Se trataba de una cuestión abordada tanto por los medios de comunicación nacionales como por los internacionales: en España, pese a la recesión económica y al elevado número de inmigrantes, la extrema derecha no había despuntado electoralmente. La tendencia contrastaba con las ganancias del populismo en el resto de Europa, donde la inmigración y el euroescepticismo habían tomado la agenda mediática. Las elecciones andaluzas sirvieron como adelanto; las de abril, como confirmación; y las de ayer, como fin a la excepción.
Ganancias. Vox ya es la tercera fuerza parlamentaria. La formación liderada por Santiago Abascal obtuvo ayer el apoyo de más de tres millones y medio de españoles. Su inmenso crecimiento se ha traducido en 52 escaños y en el 15% del voto, cifras equiparables a las del resto de la ultraderecha europea. Como apunta aquí Jorge Galindo, Vox aglutina hoy similar grado de apoyo al FPÖ austriaco, al PVV holandés, a los Auténticos Finlandeses o al Fremskrittspartiet noruego.
De media, la extrema derecha obtiene el 17% de los apoyos en cada elección. Vox sólo está dos puntos por debajo.
Con los 52 escaños de Vox, España pasa a estar en la media europea de presencia de la extrema derecha y la derecha populista con representación parlamentaria. pic.twitter.com/IIjWBbBTLt
— Jorge Galindo (@JorgeGalindo) November 11, 2019
De manual. La eclosión de Vox ha llegado tarde, pero ha mimetizado la de gran parte de sus pares continentales. Primero obtuvo un triunfo parcial en las elecciones autonómicas de Andalucía. Logró erigirse en una pieza clave del nuevo gobierno, obteniendo concesiones del centro-derecha. Más tarde obtuvo un crucial espacio en el Congreso de los Diputados, proyectando su discurso y sus ideas. Y finalmente, capitalizó la campaña electoral introduciendo la cuestión migratoria, un elemento hasta ahora secundario en las prioridades de los partidos españoles.
Un crecimiento de manual. Las elecciones de ayer marcan un hito, pero también, al menos a tenor de la historia de la extrema derecha en Europa, podrían representar su punto culminante.
Otros países. Porque superar el umbral del 20% ha resultado una tarea harto compleja para las formaciones populistas del continente. Los dos partidos más exitosos, el Fidesz húngaro y Prawo i Sprawiedliwość en Polonia, ambos en el gobierno, provienen de contextos políticos muy distintos. En Europa occidental, sólo la Lega italiana ha accedido al poder (en plena demolición del sistema de partidos y tras abandonar el secesionismo padano), y tan sólo Rassemblement National, la plataforma de Marine Le Pen, obtiene victorias electorales claras.
Vetos. Como vimos, las ganancias de la extrema derecha casi nunca se ven recompensadas con la oportunidad de gobernar. Sólo en aquellos países de gran fragmentación, como Dinamarca, donde el DF llegó a obtener el 21% de los votos, la ultraderecha adquiere un rol clave en la gobernabilidad, imponiendo sus condiciones. En Suecia, Países Bajos o Alemania los cordones sanitarios son expresos, y el resto de partidos se quiebran la cabeza para acordar políticas margen de las formaciones radicales.
Otras vías. ¿Sin oportunidades para Vox? No. El partido de Abascal ya ha alcanzado acuerdos programáticos con PP y Ciudadanos en autonomías tan importantes como Andalucía o Madrid. Si Casado tuviera la oportunidad de gobernar con sus votos, es improbable que la rechazara. En este sentido, el escenario de España se asemejaría al de Austria, Noruega o Estonia, donde la derecha tradicional se ha apoyado en la extrema derecha para sacar adelante presupuestos y gobiernos (llegando a las coaliciones).
¿Qué ha cambiado? Pese a las similitudes, hay algo paradójico en el crecimiento de Vox: llega en un momento de relativa bonanza económica y tras varios años donde la inmigración ha decrecido. Un factor parece clave para entender el fin de la excepcionalidad española, y es Cataluña. Los acontecimientos de 2017 y los disturbios posteriores a la sentencia del Tribunal Supremo han podido espolear un repliegue nacionalista del votante conservador. Una ventana de oportunidad para Abascal.
La ha aprovechado. Hoy, España converge con Europa. Es el fin de la excepción, una que sólo resta buscar en Portugal.
Imagen: Víctor J Blanco/GTRES