Cuando Aramco presentó su primer balance de resultados hace algunos meses, la reacción del mundo empresarial, político y periodístico fue unánime: "Gana más que Apple". La frase se prodigó por los medios de comunicación como indudable prueba de admiración, como escala de algo considerado imposible, como medida de todas las cosas que van más allá de lo imaginable. Y en cierto sentido así era. Tal es el imperio de Apple, la tecnológica que sirve de referencia a todas las start-ups del mundo.
Desde su fundación hace más de cuarenta años, Apple ha pasado de ser una idea visionaria en manos de un puñado de imberbes a un emporio empresarial representado en las cuatro esquinas del mundo, muñidor de una cultura de consumo propia. Su éxito va más allá de lo financiero. Se enmarca en el imaginario colectivo, del mismo modo que Coca-Cola hizo en su día, y simboliza el advenimiento de una revolución económica. Pensar en Apple es pensar en la economía del siglo XXI.
Ahora bien, cualquier consideración sociocultural palidece en comparación a sus números. Apple es una de las empresas más rentables de la historia. Su progresión durante las últimas dos décadas es el sueño húmedo de cualquier CEO. Si en 2005 declaró $1.300 millones de beneficios netos; el año pasado registraba más de $59.000. En el camino, saltos financieros impresionantes (de 2011 a 2012 declaró $16.000 millones de beneficio más, una locura) y productos que, como el iPhone, lograron revolucionar el mercado.
¿Pero cómo de grande es Apple? Un vistazo a su valoración de mercado, hoy tasada en unos $886.000 millones, pero en 2012 superior al billón de dólares (el "trillion" americano), ofrece pistas no sólo sobre su genial desempeño financiero, sino sobre la enorme importancia de un puñado de corporaciones privadas en el capitalismo contemporáneo. Lo ilustra a la perfección How Much, la publicación dedicada a visualizar los aspectos clave de la economía moderna, en este estupendo gráfico.
La comparación más útil, y también la más inquietante, es la siguiente: el valor de mercado de Apple supera la totalidad del PIB de veinticinco países norafricanos. El conjunto del Norte de África produce bienes y servicios por un valor estimado de $839.000 millones, insuficientes para superar a la compañía de la manzana. El valor de Apple también supera al de algunos de los estados más prósperos de Europa: el PIB de Países Bajos supera ligeramente los $830.000 millones.
Apple, por supuesto, vale más que Google ($750.000 millones), y también que el presupuesto completo del Ministerio de Defensa estaodunidense ($686.000 millones), el más dotado de cuantos existen en el mundo. Casi cualquier emporio empresarial palidece a su lado. ¿Las principales compañías de cómida rápida del mundo, entre ellas McDonalds, Starbucks o Coca-Cola? $678.000 millones. ¿Las cuatro grandes multinacionales de la telecomunicación estadounidense? $559.000 millones. ¿La fortuna de los cinco hombres más ricos del mundo? $450.000 millones.
El valor de mercado va más allá del 1%. Muchísimo más allá de la NASA ($451.000 millones), de todas las criptomonedas juntas ($233.000 millones) o de Adidas y Nike juntas (valoradas por $182.000 millones). Las 300 películas más rentables de siempre quedan empequeñecidas a su lado ($138.000 millones), así como la riqueza amasada por los principales narcotraficantes de todos los tiempos, incluido Pablo Escobar (unos $44.000 millones). Son cifras que escapan toda escala mental. Desorbitadas.
Apple fue la primera, pero hoy Amazon y Microsoft también son compañías por encima del billón. Y pese a hacer cantidades ingentes de dinero gracias al iPhone, no está exenta de obstáculos que, a largo plazo, puedan suponer una resistencia a su inaudito crecimiento. No hay emporio empresarial que dure para siempre. Pero tampoco ha existido jamás una compañía capaz de ganar tanto dinero como Apple. Sólo el tiempo (muchísimo tiempo) dirá si su legado durará por los siglos por los siglos, amén.
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