Durante décadas, las multinacionales de todo el mundo han aprovechado la deslocalización de sus puntos productivos para pagar menos salarios a sus trabajadores. La industria textil es el ejemplo más claro. Algunos países se han beneficiado en el camino: China, Bangladesh, Túnez, Marruecos... Y también Turquía. Hoy sigue sucediendo. Pero de un modo diferente. Las empresas ya no acuden allí a producir nada.
Sólo se llevan a sus trabajadores en remoto.
El fenómeno. Sucede que la lira, la moneda turca, lleva varios años instalada en una dinámica inflacionaria. Turquía ha cerrado noviembre con el IPC por las nubes (20%) y el valor de su divisa se ha depreciado un 40% respecto al dólar sólo este año (más de un 80% desde 2015). Para los turcos es un problema. Aunque cobren más en liras, su poder adquisitivo en dólares (o en otras monedas más fuertes) cae. Les interesa, por tanto, ganar su sueldo en monedas distintas a la de su país.
La deslocalización. ¿Qué están haciendo? Lo cuenta este interesante reportaje del Financial Times: algunos se están yendo... Mientras que otros, aprovechando el teletrabajo, están aceptando ofertas de empresas extranjeras que les pagan en dólares. Su ganancia es neta, como explica un joven trabajador de una start-up estadounidense: "No quería dejar a mi familia y a mis amigos (...) Ganar en dólares y gastar en liras es más atractivo para mí comparado con vivir en Berlín y gastar en euros".
Para su empresa, claro, también es más rentable. Un trabajador radicado en Estambul siempre será más barato que otro radicado en la bahía de San Francisco, una de las áreas más caras de mundo.
Desventaja. Al igual que la deslocalización de principios de siglo, esta también es una historia de ganadores y perdedores. Sólo que en este caso el sujeto activo son las empresas y no los trabajadores. Exceptuando algunas start-up tecnológicas punteras que sí pueden pagar buenos sueldos, como Getir, la mayoría de empresas turcas, depreciación de la lira mediante, no pueden competir con el capital extranjero. No pueden ofrecer mejores condiciones a los jóvenes turcos.
Se produce una fuga de talento dentro del propio país. "Es bueno para los jóvenes turcos que sufren un alto desempleo en nuestro país (22%), pero es muy malo para las empresas, que necesitan a trabajadores jóvenes cualificados y no pueden pagar sus sueldos", explican desde una asociación patronal.
La emigración. A la fuga de talentos interna Turquía debe sumar la externa. La magra situación económica y la tónica represiva y autoritaria de Recep Tayyip Erdoğan ha provocado que muchos opten por huir a otro país. Según una encuesta elaborado por una compañía demoscópica local, el 64% de los turcos entre los 19 y los 29 años desea marcharse del país permanentemente. La oleada es económica y política (el número de solicitantes de asilo turcos en Alemania se ha disparado).
Un espejo. Las condiciones de Turquía son especiales, pero sirven como referente al futuro laboral post-oficina. Los trabajadores europeos de empleos antaño no-deslocalizables tendrán que competir con trabajadores indios, vietnamitas o turcos igual de cualificados pero más baratos. Lo expresa bien en el FT una empresa de contratación de Silicon Valley: "Las empresas han probado lo que significa atraer a talento en un radio superior a los 20 kilómetros. Y ya no hay vuelta atrás".
Lo vimos en su momento: el teletrabajo quizá implique vivir donde queramos y tener condiciones más flexibles... Pero también un reajuste salarial importante. Uno incentivado por países como Turquía.
Imagen: Mika Stetsovski
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