El peso del fútbol, el tenis o el ciclismo son abrumadores en nuestro país. En parte por el aparato mercantil que existe detrás de estos deportes, en parte por el éxito de nuestras estrellas y la afición que arrastran al descubrirse que somos líderes (razón por la que la Fórmula 1 vivió un gran momento en España con la llegada de Fernando Alonso).
Pero como bien aprendemos siempre que acontecen unos nuevos Juegos Olímpicos, hay otros muchos deportistas de disciplinas periféricas que ponen tanto ímpetu en la pista, en el campo, como el que se esperaría de los jugadores multimillonarios. Con un espíritu de honradez, por lo modestos de sus réditos económicos y mediáticos, que les convierte en seres ejemplares, héroes sigilosos.
Si gracias a los resultados en Río nos enteramos por los medios de la excelencia deportiva que existe en nuestro país en taekwondo y waterpolo femenino, ahora toca hablar del piragüismo, una disciplina dominada por neozelandeses, húngaros y alemanes durante décadas y que en los últimos diez o doce años se ha convertido en un nuevo campo de éxito nacional como también se vio en los Juegos: fue el deporte que más medallas ha dado históricamente a la delegación española tanto en esta edición como en todos los demás Juegos juntos.
No acapararán tantas portadas como Valverde o Iniesta, pero Marcus Cooper, Rodrigo Germade, David Cal, Saúl Craviotto o Cristian Toro, entre otros, nos acaban de dar, con su participación en la I Copa del Mundo 2018 de Hungría, un total de 8 medallas (cuatro oros, dos platas y dos bronces) con las que certifica un gran comienzo de temporada en las competiciones internacionales de esprint. Hemos conseguido aparecer en el podio podio junto con los veteranos equipos de Hungría y Nueva Zelanda.
De entre los premios ganados en esta última competición por los palistas, el más espectacular fue el del K4 500, por el que esta embarcación compuesta por tres campeones olímpicos y un campeón mundial rivalizaron en todo momento con dos canoas del equipo nacional húngaro a las que les sacaron más de un segundo de ventaja en su llegada a la meta. El cuarteto apenas llevaba un par de semanas de trabajo junto, Craviotto, además, tras un año sin competir.
Para que los cuatro campeones más importantes puedan competir en el Mundial de agosto la Federación les obliga a hacer medalla en el Europeo de junio, y dado que tienen poca experiencia como equipo ahora les toca darlo todo en las preparaciones, aclimatarse a diferentes corrientes de aire y temperaturas.
Los oros en K2 200 y el K1 500 (y batiendo, ojo, el récord mundial) también nos los hemos llevado, así como un par de platas y un par de bronces. En cualquier caso, el camino hacia Tokio 2020 arranca espectacular para esta tropa.
¿Y cómo es la vida a la vuelta de estos éxitos? Muy tranquila. Contada David Cal, gallego de Cangas do Morrazo (Pontevedra) erigido como el español con más laureles olímpicos de la historia (cinco premios en tres ediciones distintas), vuelve cuando puede a su pueblo, a entrenar en un río cercano a su localidad, y a ayudar a la panadería del negocio familiar que con sus ingresos nunca podrán cerrar. Saúl Craviotto, que nos dio dos medallas en Río, cuenta cómo le choca, “aunque no me molesta”, saber que la gente le reconoce mucho más por su paso en Masterchef que por su trabajo sobre la canoa.