España afronta la segunda ola de contagios sin confinamientos obligatorios de la población. La derogación del Estado de Alarma en junio y el traspaso de la gestión de la epidemia a las comunidades ha provocado que gran parte de la reacción a los rebrotes dependa del "esfuerzo colectivo", como Quim Torra, presidente catalán, lo ha definido hoy mismo. Y por el momento, no parece que tal esfuerzo sea pleno.
Un dato. Lo ilustra a la perfección lo sucedido en Zaragoza. Hace dos semanas y ante un incipiente repunte de los casos, las autoridades aragonesas solicitaron a los vecinos de la ciudad que "no salieran" del municipio. Ayuntamiento y autonomía instalaron controles policiales a las afueras de la ciudad, pero solamente con carácter informativo. Se explicaría la situación. Se pediría responsabilidad. Pero no se sancionaría.
Apenas el 3%. Una semana después, Aragón ha recogido el fruto del esfuerzo colectivo. El primer sábado tras la recomendación las salidas y llegadas a la ciudad se redujeron un 9% respecto al fin de semana previo. Aquel viernes, el primer día tras la llamada a la responsabilidad individual de las autoridades, la movilidad apenas cayó un 3%. "Hay que evitar los desplazamientos innecesarios desde o hacia la Comarca Central", había solicitado la consejera de Sanidad, Sira Ripollés.
No caló.
El mensaje. A las puertas de un nuevo fin de semana, pocos días después, Ripollés era bastante clara: "La llamada a la responsabilidad no ha tenido el efecto esperado. No se ha hecho caso". Sin restricción legal, los piquetes informativos en los puntos de acceso a Zaragoza no habían funcionado. Ya se han retirado. Entre tanto, el presidente aragonés, Javier Lambán, descartaba un nuevo confinamiento para Aragón al juzgarlo "absolutamente letal para nuestra economía".
Cataluña. Similar situación se ha dado en Barcelona. Hace una semana el Govern extendía las limitaciones de Lleida al área metropolitana de la ciudad condal. Resultado: las salidas con dirección a Tarragona se redujeron un 0,25% en la N-340 y un 6% en la AP-7 respecto al fin de semana previo, prueba de lo etéreo de la recomendación. Incluso dentro de la ciudad cayeron en saco roto. El ayuntamiento cerró cinco playas ante la marabunta de bañistas, cuando su acceso se había restringido.
Resistencias. En general, los gobiernos autonómicos se están topando con diversas resistencias a cada nueva restricción. En Cataluña, la Generalitat tiene un frente abierto con los gimnasios, los locales nocturnos o el Arzobispado de Barcelona, decidido a celebrar misas sin respetar el aforo máximo. Ningún sector quiere cerrar u operar a medio gas. Por lo que se rebela ante medidas que amenazan su negocio.
El fracaso de la "responsabilidad individual" acaso se manifiesta de forma más evidente en las discotecas y en las fiestas privadas. Casi la mitad de rebrotes del último mes se pueden trazar a reuniones en casas, botellones, locales de ocio multitudinarios o bares. Sin confinamiento obligatorio, salimos, nos reunimos y celebramos. Al margen de las recomendaciones o de las restricciones blandas (aforos, distancias).
Descontrol en Sabadell tras pasar el equipo a Segunda.
— EL MUNDO (@elmundoes) July 27, 2020
Aficionados toman las calles y las fuentes de la ciudad sin cumplir la distancia social y sin mascarilla, obligatoria en toda la Comunidad. pic.twitter.com/ED2Q8fEyux
La ley. Era una situación previsible. La resolución de un juzgado de Lleida hace dos semanas fijaba los límites de las comunidades autónomas en el confinamiento de su población. Sin Estado de Alarma, limitar y restringir un derecho fundamental, como es el de la movilidad, no era posible. España afronta la desescalada con un paquete de restricciones... Que sin poderes excepcionales no puede imponer sobre sus ciudadanos. Por lo que depende de su voluntad individual, de su esfuerzo colectivo.
La clave, como se apunta aquí, pasaría por decretar estados de alarma discrecionales y limitados a determinados territorios. Pero el apetito político para ello, de momento, es bajo.
Imagen: Adrián Saldo