Google lleva años haciendo ingeniería social con sus empleados para que coman más verdura

Desde sus inicios como compañía, Google se ha caracterizado por intentar cambiar o mejorar la vida de sus empelados en multitud de facetas, entre ellos los hábitos alimenticios. Es algo lógico si tenemos en cuenta el contexto cultural de Estados Unidos, donde la tasa de obesidad entre la población mayor y joven no tiene comparación con el resto del planeta y donde desde las propias instituciones se ejecutan programas activos para fomentar dietas más saludables y menos precocinadas.

La idea. Tras la puesta en macha de unas ambiciosas normas en 2018 en las oficinas de Nueva York, donde trabajan 10.000 personas y se sirven ingestas gratuitas 24/7, con todos los tipos de menús y dietas imaginables, han llegado los primeros resultados: de servir cero ensaladas para desayunar a servir 2.300 cada día.  De un consumo por persona de 7 kilos anuales de marisco y pescado a 12 kilos. Aunque la media de refrescos se ha mantenido en las 20 latas por empleado y año, el consumo de agua también ha incrementado mucho.

Cómo funciona. La "arquitectura de la elección" es un término que lleva como tal más de una década entre nosotros, aunque el poder de sugestión del uso de los espacios es inherente a la propia y milenaria disciplina arquitectónica. Los de Alphabet lo han aplicado, entre otras:

  • Reduciendo el tamaño de las porciones de todos los alimentos (sus burritos son casi la mitad del tamaño que los de Chipotle), haciendo que te sientas peor al intentar repetir.
  • Ofreciendo las raciones de snacks individuales más pequeñas (en vez de paquetes de seis Oreos, paquetes de dos).
  • Agua, también con sabores, siempre a la vista.
  • La comida sana siempre es la primera que ves, según entras a cada cantina o “microkitchen”, de forma que para cuando has llegado a los platos más calóricos tú ya te has servido de lo otro.
  • Las bebidas azucaradas siempre al fondo de las neveras. Tendrás que sortear una decena de botellas de agua para llegar al Nestea.
  • Sellos alimenticios, como los que explicamos aquí. Puedes comerte una manzana de etiqueta verde o pasearte hasta tu mesa con una chocolatina de un rojo brillante.

Entre tradiciones. Aunque muchas de estas propuestas formaban parte de su cultura alimenticia desde hacía muchos años (la mayoría de los 100.000 empleados de Google en todo el mundo puede comer gratis durante su jornada), Michiel Bakker, el jefe del Departamento de Comida, se dio cuenta de que no estaban funcionando por una cosa muy sencilla: llevamos siglos viendo las verduras y frutas como el hermano pobre de la carne.

La tradición occidental provoca que sean los aprendices los que se encargan de estos platos. No se premia de la misma forma la calidad de un revuelto vegetal que un asaco. Además, hay que hacer un esfuerzo extra para que a las personas nos seduzca más un plato verde que uno de carne. Desde hace unos años, los platos vegetales son la gran estrella para los cocineros de sus cantinas, donde ponen "toda la carne en el asador" (he aquí la ironía), mientras las opciones carnívoras se esconden en un mar de variedades de tofu, coles de Bruselas, brócoli con curry y anacardos, etc.

La verdadera razón. Aunque todo esto pueda parecer un gesto de bueno voluntad, la implantación de estas opciones alimenticias también responden a una estrategia empresarial. En el mundo tech el coste de reemplazo de un empleado especializado puede ser de más de dos veces su salario anual. Como explican en este detallado artículo de Onezero, hay empleados que ya no piensan irse en parte por tener un espacio donde las ensaladas están buenas y son gratis, mientras en otros centros pueden costar 14 dólares frente a los 3 dólares de la ración de pizza.

El rendimiento. Pero, ¿por qué meterse en el problema de servir los alimentos a esos miles de empleados que cobran desde 80.000 dólares hasta cifras escandalosas para la mayoría de mortales? Porque, como comprobaron desde la dirección, la comida gratuita en el interior de sus instalaciones servía como plus de atractivo para los empleados durante el reclutamiento y, una vez atraídos a la empresa, hacía que la gente se tomase menos tiempo libre para salir de las oficinas en busca de una pausa para el café.

Son más horas de productividad, que ahondaron aún en mejores resultados en el rendimiento laboral con lo que llamaron como "colisiones casuales" cuando instalaron las cantinas. Empleados que de otra manera no se hubieran sentado a comer juntos llegaban a mejores ideas por el intercambio de pareceres.

Demasiado engorde. Todo ello acabó derivando en uno de los chascarrillos menos queridos por la compañía en el Valle, el "Google 15", o cómo era normal engordar 15 libras (7 kilos) en tus primeros años dentro, un mal endémico a todos los trabajadores de empresas tecnológicas de alto grado de productividad de la zona, ya que sus rivales también empezaron a ofrecer comida gratis por todas las esquinas. Y así, volvemos al problema que abría el artículo: necesitamos que nuestros empleados coman menos snacks.

Insatisfacción. Eso sí, no todo el mundo está contento con los objetivos saludables de Google. Como muchos saben, Google posee una cultura abiertamente comunicativa, lo que ha provocado algunos conflictos sobre la diversidad racial, sexual y política así como de libertad de pensamiento. Un buen día, y segun algunos empleados de Google, unos empleados postearon un hilo proponiendo "prohibir la carne", que fue respondido por "dejad de prohibir la carne" y después “dejad de servir kale".  Google no se ha atrevido a dar el paso de ofrecer sólo comida gratuita que sea sana y mantiene las opciones carnívoras, azucaradas y grasientas, aunque las ha convertido en opciones menos atractivas.

A exportar. Cuentan en Onezero que la empresa de catering vinculada a Google durante este proceso va a empezar a exportar su arquitectura alimenticia a otras empresas, una buena opción dado que, según esta encuesta, aunque una de cada dos compañías de Silicon Valley financia o da acceso a suscripciones de gimnasio, sus trabajadores apenas los usan y su salud física no está mejorando (lo que deriva en mayores índices de absentismo y seguros de vida más caros).

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