Ni los patinetes eléctricos ni los vehículos autónomos ni los carriles bici ni la peatonalización de almendras históricas. La auténtica revolución de la movilidad urbana, la cuestión que ha suscitado profundos debates en el seno de las principales ciudades del mundo, es un tobogán de 38 metros de longitud y más del 30% de desnivel. Ha sucedido en Estepona, con la inquietante finalidad de unir dos calles. Y se ha inaugurado hoy con cierto estrépito.
Dolor. ¿Es una buena idea? Preguntemos a una de las vecinas que ha tenido la oportunidad de probarlo: "Me he tirado y me hice daño por todos lados, volé dos metros y los policías se empezaron a reír". Acto seguido, adjunta una foto de sus codos, repletos de magulladuras. Los vídeos le dan la razón. Todos los usuarios del tobogán han sido escupidos a gran velocidad, tras rebotar una y otra vez en los laterales de la infraestructura.
El éxito es, como mínimo, discutible.
La idea. ¿Pero a quién se le ocurrió? La particularidad del tobogán de Estepona es su uso urbano, no recreativo. En teoría, une dos calles antaño separadas por un descampado inclinado: la de Reina Sofía y la de Eslovaquia, en la periferia de la urbe. Los vecinos tendían a solventar la distancia cruzando la colina a través de un camino improvisado. El ayuntamiento entrevió una oportunidad estupenda: construir un parque e instalar un tobogán que funcione como atajo.
Las obras. Los trabajos se extendieron durante todo el invierno. Más de 14.000 metros cuadrados transformados en una zona verde consolidada por alrededor de 300.000€, de los cuales el tobogán costaría unos 28.000€ (sufragados por la empresa propietaria del terreno). Edificado en acero inoxidable, se prolonga por 38 metros oscilando entre el 32% y el 34%, pendientes muy superiores a las salvadas por las rampas más duras de los puertos más exigentes.
Escaleras. ¿Pero por qué no construir unas escaleras? En rigor, el ayuntamiento ha habilitado una pequeña escalinata adyacente al tobogán porque, en fin, el vecino medio no puede escalar una pendiente resbaladiza de acero. "Nos ha parecido una estupenda idea para salvar el gran desnivel del terreno, y de paso, un proyecto muy simpático para la gente", ha afirmado el alcalde, José María García Urbano, quien ha ensalzado su potencial como "punto de atracción turística".
Yo iría abriendo una funeraria al lado y taxis permanentes para llevar a urgencias a gente. pic.twitter.com/n2HIpeKtVB
— Niporwifi © (@niporwifi) May 9, 2019
Los esteponeros tienen una opinión un tanto distinta.
Golpes. El primer vídeo del tobogán ha roto en viral: una señora de mediana edad (concejala, para más inri) afronta las interminables rampas del tobogán entre gritos de espanto y permanentes golpes contra los laterales de la infraestructura. Al llegar a la escupidera sale proyectada ante el pasmo de los espectadores. Otros documentos han ilustrado la escasa amabilidad de la idea, y su limitada funcionalidad para personas mayores (o normales).
¿Resultado? El aparato no ha llegado ni a las 24 horas de vida. Como informa Diario Sur, el consistorio ha decidido cerrarlo de forma "preventiva" ante las evidentes fallas de seguridad y los daños ocasionados a algunos usuarios. Según los técnicos municipales, lanzarse tumbado (como la concejala) estaba prohibido.
El alcalde, muy ufano, había afirmado que el deslizadero podría crecer entre "un 25% y un 30% más", siempre que las condiciones de seguridad lo permitan. El tobogán era es el más grande de Europa dentro de sus características (y, err, también era el único). El gobierno municipal aplica la máxima de más es mejor. También quiere instalar una maceta gigante de 10 metros de altura.