“Los mercados financieros están diseñados para transferir dinero del impaciente al paciente”, es una de las famosas máximas del empresario y economista Warren Buffet. Básicamente, trata de explicar la importancia de mantener la cabeza fría cuando alguien se decide a operar en el mercado de inversión. Porque sí, parece hoy en día que a cualquiera que le gusten las criptomonedas, los bienes raíces, o los memes sobre acciones sienta una impulsividad de compra derivada tanto por la ansiedad como por la esperanza de beneficios.
Incluso los inversores profesionales que saben lo suficiente no pueden resistirse a participar en el mercado. Es un fenómeno conocido como FOMO. Es la ansiedad de sentir que estás perdiendo un tren que ya está en marcha mientras tratas de subirte a él como sea.
¿Cuál es la vida FOMO? No es exclusiva de los mercados. Ni de la economía en general. Podríamos decir que ha existido toda la vida y que puede ser fácilmente trasladable a muchos otros ámbitos y situaciones. A medida que las redes sociales han ganado terreno en nuestras vidas, se ha convertido en un fenómeno más común, pues la mayoría de nosotros sentimos la necesidad de estar permanentemente conectados para no perdernos nada de lo que sucede en el mundo. Esto también sucede a menudo en el campo del trading, y más concretamente en el de las criptomonedas.
¿Qué significa? Proviene del acrónimo ‘Fear of Missing Out’, o lo que es lo mismo, el miedo a perderse algo o a quedarse fuera de algo que los demás sí están aprovechando. Y lo que hace en realidad es que el inversor entre a destiempo en los mercados porque ha visto al precio subir y subir, y crecen sus ansias de perseguirlo. Algo que los economistas recomiendan evitar: cuando la emoción se apodera de la razón incluso los errores más tontos aparecen como por arte de magia.
Golpeados por la información. Esta sensación percibida de estar perdiendo algo o el miedo a no estar actualizado viene derivado casi siempre por publicaciones que aparecen en nuestro timeline de Facebook, Twitter o noticias. ¿Qué inversor no se lleva las manos a la cabeza cuando el influencer económico de turno comenta el desastre que está sufriendo Bitcoin? Basta que el usuario esté navegando por la red social y advierta que hay más actualizaciones de lo normal para que su ansia de curiosidad le haga examinar febril y furiosamente las últimas novedades.
Sí, a los minutos estará satisfecho momentáneamente, pero al cabo de un rato volverá de vuelta a su ciclo FOMO. En otras palabras, el flujo constante de información lo convierte en un esclavo de los dispositivos digitales.
El fenómeno económico. La explicación de por qué invertimos tiene de hecho un gran poder económico. De los errores de unos ganan los otros. Y la pandemia no ha hecho otra cosa que acelerar un sentimiento de impotencia y de euforia ante la posibilidad de grandes beneficios. Algo así como el boom de las puntocom, cuando Internet se entendía menos en términos tecnológicos. Ahí fue más lo que economistas como George Akerlof y Robert Shiller llamaron un "contagio de pensamiento de persona a persona" que se propagó a través de los precios en aumento de la bolsa.
Otra causa de que se dé el fenómeno FOMO en este momento es la falta de una narrativa fuerte como contraposición. Por ejemplo, advertir contra la especulación arriesgada a corto plazo y decir "todo terminará en lágrimas" son comentarios ampliamente ridiculizados como consejos boomer. Lo hemos visto con el revuelo del Bitcoin. Primero, porque parece fuera de contacto con la realidad económica de la Generación Z, pero también porque los precios de los activos siguen repuntando. Bitcoin pasó de un descenso de más del 80% en 2018 a un récord este año y a una caída en picado. Junto con las propiedades y las acciones, es un combustible de arrepentimiento clásico para aquellos que “se lo perdieron”.
¿Cuándo aparece? Tal y como explica este artículo de Crónica Vasca, no es algo exclusivo de operaciones puntuales, también aparece en masa en los últimos momentos de las grandes temporadas alcistas, cuando el ruido llega a todos los rincones de las redes sociales y los medios de comunicación. Cuando hasta el menos iniciado entra al mercado porque siente que se está perdiendo algo. Es precisamente el efecto llamada que produce Internet el que suele dar el último empujón a un activo exitoso antes de que comience a ver caer su precio, lo que provoca que muchos queden atrapados en el punto más alto.
Es lo mismo que sucedió cuando muchos de los inversores de las criptomonedas aterrizaron en el mercado a finales de 2017, el momento en el que Bitcoin se aproximaba a la cota de los 20.000 dólares.
El problema FUD. Aunque tampoco se trata de un término exclusivo del trading, el FUD es otro fenómeno que está tomando relativa importancia en el mercado de inversión y que es totalmente complementario al FOMO, a veces una consecuencia directa. Viene de “Fear, Uncertainty, and Doubt” y se utiliza normalmente en las criptomonedas cuando alguien intenta sembrar la duda sobre la viabilidad de un proyecto. Algo así como “tirar mierda" de algo no basándose en los fundamentos o en los gráficos, sino en noticias poco contrastadas que se difunden en la jungla de las redes sociales para que el precio de la moneda caiga. Y en muchas ocasiones suelen ser simples opiniones poco fundamentadas de algún personaje con relativo poder.
Una manera de explicar cómo funcionan los mercados: mientras con una mano se siembra incertidumbre y miedo, con la otra se compra y se acumula el activo que se difama para luego, una vez que se ha conseguido lo que se quiere, volver a hablar bien de él con la intención de que el precio suba. La picaresca de toda la vida aplicada al mercado más salvaje.
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