El azúcar es uno de los productos alimenticios más consumidos a nivel global. No el que guardamos en pequeños tarros para aderezar nuestros cafés o tés, sino el procesado, presente de forma generalizada en casi cualquier otro producto que compramos en el supermercado.
Su preponderancia data de la década de los setenta, cuando la industria alimenticia estadounidense se vio obligada a sustituir las, por entonces, maliciosas grasas saturadas por azúcar. El gobierno federal había aprobado duras medidas contra la grasa, por aquel entonces las culpables de la obesidad y de diversos problemas de salud del país, y los grandes productores sustituyeron su sabor y sus cualidades nutritivas por azúcar procesado. Desde entonces su consumo se ha disparado. Es una nueva droga.
Hasta el punto que sus efectos nocivos en la salud de la población se han pasado por alto. Como supimos de forma reciente, el conglomerado alimenticio presionó a la comunidad científica, financiando estudios favorables, para limpiar la imagen del azúcar procesado. Se pasó a los productos 0% materia grasa, pero atestados de azúcares, por lo que los niveles de obesidad nunca bajaron (hoy son altísimos en casi todos los países desarrollados).
¿Pero qué hace el azúcar ahí?
Ahora, el azúcar afronta una batalla similar a la del tabaco en su momento: regulaciones y la posibilidad de pasar a representar un paso en falso de la historia del consumo en los países occidentales. De rey indisputado a vilipendiado por las autoridades. En ese contexto se enmarca la campaña de sinazucar.org, una organización dedicada a ilustrar la presencia del azúcar procesado en nuestra dieta diaria.
En su página de Facebook podemos encontrar un interesante archivo de imágenes. En él es posible observar cuántos terrones de azúcar consumimos, de forma equivalente, cada vez que ingerimos una serie de productos. En algunos, el azúcar se da por supuesto, como los batidos de chocolate o la pastelería industrial, pero en otros no tanto: no sólo hay azúcar en tus napolitanas de Mercadona, sino también en las pizzas congeladas o en el tomate frito Hacendado. Su presencia es transversal, aunque no siempre la notes.
El número de estudios que asocian el azúcar a numerosas enfermedades está creciendo. Y mientras debatimos cómo llevar una dieta saludable lejos de los azúcares procesados (volviendo a la grasa o, mejor aún, dejando de lado los alimentos procesados, que representan en algunos casos tres cuartas partes de nuestra dieta) todo ese azúcar, todos esos azucarillos que no echarías en tu café, siguen en tu frigorífico.
Os dejamos con el resto de ejemplos: