1.5 billones de dólares (lo que los americanos llaman trillions, equivalentes a 1,27 billones de euros). Un aumento de 300.000 millones en poco más de dos años. Si entonces hablábamos de una deuda equivalente al PIB mexicano, ahora subimos puestos hasta hacer la equivalencia con Australia o España. El primer endeudamiento personal sólo por detrás de la adquisición de la vivienda por parte de un bien que necesitas sólo para encontrar trabajos que te permitan vivir.
¿Por qué es un problema? Al margen del drama personal e individual de cada deudor, lo es porque está desmoronando el resto de la economía y tendrá efectos económicos y demográficos a largo plazo: los jóvenes están dejando de comprar casas o plantearse tener hijos por la enorme mochila de deuda que cargan.
Sumiso, disciplinado, endeudado: ¿a qué viene este aumento de demanda de universitarios? ¿Acaso se están creando más trabajos cualificados que lo necesiten? No. Muchas empresas se regían anteriormente por pruebas de selección que, como determinaría años después la justicia, discriminaban a los candidatos perjudicando a inmigrantes, mujeres y personas de color. Al hacerse estos tests ilegales, las empresas empezaron a pedir otro requisito para medir las “soft skills”: si eres capaz de estudiar durante años y comprometerte a pagar una gran deuda por ello, es que seguramente seas un buen trabajador. Con, además, más ataduras para no abandonar tu puesto. Esto llevó a la mayor demanda de títulos, casi una necesidad laboral, a que las universidades encareciesen los mismos y a aumentar la brecha de oportunidades entre los universitarios y los que no lo son.
El (maldito) programa de crédito federal: Sallie Mae, el antiguo servicio público-privado de préstamo estudiantil, y cuya comisión estaba compuesta en parte por agentes públicos, sufrió una privatización casi total en 1997, lo que ayudó a incrementar enormemente el número de estudiantes universitarios... Y también los que decidían endeudarse. En 2014 Sallie Mae escindió muchas de sus operaciones en una compañía llamada Navient Corp. hoy la mayor proveedora de préstamos estudiantiles federales (el 85% de todas las deudas son públicas), pero se rige casi por los mismos intereses que los préstamos privados. La tasa de interés medio está ahora mismo en el 10.7%, peor que cualquier hipoteca. Y así tenemos 8 millones de estudiantes morosos, que acaban pagando intereses más altos y que no podrán declararse en bancarrota in saecula saeculorum.
Reír por no llorar: la dimensión social del problema también se mide en situaciones cómicas. Hay bastantes empleadores que están sustituyendo mejores salarios u otras condiciones para atraer al trabajador millennial cambiando estas prebendas por beneficios del pago de la deuda estudiantil. “Paid off”, un programa estrenado hace un par de meses, no iba de que sus concursantes adquiriesen coches o casas, sino de que, en caso de pisotear al resto de sus adversarios, la cadena se haría cargo de pagar íntegramente su deuda estudiantil, que puede ir de los 30.000-40.000 dólares (la deuda promedio) hasta los más de 200.000 dólares para los estudiantes que se arriesgan con las universidades más exclusivas.
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