La fruta y la verdura es cara, pero, dado el futuro hacia el que parece que nos encaminamos, más caro sería no regalarla. Esas son las conclusiones a las que están llegando algunos investigadores e instituciones recientes, y hay países que parecen dispuestos a remediarlo.
Fruta y verdura gratis. En Reino Unido el responsable de la Estrategia Nacional de Alimentos, Henry Dimbleby, ha anunciado la inminente publicación de un estudio sobre los hábitos de consumo alimenticio de su ciudadanía, y ha llamado a los legisladores a que aprueben, entre otras cosas, un plan para incrementar enormemente los impuestos a la comida basura… Y extender y universalizar los proyectos de prescripción gratuita de frutas y verduras para los ciudadanos pobres. Según el periódico The Times, varios ministros se han comprometido a presentar propuestas legislativas en esta senda durante los próximos seis meses, aunque está por ver el grado y profundidad de un compromiso que, a primera vista, parece enorme.
En efecto, a más pobre, menos verde comes. Hay consenso científico al respecto. En los países económicamente desarrollados, la fruta y la verdura son bienes más caros, en proporción a su rendimiento calórico, que la comida basura o que los productos derivados del trigo. De ahí que, cuando un hogar es más pobre, sus miembros tiendan a recortar en los productos frescos antes que en los otros, una trampa cortoplacista de la que no pueden salir y que deriva en mayores índices de obesidad entre este grupo poblacional y más problemas de salud a largo plazo.
Los antecedentes inmediatos, la “prescripción social” de comida sana: en 2017 se publicó que algunos médicos del servicio público sanitario británico habían empezado a recetar a sus pacientes más pobres y con problemas de salud relacionados con el sobrepeso o la obesidad cheques para frutas y verduras, en lugar de apostar por soluciones farmacéuticas. Una aproximación sanitaria “holística” al problema de la alimentación, bajo su punto de vista. Un programa de todos modos muy modesto: apenas cuatro millones de libras al año para esos cupones. En California también se están haciendo pruebas a este respecto a través del sistema de Medicaid por el que se regala comidas ya cocinadas con altos valores vegetales a los pacientes de enfermedades crónicas de bajos ingresos, y sus últimos resultados indican que sus prescripciones supusieron menos gasto médico y hospitalizaciones por paciente.
Hay multitud de pequeños ensayos que indican que, si fomentas la gratuidad de estas materias, la gente, en efecto, se pasa a comer más fruta y verdura en sustitución de la altamente calórica.
Pero, ¿no sería una medida enormemente costosa? Es muy posible que sí, aunque hay quien dice que, a pesar de todo, seguiría siendo rentable en el largo plazo tanto para los Estados como para la ciudadanía. Un estudio de la Universidad estadounidense de Tufts y centrándose en los efectos que algo así podría tener en su país planteó tres escenarios, uno donde la gratuidad no existe, otro donde sólo se subvenciona el 30% de las frutas y verduras a los adscritos a Medicaid/Medicare y un tercero en el que estos alimentos son completamente sufragados por el Estado para esos mismos tipos.
Según los científicos, dado que el 86% de los costos anuales de atención médica en el país derivan del cuidado de enfermedades crónicas y que muchas de estas están relacionadas con la pésima dieta, los dos programas de gratuidad serían rentables a los cinco años y altamente rentables a los 10 y 20 años de instaurarse, con un ahorro de entre 40 y 100.000 millones de dólares, así como cientos de miles de muertes prematuras prevenidas en ese tiempo.
Y lo que ha hecho de momento la UE. Food-EPI, el Índice de Políticas Ambientales de Alimentos Saludables en sus siglas en inglés, publicó el pasado marzo un informe para la Unión Europea con sus recomendaciones en las próximas políticas públicas que habría que implementar. Este grupo de expertos también recomendaba el reparto gratuito de frutas y verduras en los coles europeos, así como una comida escolar gratuita por alumno para paliar los efectos de la pobreza alimentaria. Uno puede encontrar el rastro de distintos impulsos de la Unión en el pasado para extender programas similares.
A día de hoy la UE ya cuenta con un Programa de frutas y hortalizas en las escuelas de la UE por el que se subvenciona y condiciona a los proveedores alimenticios de los colegios a incluir en sus menús semanales una cantidad de productos verdes, pero la cuantía es bastante baja (España, por ejemplo, recibió en 2018 18 millones de euros para este menester) y los esfuerzos limitados, por ejemplo, requiriendo apenas tres días semanales de fruta como postre.
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