La cifra la aporta un estudio realizado por Pew durante la pasada primavera: el 42% de los usuarios estadounidenses de Facebook han dejado de utilizar la aplicación durante el último año. No se han dado de baja, no han desinstalado la app, no han racionado su uso. Simplemente se han cansado de ella. Se han dado "un descanso". La plataforma atraviesa un problema existencial mayor a las fake news o a las pesquisas del Congreso: ha dejado de ser interesante.
¿Cuánto? Como explican nuestros compañeros de Genbeta, Pew ha intentado cuantificarlo. Si la salud de una empresa tecnológica se mide por el crecimiento de sus usuarios, Facebook quizá se ha topado con la horma de su zapato. El 26% de los encuestados afirma haber desinstalado la app de su teléfono móvil; y más de la mitad, el 54%, ha retocados sus ajustes de privacidad. Los datos demográficos no son mucho más esperanzadores: el 44% de los usuarios entre los 18 y los 29 años han dicho adiós a la aplicación. Facebook ha perdido fuelle entre los jóvenes.
¿Por qué? No es nada nuevo. De un tiempo a esta parte, los compradores del futuro se han marchado a aplicaciones más visuales, menos encorsetadas en formatos tradicionales (como Instagram, también posesión de Zuckerberg). Los datos de Pew coinciden con varios puntos clave en la historia de Facebook: por un lado, las elecciones de 2016 y el impacto decisivo de la plataforma en la campaña de Trump; por otro, los intentos regulatorios del Congreso.
La comparecencia de Zuckerberg frente a una comisión senatorial supuso el clímax.
La brecha. Cabría esperar cierta ruptura ideológica: al fin y al cabo otros de los más sonados escándalos que han afectado a la compañía han tenido que ver con la supuesta censura a medios y opiniones conservadoras (Alex Jones, el popular locutor radiofónico, incluido). Pero el drama reside en la brecha de edad: los jóvenes se han protegido más y se han desenganchado más de Facebook que los mayores. Son los usuarios de más de 65 años los que más fieles se han mantenido a la configuración original de su perfil, de sus permisos o, simplemente, de su uso diario.
¿Es preocupante? El acento en los ajustes de privacidad recuerda a Zuckerberg que el halo de Cambridge Analytica sigue muy presente. Pese a que el volumen de usuarios nunca ha dejado de crecer (un caso muy distinto al de Twitter), su comportamiento sí. En agregado, otras encuestas son más benevolentes: Ipsos sólo atribuye un declive de actividad reciente al 25% de sus usuarios. El valor bursátil de Facebook, inestable este año, se ha recuperado de los sobresaltos.
Zuckerberg tiene motivos para preocuparse, pero no tantos.
La imagen. Más allá de los datos, un aspecto que podría ralentizar el crecimiento del gigante tecnológico podría ser su reputación. A principios de este año Facebook cotizaba a la baja entre las opiniones de los estadounidenses, a la par que McDonald's o la industria tabacalera. En cierto modo no es problemático: hay pocos ejemplos de éxito empresarial más rotundos, al margen de su imagen. Pero para una aplicación que nació con la esperanza (y el claim publicitario) de hacer del mundo un lugar mejor, no son buenas noticias. Facebook ha dejado de molar.
Imagen: Charles Platiau/AP
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