Cuna de la industrialización, Europa observó como sus centros industriales se trasladaron a la periferia global durante la segunda mitad del siglo XX. Fábricas y plantas de gran tamaño, epicentros de la actividad económica de regiones enteras, fueron desmanteladas y trasladadas a países más pobres donde los costes de producción eran más baratos. Desde entonces, la idea de una "reindustrialización" que reavivara las economías locales caló entre algunos partidos y votantes.
Hoy Adidas les ofrece un jarro de agua fría.
Experimento fallido. El gigante textil ha anunciado el cierre de sus fábricas altamente tecnificadas y automatizadas en Alemania y Estados Unidos. Serán trasladadas al sudeste asiático por motivos económicos y de "flexibilidad", como ya sucediera hace décadas. Su vida ha sido corta. La planta europea abrió en Ansbach, Bavaria, en 2016, y la estadounidense en Atlanta un año después. Adidas plantea su cierre para el año que viene. El fin de un experimento breve.
Tendencia. Originalmente, Adidas aspiraba a desarrollar una red de plantas operadas por robots a lo largo y ancho del planeta. Ansbach y Atlantan ejercerían así de prueba piloto. El traslado la producción al primer mundo se sostenía sobre dos pilares: por un lado, aprovechar la elevada cualificación de los trabajadores occidentales y el alto valor añadido de los centros tecnológicos de Europa y Estados Unidos; por otro, acercar la producción a sus principales consumidores.
Rapidez. Se trataba de una estrategia empleada con éxito por otros gigantes de la industria textil, como Inditex o H&M. Al acercar las líneas de producción a los mercados clave, Adidas podría satisfacer con mayor flexibilidad e inmediatez las exigencias de sus compradores. En lugar de esperar durante semanas a la reposición de tal o cual producto, las tiendas podrían abastecerse de las fábricas cercanas en el pico de la demanda, vendiendo más unidades y tirando menos ropa.
Una lógica de respuesta rápida y "microfábricas" destinada a exprimir las actuales tendencias de consumo, tan cambiantes y fugaces.
Complejidad. ¿Qué ha fallado? Adidas no ha ofrecido demasiadas pistas en su comunicado, si bien lamenta el cierre de ambas fábricas. En TechCrunch esbozan algunas pistas: "Las fábricas robóticas son un instrumento poderoso, pero uno difícil de reconfigurar y reutilizar con rapidez, dado que se requiere de conocimiento específico para programar los brazos robóticos o los sistemas de visión artificial". En la práctica, las plantas aún no son la navaja suiza, rápida y versátil, que Adidas habría deseado.
Factor humano. En parte por el carácter humano de las instalaciones. Los fabricantes de maquinaria robótica han avanzado mucho en la flexibilidad de sus criaturas, pero entrenar a un operario humano para que se adapte a sus nuevas funciones sigue requiriendo de tiempo (y dinero). Quizá por ello Adidas haya decidido regresar a sus centros de producción en China y Vietnam, más baratos pese a los sueldos crecientes de sus trabajadores.
La decisión congela las esperanzas de "reindustrialización" en Europa, al menos una entendida a la antigua usanza. Puede que jamás se dé. Al fin y al cabo las plantas de Alemania y Estados Unidos empleaban a no más de 160 trabajadores cada una, muy pocos en comparación con las grandes plantas de antaño. Algo que, por otro lado, está sucediendo en todas las industrias manufactureras.
Imagen: Avda/Commons
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