Prendió la mecha. #MeTooAcadémicosMexicanos, #MeTooEscritoresMexicanos, #MeTooCineMexicano, #MetooMúsicosMexicanos, y más. Desde hace días la red americana se ha inundado de denuncias contra distintos personajes del mundo del entretenimiento mexicano. Entre los escritores señalados, Herson Barona, Gerardo Grande, Rodrigo Castillo, Daniel Miranda Terrés o Román Sansores. Entre los directores, Gerardo Tort, Gabriel Retes, Amat Escalante o Carlos Reygadas. En el bando de apoyo, relevantes firmas como Valeria Luiselli, Cristina Rivera Garza, Brenda Lozano o Gabriela Jauregui.
A la tercera va la vencida: pese a que el MeToo surgió a finales de 2017 en Estados Unidos, los mexicanos no tuvieron su propia manifestación hasta principios de 2018, cuando la actriz internacional Karla Souza dijo haber sido víctima de una violación por parte de un director en México, aunque sin dar nombre. Poco después Televisa desveló que se trataba de Gustavo Loza, por lo que fue sancionado, pero Souza fue vilipendiada igualmente por la opinión pública.
A principio de 2019 hubo una nueva corriente iniciada por Sabina Berman, dramaturga y periodista reputada del país, que denunció que había sido testigo de acoso sexual durante el rodaje de una reciente película y que, durante el inicio de su carrera como dramaturga, tanto el entonces Presidente de la Sociedad General de Escritores de México como su tutor del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes hicieron con ella lo mismo.
Las denuncias, muchas de ellas anónimas, comparten un retrato muy similar al estadounidense: hombres que copan los puestos de poder en profesiones codiciadas y de alta competitividad que exigían favores sexuales o directamente acosaban so pena de que las mujeres que se negasen quedasen fuera de la industria.
3.200 feminicidios anuales para un país con 130 millones de habitantes. Son cifras aproximadas, estimaciones de la ONU, ya que hasta antes de 2018 no se hacían estos recuentos estadísticos y en la mayoría de los estados del país no se tipificaban ni combatían estos delitos. Según las fuentes oficiales, en 2018 se asesinó al menos a 760 mujeres por el hecho de serlo. El asesinato es la peor manifestación de la misoginia, pero las violencias cotidianas y sexuales también se manifiestan en multitud de formas: seis de cada 10 mujeres, incluidas menores de edad, aseguran haber sufrido algún tipo de violencia machista.
Dónde están las denuncias que yo las vea: el MeToo mexicano se está encontrando con mucha mayor resistencia y críticas que su movimiento hermano en Estados Unidos. Personajes públicos y usuarios señalan continuamente a las denunciantes de este movimiento social como mentirosas o interesadas. “¿Por qué no denunciasteis en su día?”, critican.
Si no puedes, organízate: la realidad social es que hay una alta desconfianza en la labor de las instituciones, que siguen ignorando a las víctimas o avergonzándolas durante el proceso. Menos del 1% de estos delitos terminan siendo denunciados, y de ellos apenas el 3% acaba en sentencia. Para que nos hagamos una idea, si en México sólo se resuelven el 5% de los homicidios, en Europa la cifra está en torno al 80%. Ni instituciones ni policía hacen lo suficiente. Por eso distintas fuentes del movimiento están estableciendo mecanismos de denuncia anónimos y procesos de investigación paralelos desde redes sociales.
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