Gran parte de la miel de Estados Unidos tiene radiación. Es el legado de las pruebas atómicas de los '50

Dicen que las sociedades no pueden huir de su pasado. Y que los actos que hicimos entonces tienen su eco en la posteridad. Puede aplicarse también a las consecuencias directas que el medioambiente vive por las mala conciencia histórica, o cómo el pasado nuclear del ser humano aún tiene remanentes 60 años después. Gracias a los modernos y muy precisos sistemas de detección, los científicos siguen encontrando rastros de Cesio radioactivo en diversas zonas del planeta y una lista cada vez mayor de elementos de la naturaleza, seres vivos y alimentos.

Hace unos días, un estudio estadounidense concluía que parte de la miel del país todavía tiene trazas de ese elemento radioactivo. Y proviene de las pruebas con bombas atómicas durante la Guerra Fría.

El estudio. En realidad, un hallazgo resultado de la casualidad. El geólogo Jim Kaste del College of William & Mary en Virginia, envió a sus estudiantes de tareas para las vacaciones medir la radiación en alimentos como nueces y frutas. Cuando regresaron, Kaste no podía creer lo que había encontrado en ellos: gran parte tenía rastros débiles de Cesio-137, un elemento radiactivo creado por la reacción nuclear del uranio y el plutonio que alimenta las armas atómicas.

Él y su equipo se apresuraron a  trazar un mapa de los niveles de radiactividad de la miel en el este de EEUU y de las 122 muestras de miel analizadas, 68 mostraron rastros del elemento. Aproximadamente 870,000 átomos por cucharada, una cifra que no es perjudicial para los humanos pero sí puede serlo para los animales.

Pruebas nucleares Según los investigadores, esta contaminación detectada es el legado del efecto acumulativo de más de 500 detonaciones de prueba que liberaron más radiación ionizante a la atmósfera que cualquier otro evento en la historia de la humanidad. La mayoría de las detonaciones ocurrieron sobre las Islas Marshall en el Océano Pacífico y Novaya Zemlya, un archipiélago ártico en el norte de Rusia, y también se realizaron otras pruebas en Nuevo México y Nevada. Pero estas últimas pudieron no ser las causantes del problema con la miel, pese a su proximidad.

La producción de Cesio-137 de los lugares del Pacífico y Rusia fueron 400 mayores que la producción de las explosiones de Nuevo México y Nevada. Para que os hagáis una idea: una sola bomba rusa, la bomba Tsar, fue 50 veces más poderosa que todas las pruebas de Nevada y Nuevo México juntas.

De un continente a otro. Si bien no hay forma de saber cuál de estas explosiones produjo las consecuencias que todavía se pueden encontrar en los alimentos estadounidenses hoy en día, al menos podemos explicar cómo el isótopo puede dispersarse tan lejos y por todas partes. "Muchas de las detonaciones de aire fueron tan poderosas que inyectaron docenas de productos de fisión radiactivos en la estratosfera y se distribuyeron globalmente con la lluvia y otros fenómenos atmosféricos", explican los investigadores.

El estudio indica que los patrones climáticos habían provocado que la costa este de los EEUU recibiera una cantidad inusualmente alta de las consecuencias de las pruebas nucleares en todo el mundo. Desde 1951 a 1980, el equivalente a 440 megatoneladas de rendimiento explosivo se detonó sobre el suelo, la mayor parte lanzado por la Unión Soviética y los Estados Unidos. China, Francia y el Reino Unido también realizaron pruebas.

De la atmósfera a las plantas. Los elementos radiactivos cayeron del cielo al suelo. A principios de la década de 1960, casi todo el planeta había estado expuesto a los contaminantes radiactivos. Debido a que la contaminación del suelo era omnipresente, los científicos utilizan a menudo estos radionucleidos para fechar muestras del suelo en la década de 1960. Los autores recuerdan, en este sentido, que los isótopos generados en procesos de fisión nuclear mantienen su radiactividad durante largos periodos de tiempo. En el caso del Cesio-137, en concreto, pese a ser uno de los menos persistentes, el periodo de semidesintegración es de 30 años.

¿Cómo es posible entonces? Para explicar por qué aumentan los niveles en el sureste de EEUU más de 70 años después hay que prestar atención a  la naturaleza geológica de la región, donde hay poco potasio disponible por la forma en que se organizan las rocas y el suelo. Eso significa que las plantas en el sureste cogen lo que pueden de su alrededor en sustitución del que sería su nutriente (fertilizante) natural, el potasio. Incluido ese radiocesio. Cuando esto ocurre, las plantas afectadas trasladan el C-137 a sus flores, las abejas se alimentan de su néctar y pequeñas cantidades del elemento radioactivo acaban formando parte de la miel.

La tormenta de polvo en Francia. No es la primera vez que sucede. Hace unas semanas asistíamos a un evento paradójico similar en Europa. La Asociación francesa por el Control de la Radiactividad en el Oeste (Acro) detectó niveles anormales de Cesio-137 en el polvo del Sáhara que llegaba a Francia y Suiza mediante una niebla espesa de arena rojiza. En España también la vivimos durante unos días. Aunque no eran valores peligrosos para la salud, encerraban una ironía: procedían de ensayos nucleares realizados por Francia en el desierto de Argelia en los años 60. Es decir, Francia estaba recogiendo la radiactividad que sembró hace 60 años.

Pero sobre todo son un recuerdo para Francia de que la radiactividad se crea, pero es muy difícil de destruir, y siempre puede volver a tu patio trasero. Argelia incluso explicó que Francia “persiste en su negativa a entregar los mapas que revelan la ubicación de sus restos nucleares" y les pedían que "asuman sus responsabilidades históricas".

Si bien los minúsculos niveles de radiación en la miel o el aire no suponen un gran peligro para los humanos, eso no significa que no haya consecuencias para otras especies. Los abejorros cerca de Chernobyl fueron menos capaces de reproducirse después del desastre de 1986, por ejemplo, y estudios similares muestran desastres ecológicos que persisten hoy en día.

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