Desde la crisis de 2008 se han cerrado la mitad de las oficinas de banca y ha perdido casi 100.000 empleos, el 35% del total del país según los datos del Banco de España. Estamos ante meses de grandes movimientos, los últimos, el de Caixabank, llamando al mayor ERE de la historia del sector con la salida de 8.291 despidos trabajadores y los 3.800 que acaba de firmar BBVA. Meses atrás Santander adelantaba la pérdida de 3.600 trabajadores netos y Unicaja 1.500. 17.000 personas menos en 2021 más las 2.300 bajas que hubo en 2020.
Si ha habido tantas en 2021, nos dicen, es porque las firmas quisieron esperar a que amainase un poco el clima pandémico y sortear mejor el envite mediático.
Y serán más. El presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, recuerda que tenemos más del doble de oficinas que los competidores internacionales. Es cierto, tenemos aproximadamente una por cada 1.700 habitantes frente a la ratio de 5.000 habitantes de Alemania. Ahora bien, si nos sobran sucursales, no lo es tanto los empleados (contamos por 37 por cada 100.000 habitantes, frente a los 54 por cada 100.000 de Europa), y la amplitud de sucursales tiene mucho que ver con nuestra particular demografía, la España vaciada. Hacen falta muchos servicios municipales en sitios con poquísima población para dar servicio de forma justa a la ciudadanía, por ejemplo, los más mayores.
Sobre esta cuestión, Roldán cree que “no hay que tirar la toalla en digitalizar a los mayores, tenemos que adaptarnos a este cambio tan profundo. Nadie echa de menos las cabinas telefónicas".
Concentración y competitividad. La inmensa mayoría de políticos del país, incluidos los del Partido Popular, han visto con malos ojos lo sucedido en estos meses, más si tenemos en cuenta que, mientras esas entidades que recibieron grandes inyecciones de dinero público durante la crisis financiera adelgazan sus plantillas sin miramientos, sus directivos siguen llevándose altos bonus, algo que ha enfadado a Nadia Calviño, vicepresidenta segunda del Gobierno.
La banca saca pecho mirando afuera: Europa nos felicita porque las concentraciones, como la de CaixaBank y Bankia, están provocando que las entidades españolas sean más grandes y puedan competir con el resto del continente. La CNMC ya certificó que estas fusiones no causarán problemas de competencia interna. Los expertos adelantan incluso que así el Estado estará en una mejor posición para recuperar parte de su inversión.
Proactivos ante el futuro: en estos meses en los que se adelantaba la extraordinaria dimensión de los ajustes el sector ha achacado sus acciones a causas estructurales. La digitalización es la primera, una dimensión que aún no ha tocado techo. La segunda y también conocida, los bajos tipos de interés que parecen enquistarse en los países desarrollados y que no dan margen de beneficios. También la obligación de compra de bonos, pero igualmente las regularizaciones del BCE impuestas hace ya más de un lustro para evitar que se repitiesen las condiciones de la anterior crisis, las provisiones que se forzaron sobre estas instituciones desde distintas economías por si había un mayor impacto de la pandemia… Todo ello, nos dicen, no permitían hacer otra cosa. El destino era inevitable.
El drama: nada de esto cambiará la otra parte de la moneda, que estos despidos y cierres de oficinas provocarán una reducción de la calidad del servicio con consecuencias aún por conocer en determinados municipios del interior y el colapso de una de las grandes vías de empleo de nuestro país, una profesión de altos ingresos, generador de clase media y entre cuyos afectados habrá, como ya se está diciendo, gente lo suficientemente joven como para poder jubilarse o prejubilarse y cuya reubicación en el mercado laboral será espinosa. 100.000 en una década.
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