Un año después de sufrir una de las peores olas de frío de su historia reciente, Europa se muere de calor. En pleno invierno. Puntos como España o Reino Unido han alcanzado sus temperaturas máximas absolutas durante el pasado mes de febrero. En los alrededores de Londres, por ejemplo, los termómetros se dispararon a los 21º C. En Tortosa la cifra alcanzó los alucinantes 27º C.
¿Es normal? La respuesta es "no". Sabemos que las temperaturas globales están subiendo. 2018 se cerró como el cuarto año más cálido desde que hay registros, la mayor parte de ellos registrados consecutivamente durante el último lustro. La situación es de particular gravedad en el Ártico, donde el cambio climático está fusionando océanos, desplazando a osos polares y provocando lluvias allí donde debería estar nevando.
La responsabilidad, claro, es del ser humano. También de la ola de frío siberiana, la "Bestia del Este", que hace aproximadamente un año provocó que las temperaturas se desplomaran en la mayor parte del continente (hasta igualarlas a las del, glups, Ártico). El calentamiento global está provocando que el mundo sea un lugar más cálido, pero también fenómenos meteorológicos cada vez más extremos.
De modo que este año es el turno del calor. ¿Hasta qué punto? La NASA ha elaborado un mapa ilustrando las desviaciones de temperaturas del continente en relación a su media de las dos últimas décadas. El resultado es desalentador, no sólo en rincones poco habituados a los días soleados invernales, como Escocia (rompiendo su récord de máximas de 1897) o Galicia, sino también en el este.
Ya puedes saludar al "invierano".
Finlandia, Bielorrusia, Polonia o la mayor parte de centroeuropa registraron temperaturas medias hasta 12º C por encima de lo normal. Las previsiones meteorológicas no son optimistas: se espera que el norte de Europa reciba más precipitaciones a lo largo de marzo y abril, coincidiendo con la entrada de la primavera, pero también que el continente siga disfrutando de temperaturas muy cálidas en lo que resta de invierno.
La excepcional situación ha provocado que rincones de la geografía europea habitualmente húmedos y fríos, como Reino Unido o el Norte de Italia, registren numerosos incendios forestales. La frecuencia casi mensual de los brotes ígneos en los bosques continentales es una singular herencia del cambio climático: Galicia y Portugal arden en octubre y noviembre y los bosques septentrionales e inmaculados de Escandinavia lo hacen en verano.
El resto del mundo no anda mucho mejor. Estados Unidos sufre una increíble ola de frío ártico que ha desplomado las temperaturas de ciudades como Chicago a los -30 ºC. En Chile y Argentina cuentan algunas de las máximas más altas de toda su historia. Australia vive su enésima ola de calor salvaje con récords de 49º C en su interior, al tiempo que el norte del país se hunde en inundaciones tropicales.
Pero ante todo, en global, la tónica es calor. Calor y más calor.
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