Francia ha encontrado un nuevo "tabaco" al que declararle la guerra con impuestos y restricciones: la ropa low cost

  • Trabaja en medidas para restar atractivo en su mercado a artículos como los de Shein

  • Plantea aplicarles un recargo de hasta 10 euros, siempre que no pase del 50% del precio

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Francia ha decidido declararle la guerra a la fast fashion, la moda acelerada que se basa en cambios constantes en el armario, se nutre habitualmente de prendas low cost y tiene en gigantes asiáticos, como Shein o Temu, sus grandes adalides. La cámara baja del Parlamento francés acaba de sacar adelante un paquete de medidas que buscan restar atractivo a este tipo de ropa.

Lo hace —alegan los impulsores de la normativa— por la factura que ese ramo de la industria textil está pasando al medioambiente, pero también para proteger a sus propias empresas de lo que ya se señala como una "competencia desleal". Las medidas todavía deberán pasar por el Senado galo antes de convertirse en ley, aunque abren un interesante debate que va más mucho más allá de Francia.

Al fin y al cabo París siempre ha presumido de ser pionera y un referente internacional en el mundo de la moda. Y esta no es la excepción.

Quitando atractivo. Eso es lo que se están planteando en Francia, que las prendas de marcas como Shein resulten menos atractivas para sus compradores. Y quieren conseguirlo mediante un paquete de medidas que afectan a la imagen de este tipo de ropa y su visibilidad, pero sobre todo golpean uno de los puntos más sensibles y que más interesan en el mercado: los bolsillos de los clientes.

La iniciativa gala es interesante por varias razones. Primero, porque el fenómeno de la fast fashion no es ni mucho menos exclusivo de Francia y está implantado ya en otros muchos países. En parte es la causante de las montañas de basura textil que ya pueden verse incluso desde el espacio. Segundo, porque Francia presume de ser pionera en lanzar una ofensiva institucional para poner frenos a su expansión. "La primera nación en legislar para limitar los excesos de la moda ultrarrápida", celebra su ministro de Transición Ecológica, Christophe Béchu, de Horizons.

Cuestión de imagen… y dinero. La iniciativa gala es interesante tanto por su objetivo como, sobre todo, por la estrategia que plantea para alcanzarlo. A grandes rasgos, lo que proponen los impulsores de la medida es quitar visibilidad a la fast fashion, garantizar que el cliente esté al tanto de su impacto medioambiental y —lo más importante de todo— que resulte menos barata y por lo tanto mucho menos atractiva. Para lograrlo en Francia estudian activar una serie de medidas.

La primera afecta a la publicidad. Lo que proponen es prohibirla cuando se trate del textil más barato, aquel que suele durar solo unos meses antes de acabar en la basura. La segunda se centra en la imagen de las prendas: sus fabricantes deberán informar del impacto de sus productos en el medioambiente. Y la tercera se dirige a los bolsillos de los clientes. La idea es aplicar un recargo a los artículos ya a partir de 2025 apoyándose en el argumento de la factura medioambiental.

Penalizando la moda rápida. El importe previsto variará. France24 precisa que en un principio, y ya a partir del próximo año, se contempla un recargo de 5 euros por artículo, cantidad que aumentará en 2030 hasta los 10. Eso sí, con un matiz importante, sobre todo cuando hablamos de ropa low cost: ese recargo nunca supondrá más del 50% del precio del artículo. El dinero recaudado con la tasa se quedará en el sector y se usará para ayudar a fabricantes de ropa sostenible.

El diario Liberation aporta algunas claves más. La propuesta contempla una "penalización" económica del 50% del precio sin impuestos de cada artículo, lo que significa que por un jersey o una camiseta que se venda por 8 euros, la compañía debería abonar una tasa de 4 euros. En 2030 la sanción podría alcanzar los 10 euros como máximo, pero respetando ese límite del 50% del precio.

