Japón tiene un problema demográfico: pocos nacimientos y una población extremadamente envejecida
En un pequeño pueblo rural, los vecinos han encontrado la solución para sentirse menos solos: llenarlo de maniquíes
Los maniquíes y el cine de terror son dos cosas que se llevan especialmente bien. Me viene a la cabeza la mediocre —por decirlo de alguna manera— "Tourist Trap", una cinta de 1979 que podéis ver en YouTube, pero que es ciertamente olvidable. En ella, hay maniquíes que acechan a un grupo de jóvenes. Puede parecer que eso de un pueblo en el que habitan más muñecos que personas es algo reservado al cine, pero en un pueblecito de Japón es algo real. Muy real.
Japón tiene un serio problema demográfico. No llega al nivel de alarmismo de países como Taiwán o Corea del Sur, pero llevan años en un invierno demográfico que está cambiando la sociedad por dos motivos: no se está produciendo relevo generacional y, además, no hay trabajadores. Para agravar las cosas, como en muchos otros países, se ha ido produciendo un éxodo rural de personas que buscaron oportunidades en las ciudades y nunca regresaron al pueblo natal.
Ichinono es uno de esos casos. En este pequeño pueblo viven apenas 60 personas y no solo es que haya pocos habitantes, sino que la mayoría están jubilados y únicamente hay un niño de dos años por un motivo muy simple: tras la pandemia, sus padres quisieron alejarse de la bulliciosa vida en Osaka y se mudaron al pueblo, desde donde pueden trabajar. Los amigos de ese niño de dos años son… maniquíes.
Este padre y su hijo, con ropa real y mirando lo que parece ser un cartel de información, son dos ejemplos de esos títeres. Es un ejercicio interesante pasear por Ichinono a golpe de Street View para ir descubriendo los puntos en los que los habitantes han colocado a los diferentes muñecos.
También son maniquíes estos ¿niños? que están frente a la casa que verás a continuación, así como el resto de figuras que ilustran este artículo. Hisayo Yamazaki es una persona de 88 años que vive en Ichinono y cuenta que es una de las que empezó a hacer maniquíes hace unos años.
"Probablemente, somos menos que los títeres", afirma la mujer, que también reniega de los incentivos que se dieron a los jóvenes para ir a estudiar a las ciudades y hacer su vida allí. "Ahora estamos pagando el precio", comenta Yamazaki.
Yesos maniquíes están colocados por todo el pueblo realizando actividades cotidianas como trabajar en la granja o simplemente divirtiéndose en un triciclo, en los columpios o junto a su peluche. Todos están vestidos con ropas viejas, la mayoría son niños y el motivo es tan triste como tierno: los residentes los confeccionaron con sus propias manos para hacer que el pueblo se sintiera menos solitario.
Desde el Gobierno se han ido adoptando medidas para revitalizar estos pequeños pueblos envejecidos. Aparte del teletrabajo, desde la administración se empezó a ofrecer un millón de yenes por niño, unos 6.300 euros aproximadamente, para que las parejas de grandes ciudades con hijos de 18 años o menos se muden a estas zonas rurales menos pobladas. Desde Vice se pusieron en contacto con personas que podrían acogerse a las ayudas y parecían no estar muy interesadas.
Por triste que parezca, es un problema que no atañe solo a Japón. No podemos hablar de España vaciada, sino de una Europa vaciada en la que la población se ha ido desplazando a las grandes ciudades en las últimas décadas. Desde los gobiernos se están poniendo medidas para paliar esa despoblación y, con suerte, revertir la situación. Y sí, medidas como el teletrabajo, la mejora en infraestructuras y vivienda gratuita son incentivos de peso, pero queda trabajo por hacer.
¿Será suficiente el esfuerzo de las comunidades locales y los incentivos gubernamentales para revertir la despoblación, o estamos destinados a ver más pueblos convertidos en pequeños Ichinono?
Imágenes | Google Maps
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