España cierra bares y discotecas: así están cambiando Tinder, Glovo y Netflix nuestros hábitos

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En 2008 había en España prácticamente tres bares por cada restaurante. 190.000 locales de caña y café frente a 64.000 de los de mesa y mantel. En 2019, y según las últimas cifras, la restauración ha crecido en más de 8.000 establecimientos mientras que el local de barra se ha dejado 25.000 por el camino. Además, si la facturación entre ambos servicios una década atrás era bastante pareja, hoy los restaurantes están haciendo 47.320 millones de euros anuales frente a los 36.289 de los bares. Estamos ante un cambio de tendencia y de hábitos de consumo.

¿Cómo es posible? Lo primero en lo que podemos pensar es que se trate de un efecto arrastrado por la crisis, que agravó al sector en 2012 con la subida del IVA, pero las cifras dictan que, aún en 2019, están cerrando bares, con el consumo plenamente reactivado. La primera y más importante víctima ya explica qué está ocurriendo: donde más ha impactado es en bares de pueblo. Efecto de la España que se vacía y se traslada a las capitales, donde los locales tienden a tener una mayor concentración de clientes que en las tabernas rurales, lo que explica que el cierre de bares no haya ido en paralelo a un decrecimiento de la facturación.

Netflix, Glovo, la vida doméstica. Según un estudio, los norteamericanos pasaron ocho días más al año (192 horas) en casa en 2012 con respecto a 2003. Eso era antes de la llegada del streaming, lo que de seguro ha agravado la tendencia. Más internet, más videojuegos, el auge de las plataformas VOD... El mercado de comida a domicilio creció un 26% en España entre 2017 y 2018 y se espera que sea uno de los sectores con mayor expansión de la próxima década. Vamos hacia una sociedad más alérgica al aire libre.

Tinder está matando la discoteca. Así de sencillo. La gente cada vez se conoce menos en persona y más online, y mucho más en España, donde somos adictos a las aplicaciones de ligoteo. Nadie necesita pasar la noche cazando pareja en la incomodidad del directo cuando puede chatear detrás de una pantalla. Según El Confidencial, a día de hoy ya solo quedan abiertas un 35% de las discotecas que lo estaban en 2008. Hay más: a la Generación Z no le entusiasma beber, los baby boomers abandonan progresivamente la noche y los millennials se inclinan por la experiencia instagrameable, lo que les acerca más al restaurante que al bar.

Los nuevos modelos: “supper club” es como han llamado los medios de tendencias a las nuevas propuestas que dan servicios de cenas pero cuentan con licencia también para poner copas de 21 a 2, haciendo que los comensales disfruten (si el ruido les deja) de su sushi o ceviche mientras una pareja puede bailar gintonic en mano a escasos metros. Es también un efecto provocado por la subida de los precios del sector, con un coste por metro cuadrado que ya ha alcanzado el de antes de la crisis, lo que lleva a los propietarios a estirar al máximo posible las horas de actividad.

Y por qué aún le queda al bar mucho recorrido: porque España sigue estando en la champions league hostelera. Somos el país con más densidad de bares por persona del mundo, 259 por cada establecimiento. Pese a que percibamos que todas esas dinámicas de cambios de hábitos ya están cambiando el paisaje, aún es muy pronto para que podamos considerarnos una nación alérgica a la reunión social.

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