Pocos espectáculos visuales se comparan a un vuelo rasante por encima de la costa de Países Bajos. Lo que nuestro ojo observa no es el mero resultado de la naturaleza en acción, sino siglos de intensa intervención humana. Alargadas playas, costas sinuosas y profundos estuarios que sirven como barreras, diques de contención y árbitros del agua en un territorio tan gravemente expuesto a la misma. Es un homenaje gigantesco y permanente a la habilidad técnica humana.
El agua siempre ha vertebrado la vida en los Países Bajos. Su posición como flanco externo de la infinita llanura europea y como rincón del continente donde las aguas del Rin van a morir hicieron de sus tierras un espacio siempre inundado. Lagos, estuarios, marismas y zonas pantanosas cubrieron durante siglos grandes lotes de terreno hoy reclamados al mar. La cultura neerlandesa floreció en permanente batalla con los elementos, construyendo tierra firme allí donde no la había.
No es de extrañar, por tanto, que las primeras formas de gobierno local armonizadas en la región estuvieran relacionadas con la gestión del agua. Cuando la demografía y las necesidades económicas de los pobladores neerlandeses comenzaron a crecer con el cambio de milenio, las pequeñas ciudades debieron ganar terreno en un lugar donde sólo había agua. Se construyeron diques naturales mediante dunas, se cavaron canales y se edificaron sistemas de presas.
El proceso, complejo y colectivo, obligó a la creación de órganos de gobierno llamados waterschappen. Los más antiguos datan de finales del siglo XIII, un tiempo en el que la constelación de urbes flamencas se preparaba para dar el salto hacia su particular Edad de Oro comercial y cultural. Es el caso de Delf, ciudad célebremente inmortalizada por Vermeer, que instituyó su primera oficina municipal del agua en 1289: el Hoogheemraadschap van Delfland.
Como cabe imaginar, el proceso requería de negociaciones públicas, arbitrio entre las partes, un diseño planificado de las tierras y las mecánicas a emplear y una gestión posterior del sistema de canales y presas. De ahí que los diversos órganos locales que surgieron en Países Bajos durante la temprana Edad Moderna y el fin de la Edad Media diseñaran mapas para controlar el complejo sistema de aguas y las diferentes tierras (agricultoras) a las que correspondían.
De entre todos los producidos a lo largo de los siglos, hay pocos tan fascinantes como el dibujado por Nicolaas Samuels Kruikius en 1712. En estrecha colaboración con su hermano Jacob, Nicolaas pasó largas temporadas recorriendo la campiña de Delft por encargo del Hoogheemraadschap. Su objetivo consistía en inspeccionar el terreno, recopilar información y trasladar a una infografía visual lo aprehendido, con el objeto de tener una foto fija y definida de la pequeña región gobernada por la oficina del agua. El resultado, conocido como "Cruquius", es aún hoy arrollador.
Kruikius logró encapsular un grado de detalle y de información en su mapa como pocos cartógrafos de su tiempo: las 25 láminas grabadas y coloreadas completan un lienzo de 230 centímetros de alto por 280 centímetros de ancho. El artesano se valió de una escala 1:10.000 para incluir todas las ciudades, asentamientos, molinos de viento, polders, canales, presas, diques, carreteras y caminos, iglesias, centros comunales, casas y, por supuesto, campos de arado.
La joya ha sido preservada por la Universidad de Delft durante las últimas décadas por su evidente valor artístico, científico e informativo. Se puede explorar con todo lujo de detalle aquí, gracias a una aplicación interactiva que mantiene la nitidez y la alta definición de las hojas digitalizadas.
Hacer de la necesidad virtud
Más allá de su evidente carácter extraordinario (los mapas encargados por las autoridades eran muy comunes en los Países Bajos, tanto que el país fue uno de los centros de cartografía de Europa), el mapa de Kruikius nos explica muchas cosas sobre cómo los neerlandeses le ganaron la batalla al agua. Cada campo está coloreado de forma distinta, y cada lote de terreno privado está separado por líneas negras que marcan el inicio y el fin de sus límites (a menudo bordeados por canales).
Kruikius tuvo la capacidad de encapsular un tiempo y un lugar en la historia de Países Bajos. Los alrededores de Delft eran un vivero comercial por aquel entonces: su cercanía a Rotterdam, puerto de entrada a las principales mercancías provenientes de ultramar, permitieron que su excelente red de canales trasvasara gran parte de la cultura, del conocimiento y de la riqueza en tiempo récord. Fue al geografía ilustrada por Kruikius la que logró que Países Bajos despuntara: a través de la competencia entre las urbes y de su excelente conexión por medio de la infraestructura.
En cierto modo, la cultura holandesa floreció haciendo virtud de la necesidad, y convirtiendo una lucha vital por su existencia (la batalla frente al mar) una herramienta estupenda para favorecer el intercambio de conocimiento. A la postre, la pequeña dinamización en un rincón antaño inhabitable del norte de Europa sería instrumental para generar una red comercial como pocas en el continente, una cultura y unas artes florecientes y una identidad (y poder) política propia.
Todo ello en paralelo al progresivo, extenso y nunca acabado proceso de ganancia de terreno al mar. Como se puede apreciar en estos mapas, si dispusiéramos de fotografías satelitales de Países Bajos en el siglo XIII comprobaríamos hasta qué punto la mano humana ha doblegado a la geografía. Delft bien podría haber sido una isla rodeada de marismas y aguas de poca profundidad cuando la ciudad instituyó el Hoogheemraadschap (y algunos mapas de la época lo atestiguan).
La historia reciente de Países Bajos dice que lo que hoy es tierra hace no demasiado era aún agua, un tiempo en el que otras partes más meridionales de Europa acumulaban milenios de constante histórica. De ahí el valor del mapa de Kruikius: explica cómo el proceso ha sido relativamente corto, y cómo el ser humano ha estado cambiando su entorno (dominándolo) de forma permanente a lo largo de la historia. Y en pocos sitios esto es tan cierto como en los alrededores de Delft.
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*Una versión anterior de este artículo se publicó en julio de 2018