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Paso a paso (legislativo). La guerra francesa contra la fast fashion es interesante también porque no se ha quedado en la esfera del debate político. El país ha dado ya pasos para que esas medidas salten de la teoría a la legislación. De entrada, ha definido qué merece exactamente la etiqueta fast fashion: entre sus criterios incluirá el volumen de ropa producida y la velocidad de rotación de las colecciones, una de sus características. "Shein ofrece 900 veces más productos que una marca tradicional francesa", recuerda la propuesta. La propia ponente Anne-Cécile Violland la señaló como ejemplo de producción intensiva de moda.

"Un gran paso". Por lo pronto la iniciativa ha recibido ya el OK de la cámara baja del parlamento galo, aunque el proyecto de ley deberá someterse aún al Senado. Su primer trámite ha sido en cualquier caso positivo, como destacaba el propio Béchu el jueves a través de su perfil en X: "La Asamblea Nacional acaba de adoptar por unanimidad un proyecto de ley para frenar el crecimiento de la ultra fast-fhasion. Hoy se ha dado un gran paso para reducir la huella ambiental del sector textil".

Que haya logrado ese nivel de respaldo en la Asamblea Nacional no significa que la medida no suscite debate. Diputados de izquierda y el Partido Verde vieron por ejemplo cómo se rechazaba una iniciativa que pretendía endurecer algo más la nueva norma. Su propuesta contemplaba sanciones mínimas para quienes infringiesen las nuevas pautas, cuotas de importación y también la aplicación de criterios laborales más estrictos en la industria, informa France Press.

¿Qué argumentan? En la web de la Asamblea Nacional puede encontrarse abundante documentación sobre la medida, incluidos propuestas y memorandos que desgranan los argumentos de sus impulsores e insisten, por ejemplo, en las "profundas preocupaciones éticas y ambientales" que suscita la fast fashion. Una de sus principales preocupaciones es cómo afecta al sector francés.

"Se trata de luchar contra la competencia desleal contra las empresas que optan por una producción textil más sostenible, respetuosa con el ser humano y el medio ambiente. Nuestros territorios están llenos de ellas y luchar contra la fast fashion también significa ayudarlas a desarrollarse", argumenta en su escrito el diputado Antoine Vermorel-Marques, de Les Républicains, partido fundado por Sarkozy.

"Gracias a su capacidad para reducir los precios, fomenta las deslocalizaciones y compite con los fabricantes textiles galos, que están sujetos a importantes normas sociales y medioambientales", abunda Vermorel, quien apunta a un sistema que cree "un pasaporte textil que apoye nuestras empresas y penalice la competencia extranjera que con demasiada frecuencia resulta irrespetuosa con los derechos laborales, el respeto por nuestro medio ambiente y la salud de sus clientes".

Moda y medio ambiente. He ahí la otra clave del debate sobre la moda ultrarrápida: la relacionada con la salud de los clientes y su propio entorno. Los impulsores de las medidas plantean que "la lucha contra la fast fashion también parece ser una cuestión de salud pública" y alegan que hay estudios de artículos de Shein que "han detectado la presenciad de productos tóxicos en ciertas prendas".

No solo eso. Recuerdan además que la industria textil y de confección es responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto que tiene en la contaminación del suelo, el agua y la biodiversidad. "Aquí radica un problema de salud ambiental que la representación nacional debe abordar". El foco lo ponen en empresas como Shein, a la que citan expresamente y atribuyen un vasto catálogo que pasa de los 470.000 productos. Su maquinaria industrial, insisten, es capaz de lanzar "más de 7.200 nuevos modelos de ropa al día".

¿Qué dice Shein? La compañía china se ha pronunciado a través de la agencia Reuters y cambia ligeramente el foco del debate: en su opinión la clave reside en su estrategia de mercado, lo que en último término —reivindica— afecta también a su impacto ambiental. Su argumentario es sencillo. Asegura que como sus artículos satisfacen una demanda existente le garantizan una tasa de prendas sin vender muy baja, lejos de la que atribuye —hasta un 40%— a las firmas tradicionales.

En cuanto a la iniciativa de Francia, Shein sostiene que su principal efecto será un "empeoramiento del poder adquisitivo" del consumidor. Y eso "en un momento en el que ya están sintiendo el impacto de la crisis del coste de la vida", subraya.

Imagen | Dick Thomas Johnson (Flickr)

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