Una idea de cuento de hadas: un precioso vestido negro de principios de siglo XX que se transforma en un manto níveo y de cristal, el más hermoso traje de novia jamás imaginado. En la historia, la princesa podría haber sido víctima del hechizo de una bruja, o haberse transformado al tiempo que los ropajes en una estatua de sal por culpa de una promesa romántica.
Suscitar estas ideas es lo que ha buscado provocar en nosotros la artista israelí Sigalit Landau con ‘La novia de sal’, una obra que ha causado sensación en las redes sociales. La idea era sencilla: sumergir un vestido en el Mar Muerto para sacarlo después de dos años. Durante ese tiempo, y tal y como estaba previsto, el traje quedaría totalmente cristalizado, cambiando su color, textura y aspecto, ahora mucho más extraordinario.
La alta salinidad de este lago entre Israel y Jordania era el espacio ideal para crear una obra "como la nieve, como el azúcar, como el abrazo de la muerte", haciendo que algo tan terrenal como un vestido capte una esencia mágica sólo gracias al paso del tiempo y la ingeniería artística.
Un vestido mágico con una fábula detrás
El traje incrustado de sal tiene como origen, además, una obra popular yiddish: Dybbuk, de S. Andsky. En la historia una joven judía jasídica es poseída por el espíritu maligno de su amante difunto en el momento en el que la mujer iba a casarse con otro pretendiente de una familia acomodada. Al final deben exorcizarla.
Así, la alquimia del mar transmuta la negruzca prenda inicial de ‘La novia de sal’ de un símbolo asociado con la muerte y la locura a otro de ensueño, el de la novia en que estaba destinada a convertirse. El traje de aspecto victoriano elegido por Landau es una réplica del que utilizó la actriz rusa Hanna Rovina hace 100 años en la producción teatral original.
El proceso de elaboración fotográfica de ‘La novia de sal’ es también muy significativo: durante aquellos años la artista se sumergía cada tres meses para comprobar la evolución del vestido. Y las fotos que iba haciendo también se sometieron a su propia metamorfosis, haciendo que cada imagen se revelase por emulsión líquida. Tanto las fotos como el vestido se sometían así a un proceso orgánico no del todo controlable por la mano del hombre. Esa es la belleza de la indomabilidad de la naturaleza.
Landau no es desconocida en el mundo del arte. Representó a Israel en la Biennale de Venecia en 1997 en grupo y como artista en solitario en 2011. Ha expuesto en museos de todo el mundo como el MoMA o el MACBA de Barcelona. Su trabajo siempre ha estado muy vinculado con lo sobrenatural y lo fantasioso. Sus vídeos más compartidos también tienen lugar bajo las aguas del mar negro, el espacio más contrario a la vida del planeta.
Pero, ¿cómo funciona la cristalización?
Que una tela se convierta en pequeños vidrios es producto de la cristalización, una técnica utilizada para la purificación de sustancias sólidas. La purificación suele consistir en preparar una disolución saturada en caliente del sólido a purificar, utilizando un disolvente adecuado, pero también los agentes naturales y de temperatura templada (el Mar Muerto está a una temperatura media de 25 grados) pueden provocar este efecto. Eso sí, la cristalización tardará más y contará por tanto con cristales más pequeños.
Los cristales crecen porque las moléculas de sal se reúnen y entrelazan alrededor de algún material sumergido en el agua. Al hacerlo, encajan como piezas de un rompecabezas, organizándose en una estructura reticular, creando así un núcleo de cristal. A medida que más moléculas se encuentran el núcleo crece, demasiado como para permanecer en la condición de disolvente, y se separa de la solución: se cristaliza. El cristal de sal crece hasta que haya un equilibrio entre las moléculas en la solución y las del cristal.
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