La humanidad ya no necesita imaginar cómo sería un apocalipsis demográfico. Ya tenemos a Japón. Hace algunos meses hablábamos de su peculiar sino poblacional. Hace dos años registró 450.000 más defunciones que nacimientos. Su tasa de fecundidad dirige irremediablemente a Hijos de los Hombres, y se espera que de aquí a final de siglo su población haya pasado de los 120 millones actuales... A 50.
¿Un caso excepcional? No. España camina por el mismo sendero.
Nuevas cifras. Solo que con retraso. El último informe sobre los movimientos de población naturales publicado por el INE arroja una sombría perspectiva sobre el futuro demográfico de España. El país registró 369.302 nacimientos por 426.053 fallecimientos. Un saldo negativo de 56.262 (descontando la inmigración). Es el segundo año consecutivo en el que se notifican más decesos que alumbramientos.
Y no va a mejorar a corto plazo.
Porcentajes. Tan sólo hay que observar las tendencias. El número de nacimientos ha caído un ¡40%! durante la última década (en 2008 fueron más de 519.000), una curva descendente y prolongada motivada por el desplome de la fecundidad. De media, las mujeres residentes en España tuvieron menos hijos que nunca en 2018: 1,25. Muy lejos, lejísimos, del 2,1 proverbial que asegura el reemplazo generacional.
El lienzo es aún peor si descontamos a las madres extranjeras. Las nacidas en España redujeron su tasa de fecundidad a los 1,19 hijos por mujer, un mínimo histórico equiparable al de calamidades demográficas como Corea del Sur.
Migración. ¿Se vacía España? Aún no, pero sólo gracias al efecto de la inmigración. Tras perder más de 387.000 habitantes entre 2012 y 2015, fruto de la recesión y de la emigración masiva de miles de nacidos en el extranjero, el saldo neto se recuperó entre 2016 y 2017 (218.000 residentes más). ¿La clave? La recuperación económica atrajo más migración, y retuvo la ya existente. Sólo así España creció un 0,3% mientras su número de nacimientos caía un 0,6%.
Perspectivas. El nuevo patrón migratorio permitió al INE corregir sus pesimistas proyecciones demográficas del inicio de la crisis. En 2013 estimaba que España decrecería entre el 0,53% y el 0,63% entre durante la próxima década, llegando a los 45.179.000 habitantes en 2019. Falló. Un año antes estimaba que la población española menguaría un 10% hasta 2052, llegando a los 41.500.000 habitantes.
Balance. Hoy España tiene todavía 46.659.000 residentes, y el INE prevé un crecimiento progresivo hasta 2033, capaz de elevar la cifra a los 49 millones. A partir de ahí, calcula otra caída: 48.500.000 para 2068. ¿Qué sucede? Que el INE se fija en las tendencias demográficas actuales, y cree que el saldo migratorio oscilará entre los +250.000 actuales a los +175.000 de 268. El problema es que el saldo vegetativo, nacimientos - defunciones, se hunde: -220.000 para entonces.
Futuro sombrío. Es decir, que el INE lo fía todo al sostenimiento de la migración. No al repunte de la natalidad de las mujeres residentes en España, que irá (muy) a la baja. Aún más. El país ya no puede sostener su propia población, por lo que camina, lentamente, hacia la misma extinción metafórica que Japón. Pero si algo mostró la crisis es que los flujos migratorios son caprichosos, y dependen de la suerte económica del país. Una que no podemos dar por sentado.
Imagen: AP/Emilio Morenatti