituir las fuentes contaminantes por otras renovables y sostenibles. Necesitaremos restar CO2.
Noruega se plantea hacerlo enterrándolo bajo el mar.
El plan. Lo desarrolla aquí Bloomberg: consistiría en capturar las emisiones producidas por una cementera y una planta de producción de energía; comprimirla y almacenarla temporalmente; cargarla en un barco; y trasladarla mediante profundos gaseoductos a cementerios sellados a 1.000 o 2.000 metros por debajo del nivel del mar. Allí pasarían centenares y centenares de años, ahorrando al planeta esas emisiones.
¿Viabilidad? Se trata de un planteamiento preliminar. Dado que el estado noruego acarrearía con la mayor parte de los costes, debe ser aprobado antes por el parlamento. Se votará en octubre. El plan obligaría a una inversión de más de €2.300 millones, de los cuales el gobierno financiaría el 80%. Tres compañías petrolíferas (Equinor, Total y Shell) participarán en la ejecución del proyecto, dada su experiencia en la materia.
Muy caro. Es el principal problema del plan: las cifras son apabullantes. El borrador final supera sustancialmente el presupuesto inicialmente previsto. El propio gobierno lo considera "caro", repleto de "incertidumbres sobre sus beneficios" y "a fondo perdido". Cada tonelada métrica de CO2 enterrada en las profundidades marinas tendría un coste de $140, muy por encima de lo que Noruega tendría que pagar por emitirla bajo regulación europea.
Hay ventajas. La cuestión, como apunta su primera ministra, Erna Solberg, no es la rentabilidad. Sino la inversión a futuro: "El almacenamiento de CO2 nunca se ha considerado como algo socio-económicamente rentable. La cuestión es, ¿ofrece este proyecto el aprendizaje para desarrollar la tecnología en el futuro?". Traducido: a Noruega le puede interesar dilapidar €2.300 millones si a cambio se posiciona como una nación puntera en la materia y logra exportar su tecnología y conocimiento a buen precio.
Proyectos. Otros países, como Reino Unido, ya han explorado proyectos similares. Capturar el CO2 y enterrarlo bajo el mar no es una solución sutil, pero sí efectiva a un problema, el de las emisiones, imposible de solucionar únicamente invirtiendo en renovables o coches eléctricos (donde Noruega, por cierto, es líder mundial). Tanto gobiernos como expertos son conscientes de la necesidad de crear "emisiones negativas", de restar CO2.
Un ejemplo muy prometedor es el de Climeworks, una empresa suiza que ha creado un succionador gigante de CO2. La planta lo absorbe, lo procesa y libera el aire limpio a la atmósfera, para después comercializar con el CO2 almacenado. Es un negocio potencialmente boyante. Sectores como la agricultura (invernaderos) o como las bebidas azucaradas (para carbonatar sus productos) pueden estar interesados en su CO2.
Inversión. Noruega quizá haya leído correctamente la dirección de la industria. Climeworks recibió hace pocos meses una ronda de financiación de €76 millones. Su objetivo ahora es desarrollar la planta de tal modo que sea capaz de almacenar 100.000 toneladas de CO2 para 2022. El parlamento noruego, de momento, podría tomarle la delantera, si acaso para enterrar el gas en un lugar, el lecho marino, donde plantee menos problemas.
Imagen: Jan-Rune Smenes Reite
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