Kjell Magne Bondevik debe saber que no es un hombre especialmente carismático. Ex primer ministro de Noruega en dos ocasiones, su cara, como la de casi cualquier otro gobernante noruego, un país pequeño en un mundo muy grande, puede pasar desapercibida en casi cualquier punto del planeta. Lo que no podía saber Bondevik es que su anonimato le iba a deparar un amargo trago en un aeropuerto estadounidense.
Según cuenta ABC7, Bondevik fue retenido la pasada noche en el aeropuerto de Dulles, en Washington. Al parecer, las autoridades aduaneras le realizaron una inspección de más de una hora apartado del resto de pasajeros del aeropuerto debido a una visita reciente a Irán. Bondevik, roedado de ciudadanos de Oriente Medio y africanos, estaba siendo investigado por posibles afiliaciones terroristas. El pobre hombre no daba crédito.
El pasaje es surrealista: Bondevik había llegado a Estados Unidos el pasado martes y regresaba a Noruega, pero su pasaporte, diplomático, indicaba que había visitado Irán desde 2011. Dada la legislación existente heredada de Obama, numerosos ciudadanos de países del mundo requieren de una visa para entrar en Estados Unidos si han estado en Yemen, Irak, Sudán o Irán, entre otros países, en los últimos cinco años. Y Bondevik no la tenía.
Sin embargo, la legislación también establece algunas excepciones caso-por-caso. El ex-primer ministro, en una entrevista en vídeo visiblemente indignado, asumió que su pasaporte diplomático y el hecho de que indicara que había sido jefe de gobierno de un país de la OTAN sería suficiente para evidenciar que no era terrorista.
Se equivocaba.
"Yo, que me he reunido con George W. Bush"
"Entiendo el miedo a la entrada de terroristas de este país", explicaba más tarde, "pero mi pasaporte diplomático, que he sido primer ministro de Noruega, debería ser suficiente" para que le dejaran entrar. "Eso debería ser suficiente para hacerles entender (a los agentes aduaneros) que no represento ningún problema o amenaza para este país, y que por tanto me dejaran marcharme inmediatamente. Pero no lo hicieron".
En la entrevista, un desamparado y furioso Bondevik habla frente a la cámara de la ABC como un ciudadano cualquiera, consternado por las medidas de seguridad del aeropuerto. La estampa toma un cariz peripatético cuando el ex primer ministro evoca sus reuniones oficiales con anteriores presidentes de Estados Unidos, como Bill Clinton o George W. Bush (Bondevik fue primer ministro en dos periodos alternos, entre 1999 y 2005).
"Fui sorprendido y provocado. ¿Qué le sucdederá a la reputación de los Estados Unidos si esto me sucede no sólo a mí, sino a otros líderes internacionales?", se preguntó después, en relación a su retención y posterior interrogatorio.
Lo cierto es que cuesta no encontrar un punto cómico en la estampa de un señor noruego de provecta edad, eminentemente nórdico, siendo preguntado por los agentes estadounidenses si tiene algo que ver con el terrorismo yihadista. Bondevik, como presidente de una organización para los derechos humanos, había dado una conferencia en Teherán sobre la materia, pero la restricción y la permanente sospecha de EEUU sobre Irán, un país al que le une un enfrentamiento histórico, le hizo caer en el círculo de los sospechosos.
Su caso es, sin embargo, un ejemplo del celo que aplica Estados Unidos ante las posibles (o imaginadas) amenazas terroristas. La prohibición ejecutada por Donald Trump en sus primeros días de presidencia es quizá el caso más paradigmático (aunque fue revocada parcialmente por la justicia). En cualquier caso, nada podía hacer pensar a Bondevik, un respetable señor noruego de aspecto muy noruego, que un día terminaría retenido en un aeropuerto confundido con un terrorista iraní.