Según la mitología nórdica, la Fortaleza de Asgard es la ciudad celestial donde viven los dioses. Ahora también, según un comité de expertos reunidos ayer en París, es el nombre bajo el que se conocerá a un nuevo grupo de personas de todos los países que vivirán juntos en órbita para proteger la tierra de los peligros que la asolen y trabajar en pos del conocimiento. Una nueva nación asentada en el espacio exterior. Y no, no estamos hablando de ciencia ficción.
Así lo ha afirmado el (por el momento, semioculto) grupo liderado por el científico ruso Igor Ashurbeyli, fundador del Centro Internacional de Investigación Espacial en Viena. En una carta abierta y ofrecida ante periodistas, Ashurbeyli explicaba cómo varias personalidades de la ciencia de Canadá, Rumanía, Rusia y Estados Unidos se habían aliado para llevar a cabo uno de los planes más grandiosos de la historia.
¿El objetivo? Si queremos modelar un entorno óptimo para la investigación espacial, es mejor que vayamos construyendo ya mismo en un modelo que permita la cooperación total entre todos los países de la tierra, bajo una misma bandera.
Asgardia, o por qué en el espacio deberíamos estar unidos
Y hablando de banderas: ese símbolo, la insignia e incluso el himno nacional será decidido democráticamente por todos aquellos primeros ciudadanos de Asgardia. Es decir, las primeras 100.000 personas que se inscriban desde internet para convertirse en futuros ciudadanos de este nuevo estado. Puedes hacerlo aquí mismo, sólo tienes que rellenar este simple formulario (y ojo, que sólo quedan 40.000 plazas).
Un número de solicitantes tan amplio tiene un segundo propósito: ese es el número de gente que necesitan para llevar el proyecto de Estado a las Naciones Unidas. Si este organismo les reconociera (que, en este momento, no parece que tenga muchas opciones de ganarse el sí), los solicitantes se ganarían una doble nacionalidad, la de su país de origen y la asgardiana.
Terminar con la influencia de la geopolítica: una idea imposible (según las leyes terrestres)
Una de las primeras dificultades a las que tendría que enfrentarse Asgardia es la cuestión legal. Nadie dice si puede fabricarse un país independiente en el espacio, y desde luego las leyes actuales no se corresponden con las pretensiones de estos emprendedores. A día de hoy, las leyes espaciales internacionales dictan que es el país que lanzó el objeto más allá de la tierra el que se hace responsable del mismo.
Esto, que sirve para otorgar el prestigio por el reconocimiento científico de los descubrimientos, vale también para asignar los compromisos económicos de los desperfectos causados por esos objetos al alcanzar la tierra. De crearse una nación diferenciada que no encuentra un cuerpo territorial y jurídico en la tierra, podría causar problemas.
Pero desde este colectivo no se cortan: ellos directamente quieren romper la baraja y modificar el marco legal actual para que se adecúe a su proyecto, y no al revés, en busca de una “nueva era de exploración espacial. Al crear una nueva estación espacial privada, el desarrollo y la innovación de la tecnología galáctica en pos del progreso humano florecerá más que en el contexto actual, en el que los estados imponen sus particulares restricciones”.
“Un régimen jurídico espacial único es indispensable para gobernar el espacio exterior. Eso serviría para garantizar que se explore de manera sostenible y con fines exclusivamente pacíficos, siempre en beneficio de la humanidad, incluidas las generaciones futuras que vivan en la Tierra y el espacio exterior”, enfatizó Ram Jakhu, director del Instituto de Derecho aéreo y Espacial de la Universidad McGill, Montreal, Canadá.
El inasumible coste de la nación universal
Mucho se han cuidado desde la organización de no ofrecer la magnitud de las cifras que conllevaría un proyecto así. Su objetivo más inmediato es el de lanzar un satélite simbólico al espacio en los próximos 18 meses, que podría costarles aproximadamente unos 65 millones de dólares, pero la idea, por supuesto, no es detenerse ahí.
Es una de las razones por las que todo apunta han convocado una rueda de prensa, el acto se trata más de una campaña publicitaria para ganar el interés de los inversores. Tal y como prevén en Inverse, harían falta decenas de millones de dólares para arrancar con el proyecto, y miles de millones sólo para mantenerlo.
También por eso, para modificar la amplitud del proyecto según los fondos que finalmente consiga, es que sus objetivos actuales están definidos de una forma vaga. Por el momento la web dice que sólo quieren convertirse en un “puntero escudo protector para toda la humanidad de los desastres naturales o humanos que amenacen la tierra”.
Un ejemplo de misión que podría haber ejecutado Asgardia es el meteorito de Chelyabinsk, que hirió con su caída en Rusia en 2013 a más de 1.000 personas y arrolló 4.000 edificios. Aunque la ONU o el Space Mission Planning Advisory Group ya trabajan por elaborar mecanismos comunes que luchen contra estos percances, el proyecto de Ashurbeyli se centraría específicamente en estas misiones. “Queremos ayudar creando soluciones óptimas sobre el futuro gobierno en el espacio”, dijo el profesor Joseph N. Pelton, ex decano de la Universidad Internacional del Espacio en Estrasburgo, Francia.
¿Proyecto original? ¿Y sólido?
Hay quién acusa a los agentes de esta propuesta de no estar proponiendo nada demasiado distinto a la Estación Internacional Espacial (ISS), un centro que, por cierto, necesitó de fondos de 18 países y costó 100.000 millones de dólares en financiación. Ram Jakhu, el director del Instituto de Derecho Aéreo y Espacial de la Universidad McGill (y miembro del colectivo impulsor de Asgardia) lo negó en la conferencia de prensa: "La ISS es un proyecto conjunto. No hay ninguna constituida como tal como ISS. Es sólo una instalación controlada por las diferentes naciones que lo financiaron. Es una especie de apartamento cósmico".
Entre los objetivos de Asgardia está acoger a personas de cualquier nación, aunque esta sea tecnológicamente pobre y no haya invertido en tecnología espacial.
En realidad, el problema al que se enfrenta el proyecto Asgardia es el mismo que vive (vivió) Mars One. Tal vez lo recuerdes, un grupo de científicos se ofreció para instalar una base humana en el suelo de Marte para colonizar aquella tierra, y para ello pedían voluntarios que quisieran irse a vivir a la estación así como apoyo económico para hacerlo viable. Desde que conocimos la noticia en 2012 los planes y la financiación no han avanzado lo suficiente, y parece que la idea va esfumándose poco a poco.
Pero desde Asgardia consideran que hay un factor diferencial esencial con respecto a la idea del investigador holandés Bas Lansdorp. En su caso no se trata de colonizar un planeta, sino algo mucho más ambicioso: crear una nueva nación que una bajo su bandera a los miembros de todos los países de la Tierra, promoviendo la paz y la igualdad en el mundo mientras lo defienden de asteroides, basura espacial y otros peligros.
“Será, además, menos arriesgado que vivir en Marte. Y si la vida en Asgardia no te convence siempre podrás volver a la tierra”, dice Ashurbeyli, científico (y empresario) al mando que como Lansdorp ha puesto la cara y se arriesga a una pérdida de credibilidad si su propósito no va adelante.
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