La crisis económica ha provocado una mayor concienciación sobre el desperdicio de alimentos. En todos los países europeos han surgido nuevos bancos de alimentos, se han fortalecido los ya existentes, y ha habido campañas ciudadanas para aprovechar el mayor número de productos aún hábiles. La precaria situación de una minoría de ciudadanos, derivada de los terribles efectos de la recesión, así lo requería. Pero en ningún país las autoridades habían legislado en favor de una mayor coordinación entre productores, vendendores y organizaciones benéficas. Francia acaba de poner fin a esa situación.
El estado galo es el primer país en la historia de Europa en prohibir el desperdicio de alimentos a sus supermercados. La ley ha sido aprobada esta semana por el Senado tras haber sido introducida en la cámara baja. La iniciativa, surgida de un movimiento ciudadano, hace efectivo algo que, durante los últimos años, se había convertido en progresiva norma: la colaboración entre bancos de alimentos y grandes superficies para aprovechar los millones de toneladas de productos que no se venden y desaparecen de las estanterías. Sin embargo, no era obligatorio, y no todas las cadenas colaboraban.
Ahora estarán obligadas. Los gerentes de cada gran superficie afrontarán multas superiores a los 3.000 euros en caso de que no coordinen y entreguen los alimentos sobrantes a la beneficiencia. Del mismo modo, los bancos de alimentos tendrán la obligación de preservar los productos en perfecto estado. La noticia ha sido recibida con entusiasmo por las organizaciones de beneficiencia, aunque las empresas, salvo excepciones como el gigante Carrefour, observan con preocupación la normalización de una práctica que acarrea costes organizativos. Se acabó rociar con lejía algunos de los alimentos tirados a la basura.
De facto, la ley fuerza la colaboración y organización entre supermercados y bancos de alimentos. Los primeros podrán deshacerse de sus productos sin problemas legales y con facilidad, y los segundos tendrán acceso a una gran variedad de alimentos de alta calidad y en perfectas condiciones. Ganan todos, pero sólo en Francia. Entre tanto, Banques Alimentaires, una asociación de bancos de alimentos, ya están presionando a François Hollande para que lleve la medida al resto de la Unión Europea. Lo que nos lleva a España.
España: tiramos mucha, mucha comida
¿Cuál es la situación actual en nuestro país? La concienciación sobre el desperdicio de alimentos ha sido progresiva, especialmente dada la delicada situación de millones de personas en la más absoluta precariedad. A día de hoy, la legislación no contempla obligación alguna para los supermercados. Pueden tirar toda la basura que deseen sin necesidad de verse comprometidos. Sin embargo, la mala imagen asociada a ciertas prácticas ha contribuido a que, durante los últimos años y de la mano de la agudización de la crisis, los convenios con organizaciones benéficas y bancos de alimentos hayan proliferado.
Los españoles desperdiciamos más de 7 millones de toneladas al año. No hay legislación alguna que lo impida
Es importante que así sea, porque los españoles, tanto en casa como en las grandes superficies, tiramos mucha comida a la basura. Alimentos en buen estado que pueden ser donados, pero que terminan en vertederos, en parte porque hay ordenanzas municipales que multan su recogida. Los cálculos del Gobierno cifran el desperdicio en 7,7 millones de toneladas de productos. Somos el séptimo país que más comida tira.
Presionadas a nivel público, las distribuidoras han mejorado su sistema de rotación de alimentos. Como se explicaba hace un año en este reportaje de El País, ahora tiran menos comida. También les llega menos, por su parte, a los bancos de alimentos, los que significa que son capaces de venderla antes de que caduque. Sin embargo, como pudo averiguar Facua en una encuesta sobre esta cuestión remitida a casi una treintena de supermercados, queda un largo camino por recorrer. Sólo nueve empresas afirmaban haber tomado medidas. Apenas un tercio del total, lo que indica que aún se tira mucha comida.
En este otro artículo de El Diario se ofrecían más datos, y se constataba la vaguedad de los planes del Ministerio de Agricultura para frenar el desperdicio (tan sólo recomendaciones, ausentes de obligación). Con toda la comida intacta que depositamos en la basura (principalmente en casa, pero también en grandes superficies y restaurantes: lo que indica que la legislación francesa, por sí misma, no erradica el problema), se podría alimentar a toda una ciudad de gran tamaño. España, eso sí, no lidera el ránking. Alemania y Países Bajos, sí.
Entre tanto, todos podemos hacer algo por aprovechar nuestra comida al máximo. El Ministerio de Agricultura publicó una serie de recomendaciones en su momento. De media, cada español puede ahorrar 1.000 euros al año en alimentos que terminan en el vertedero. Es la otra cara del problema. De momento, Francia ha tomado la delantera tratando de solventar la cuestión de los supermercados. Está por ver que llegue a la Unión Europea.
Imagen | Rick, Dean Hochman