Hace cuatro días, Asturias declaraba su primer día "libre de coronavirus". La comunidad no había registrado ningún contagio en veinticuatro horas, un hecho inédito desde principios de marzo. Su ejemplo servía como testimonio de una crisis que aminoraba en Europa. En casi todos los países el volumen de casos es hoy muy inferior al registrado a mediados de abril, el pico de la epidemia. ¿Está desapareciendo, al fin, la epidemia?
Europa es un espejismo. La realidad global es distinta.
Récord. Ayer se registraron más de 204.000 nuevos casos de coronavirus en todo el mundo. Es la segunda cifra diaria más alta, sólo superada por la de la jornada anterior (218.000). Dos grandes responsables, aunque no exclusivos: Estados Unidos, con más de 53.000, su récord; y Brasil, con más de 47.000. Otros países siguen en registros muy elevados, aunque ya no baten sus marcas: es el caso de México (6.000, pero ampliamente infraestimado); Rusia (6.700); Bolivia (unos 1.000); o Pakistán (4.300).
Reincidentes. ¿Países a los que el virus no había afectado con anterioridad? Sí y no. Hay otra dinámica preocupante. Países que en teoría tenían controlada y que han registrado durante las últimas semanas rebrotes muy graves, más graves, en ocasiones, que los identificados en marzo y abril. El caso más paradigmático es el de Israel: durante los últimos tres días ha notificado más contagios (890, 1.013 y 790) que en ningún otro momento desde el inicio de la pandemia.
Aviso. Israel había lidiado relativamente bien con la epidemia. Había registrado un bajo número de casos y de fallecimientos. Ahora la situación es más apremiante. "Estamos a punto de perder el control de la epidemia. Estamos cerca de un punto de no retorno donde habrá infecciones masivas y una alta carga de pacientes muy enfermos. La ventana para acción efectiva se está cerrando". Son palabras de Miri Weinberger, director del Centro de Enfermedades Infecciosas del país.
Ejemplos. ¿Puede Europa seguir su camino si baja la guardia? Otro ejemplo: Australia. Cuatro días consecutivos con más de 80 casos diarios, números inéditos desde principios de abril. Diversos distritos de Melbourne, donde se han registrado los brotes, han entrado en confinamiento. En el estado de Victoria la oleada es "tan grave" como la primera, según las autoridades, decidamos bautizarla como una "segunda ola" o no.
Gran parte de los casos provienen de varias escuelas y guarderías, ya cerradas. El gobierno del estado ha recomendado a los padres limitar la movilidad de sus hijos. La situación podría empeorar a corto plazo.
Y Estados Unidos, claro. El ejemplo más paradigmático: sólo en Florida se registraron ayer más de 10.000 nuevos casos. El estado, un retiro para pensionistas (el 20% de su población tiene más de 65 años), cuenta con 21 millones de habitantes. Para hacernos una idea: en el peor día de su crisis, España, con 46 millones de personas, no superó los 9.000.
Su caso tan sólo es la punta del iceberg de un país que, como vimos, ha naufragado con estrépito en la gestión de la epidemia. El levantamiento de las restricciones, la limitada disponibilidad de pruebas y la insuficiencia de su sistema sanitario ha provocado que, más que una segunda ola, la primera ola, nunca controlada del todo, haya empeorado todas las cifras ya registradas en abril. Estados Unidos afronta hoy lo peor de su crisis. Y por el momento no parece que la curva vaya a doblarse.
General. Si nos alejamos de Europa, las malas noticias se multiplican. Desde los brotes recientes de Canadá; hasta la escalada constante de India, Colombia o Sudáfrica, las tres en máximos (21.000 y 8.700 para India y Sudáfrica, récord absoluto). La realidad es que la epidemia aún no ha remitido. En muchos sentidos, está en su peor momento. El tiempo dirá si Europa la ha domado o es tan sólo un respiro.
Imagen: Ilia Yefimovich/GTRES
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